Hno. Manuel Alvarado S., ofm
En medio de las vacaciones del año 2007, nuestros Obispos han emitido nuevamente una declaración fijando su posición frente a las políticas públicas de control de la natalidad, Acoger y promover la vida (En: http://documentos.iglesia.cl/documento.php?id=2477 ), es su título. Esto puede parecer un tema reiterativo y algo desenfocado, pero es bueno detenerse a preguntarnos como vivimos y aportamos desde nuestra eclesialidad y nuestra tradición franciscana a la construcción y profundización de un mundo más fraterno y reconciliado, denunciando las estructuras que sostienen la muerte de unos para la vivencia ostentosa de unos pocos, que en el contexto actual tiene, entre muchos otros rostros, rostro de niño o niña en el vientre materno, la finalidad de estas líneas es aportar a nuestra reflexión y a nuestra formación permanente. Quiero compartir algunas reflexiones sobre el este escrito de nuestros obispos, a la luz de nuestra opción por la Justicia y la Paz:
1.- Es valioso el aporte del documento a una correcta enseñanza de nuestra defensa de la vida, ella es integral, así lo manifiesta nuestro episcopado al citar el Magisterio reciente (se cita a GS 27 y a EV 27, carta encíclica de Juan Pablo II, en los números 3 y 4 de dicha Declaración), queremos acoger y defender la vida no sólo del que esta por nacer, sino también del que esta por morir, y de todo aquel que es puesto en situaciones de violencia social, discriminación, explotación o exclusión que impliquen una pérdida o una merma en su dignidad y en la promoción de su calidad de vida. Esta integralidad de nuestra acogida y defensa del don de la vida nos debe alejar de dos peligros: Primero de una genitalización del discurso moral, la presencia de pastores y de las voces de la Iglesia en el último tiempo han tenido que ver con numerosos “no” a temas vinculados con la sexualidad, “no al condón”, “no a la píldora del día después”; lo cual si no es leído y predicado en este contexto integral de nuestra opción por la vida, nos puede hacer caer en la caricatura de ser una iglesia meramente preocupada de los asuntos de intimidad sexual, los cuales nos preocupan, es verdad, pero insertos en el horizonte de toda amenaza que sufren hombres y mujeres, en cuanto, son sujetos de la dignidad de hijos e hijas de Dios, y, por tanto, sus vidas están signadas y atravesadas por el amor de nuestro Dios, y su desfiguración o su destrucción nos duele por ser nuestros hermanos y hermanas que los padecen, “… Ayer la defensa de los derechos humanos exigió el acompañamiento solidario de las víctimas de todo tipo de violencia; hoy exige la defensa del más indefenso…” (Acoger y defender la vida 8). En segundo lugar, nos invita a ser cautos con quienes desde mundo político se nos acercan y hacen alianza con nosotros. Es bueno recordar que vivimos en sociedades democráticas y pluralistas, con diversas perspectivas ideológicas y partidarias, “… es importante hacer notar que el carácter contingente de algunas opciones en materia social, el hecho de que a menudo sean moralmente posibles diversas estrategias para realizar o garantizar un mismo valor sustancial de fondo, la posibilidad de interpretar de manera diferente algunos principios básicos de la teoría política, y la complejidad técnica de buena parte de los problemas políticos, explican el hecho de que generalmente pueda darse una pluralidad de partidos en los cuales puedan militar los católicos para ejercitar -particularmente por la representación parlamentaria- su derecho-deber de participar en la construcción de la vida civil de su país. Esta obvia constatación no puede ser confundida, sin embargo, con un indistinto pluralismo en la elección de los principios morales y los valores sustanciales a los cuales se hace referencia. La legítima pluralidad de opciones temporales mantiene íntegra la matriz de la que proviene el compromiso de los católicos en la política, que hace referencia directa a la doctrina moral y social cristiana. Sobre esta enseñanza los laicos católicos están obligados a confrontarse siempre para tener la certeza de que la propia participación en la vida política esté