Hno. Manuel Alvarado S., ofm
(Ponencia en los cursos de primavera (Santiago-Chillán) 2008)
1. Siguiendo el tema ecológico de Medellín a Puebla.
Un documento magisterial, como el de nuestros obispos del subcontinente, se inserta en la Tradición, es decir, en continuidad con el querer y sentir de las generaciones creyentes previas, en este caso concreto con la tradición latinoamericana de las Conferencias Generales inaugurada en 1955 en Río de Janeiro, casi una década antes de la revitalización de la Iglesia Universal con el Concilio Vaticano II. Sin entrar en precisiones, poder ir descubriendo como la preocupación de nuestra Iglesia parte de una reflexión antropocéntrica, con el pensamiento del Concilio Vaticano II como horizonte, los obispos en Medellín se harán cargos del contexto histórico social y político de estas tierras, y coloca a la Iglesia frente al desafío de hacerse cargo de los gozos y dolores, esperanzas y frustraciones, que de su realidad emanan; en contexto de guerra fría, una pugna entre capitalismo y socialismos, la Conferencia General de 1968 pone los limites a los actores en lid: “...Ambos sistemas atentan contra la dignidad de la persona humana; pues uno, tiene como presupuesto la primacía del capital, su poder y su discriminatoria utilización en función del lucro; el otro, aunque ideológicamente sostenga un humanismo, mira más bien al hombre colectivo, y en la práctica se traduce en una