caracterizada por una coherente responsabilidad hacia las realidades temporales…” (Congregación para la doctrina de la fe, 2003. Nota doctrinal sobre algunas cuestiones relativas al compromiso y la conducta de los católicos en la vida política 3. En: http://www.iglesia.cl/iglesiachile/especiales/politica/doctrinal.html#3), por lo tanto, nuestra propuesta de fe y moral no puede ser ni de derecha ni de izquierda, sino evangélica, lo cual implica esta visión integral, la cual es la medida que ayuda a las laicas y laicos católicos de los diversos partidos en el gobierno y la oposición a discernir. La correcta y sincera enseñanza de lo que esta en juego en nuestra oposición a las actuales políticas de fertilidad del Estado permitirán acercarnos al mundo político con libertad, pues con algunos de ellos podremos estar más cerca en estos temas de moralidad sexual y, con otros, en los tópicos de moralidad social, y con ambos, deberemos anunciarles la parcialidad del Evangelio que les falta, esto exige adultez en la fe y no andar como niños que hoy demonizamos a estos porque no piensan como nosotros y mañana a los otros. Sólo así, como hombres y mujeres de fe libre y no ingenuos podremos no ser manipulados ni ser cómplices de los intereses egoístas y corruptos que, lamentablemente, tanto descubrimos en el ejercicio de la actividad pública. “Por lo mismo, valoramos inmensamente la opción por la vida de parlamentarios de distintas agrupaciones políticas. Con ellos tenemos una deuda no sólo de gratitud, sino también de acompañamiento en sus fundamentales responsabilidades de legislar a favor de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, y que se exprese en una coherente opción por los más pobres y marginados, por los ancianos y enfermos, por los niños, los jóvenes y las mujeres, por los esposos y las familias, por el derecho al trabajo y a salarios dignos, es decir, por una opción gratuita por promover la vida, don de Dios y responsabilidad de los seres humanos” (Acoger y defender la vida 30).
2. El Documento recoge algunos datos estadísticos recientes que dan cuenta de dos fenómenos preocupantes en nuestra sociedad, la caída en la tasa de fecundidad y el aumento del embarazo adolescente. Los obispos constatan una paradoja sobre el primero, él esta en contradicción con el deseo y la opción por la maternidad expresado por las mujeres (cf. Acoger y defender la vida 14), sin entrar en profundidades nuestros pastores apuntan al tipo de sociedad que hemos ido creando, la neoliberal: la maternidad entra en crisis con las necesidades de las empresas, ella sale caro, se debe pagar por el pre y posnatal, además, del respectivo reemplazo, y los costos asociados a los primeros años del bebe, licencias por enfermedad, pago de sala cunas, etc. La maternidad tiene, además, otros enemigos tales como el exceso de trabajo o las grandes distancias a recorrer desde el hogar al lugar de trabajo o las cargas de horas extras voluntarias, detrás de las cuales esta nuestro sobreendeudamiento, en las clases sociales más pobres, la maternidad viene controlada implícitamente por el espacio que da el Estado en las casas, y especialmente, en los departamentos sociales, ello ayudado por un modelo cultural que ve en la fecundidad de los pobres un riesgo y un signo de su falta de educación, por ello, no nos debe extrañar que muchas veces los temas sexuales sean enfrentados como una enfermedad, pues cuando un órgano esta enfermo se extirpa, desde el año 2000 forma parte de las políticas de salud pública esterilización voluntaria de las mujeres, incluso sin consulta del cónyuge. Muchas de las amenazas de la fecundidad de la familia chilena vienen de políticas, o de las faltas de ellas, laborales, salariales, etc., en donde muchas veces la voluntad de cambio no viene de la mano de quienes solidarizan con nuestra defensa de los no nacidos. Por su parte, el embarazo adolescente, tiene una variopinta causalidad, entre ellas debemos denunciar las que nacen de este modelo neoliberal, existe cada vez menos tiempo para el diálogo y el compartir familiar producto de las exigencias laborales. Sobre la problemática del embarazo adolescente es bueno detenernos, sí aceptamos que entre una de sus causalidades se encuentra el modelo socioeconómico que sobre exige en el ámbito laboral, hasta el punto de no quedar tiempo para conversar o para verse en las familias, debemos reconocer que ello pone en crisis el principio, defendido especialmente en la educación católica, que plantea a la educación sexual como exclusiva de la unidad familiar. Las familias hace mucho tiempo que al adaptarse a los procesos de cambios socio-culturales, que implica la inserción en el modelo neoliberal, intuyeron que la educación y formación valórica correspondía a los instituciones religiosas y educacionales, ello, a mi parecer, explica el fenómeno que a pesar de la baja participación de fieles en las Iglesias exista una gran preocupación y un buen prestigio de la educación impartida en colegios de inspiración religiosa, sin negar el prestigio social y el buen desempeño académico que muchos de ellos dan o tienen, la formación valórica, en la práctica, ha terminado siendo vista como una más de las áreas de servicios exteriores a la familia. En esta línea, las propuestas de pastoral juvenil en nuestras parroquias deben asumir el desafío de la formación integral de la defensa y acogida de la vida en las comunidades de jóvenes, asumiendo que su presencia es una bendición y que están entre nosotros cuando definitivamente podrían estar en otros lados. La formación valórica de los jóvenes, en particular de la JUFRA entre nosotros, respetando nuestra espiritualidad que pone el acento en la práctica más que en la teoría, debe ser una tarea prioritaria en nuestros proyectos fraternos, tenemos una riquísima experiencia, somos hombres y mujeres encontrados en el amor de Dios en la persona de Jesucristo, amados incondicional e integralmente, sí lográramos proyectar esa experiencia en la solidaridad, en el trato afectuoso con los pobres, con la creación y con cada ser humano que se nos acerca, podríamos despertar las fuerzas espirituales presentes en los jóvenes, podrían tener una nueva visión sobre su cuerpo, sobre su sexualidad, sobre el sentido y valor de la entrega y de la donación por el otro, habrían más vocaciones, no sólo religiosas o sacerdotales, sino laicales y humanas, que reencantarían el valor y sentido de la vida. Necesitamos levantar una propuesta valórica en esta línea para no vernos como caricaturas de personajes recalcitrantemente negativos y amargados, que pareciera nos levantáramos como jueces justos de las nuevas generaciones, poniéndoles cargas que de pronto nosotros no movemos ni con un dedo. Una propuesta nueva y alternativa a la del Estado, que ante un problema que habla de lo mal que lo hemos hecho como sociedad reacciona proponiendo un mal menor, por eso es el poder repartir anticonceptivos de emergencia en consultorios, incluso a niñas menores de edad, entre 14 y 18 años, sin consulta a sus padres o tutores. Sin embargo, debemos reconocerle al Estado que hace frente a temas problemáticos en nuestro actual momento social: la superar vulnerabilidades y desigualdades de género, raciales, etarias que hacen que la fecundidad no se realice del modo deseado; reducir las tazas de aborto indeseado y sus riesgos asociados; y, reducir el embarazo adolescente no deseado (Cf. Normas Nacionales para la regulación de la fertilidad: 8), insistiendo en que como Iglesia no estemos de acuerdo con sus soluciones, y ante lo cual debemos preguntarnos, ¿Cómo reaccionamos ante esta realidad de adolescentes embarazadas en nuestros colegios y parroquias? ¿Cuáles son nuestros proyectos de formación en temas de sexualidad con nuestros jóvenes? ¿Cómo anda nuestra formación permanente en los temas de bioética o educación sexual? Los obispos afirman que Dios y la religión no es ni carente de racionalidad ni es un asunto meramente privado (Cf. Acoger y promover la vida 28), pero debemos reconocer que nuestro pasotismo, ignorancia, indiferencia y espiritualismos desencarnados frente a la realidad contingente, nos hacen vivir y mostrarnos de ese modo frente a muchos, y lo que es peor le enseñamos a muchos a relacionarse de este modo con el mundo y sus problemas.
3. Un tercer aspecto a valorar de Acoger y promover la vida es la correcta presentación de nuestra oposición al uso del anticonceptivo de emergencia o “píldora del día después”. El tema de fondo, el momento exacto del origen de la vida, no le corresponde definirlo ni al pastor ni al teólogo, sino al mundo científico, el cual por diversas razones no ha podido establecer con exactitud ese momento, cada escuela científica describirá y aducirá pruebas para defender su posición, muchas de ellas más inspiradas en una determinada ideología en el rigor científico. En esta nebulosa es tarea de la Iglesia prevenir la posible ejecución de un mal, como es terminar con la vida de un inocente, en este caso un niño en gestación, por tanto, afirmamos que ella es posiblemente abortiva si se toma posteriormente a una relación sexual, lo que pedimos es que se use el sentido común, él cual enseña que ante la duda es mejor abstenerse. “Para afirmar que el LNG no es abortivo se requerirían estudios con el mayor nivel de evidencia y donde el peso de la prueba recaería, como sucede con cualquier otro compuesto farmacéutico, sobre quienes comercializan o distribuyen el LNG. Sin embargo, tal experimentación conlleva el riesgo de matar seres humanos ¿Sería ético realizarlo?” (Acoger y promover la vida 22)
4. Un aspecto, a mi parecer, errado en el Documento es correr el riesgo de demonizar dos corrientes de pensamiento contemporáneo, la perspectiva de género y el principalismo (Cf. Acoger y promover la vida 10), es verdad que ambas tienen limitaciones y no podemos aceptarlas plenamente en coherencia con nuestra perspectiva de fe, pero ambas también han cooperado para tener un mundo más justo, por ejemplo, las reflexiones en torno al género y las estructuras de poder que limitaron, y aún limitan, a las mujeres en el pleno desarrollo de sus potencialidades sociales, políticas, económicas, y culturales, no pueden negar que abren el horizonte hacia la realización de un mundo más fraterno y justo, donde cada ser humano, hijo e hija de Dios, tiene asegurado poder llegar a vivir con la dignidad que le es merecida. Los riesgos de estas teorías, como los de cualquier cosmovisión científica y religiosa, es caer en el absolutismo ideológico, que hace incapaz de ver los límites de cualquier saber humano, se pueden acercar más no dan cuenta de toda la verdad. En esta perspectiva, a mi parecer, debemos pedir a quienes, legítimamente, piensan desde el género y el principalismo que sean sinceros en su reflexión y búsqueda de la verdad, lo cual pasa por descubrir sí en su puesta en práctica en las actuales políticas y su justificación desde ellas, no sobrepasan su ámbito o son usadas manipuladoramente frente a otros interés económicos o políticos. La crítica debe ir unidas a una formación en estas teorías, que nos permitan entrar en contacto con sus métodos, búsquedas y orientaciones, para ayudarnos en profundizar las preguntas del hombre y de la mujer de hoy, como también para enfrentarla con nuestras tradiciones y fortalecer lo bueno y provechoso que hay en ellas.
5. Finalmente, creo que el Documento puede sufrir de una cierta ingenuidad, no se hace preguntas que apuntan a otros actores interesados en permanecer anónimos en esta discusión. ¿Quiénes se benefician económicamente con esta obligación que se pone el Estado de tener stock de LNG en todos sus consultorios en el país? ¿De cuanto dinero se esta hablando? ¿Existe una relación entre la falta de stock de LNG en los laboratorios chilenos y el negocio que significará la compra estatal de este medicamento?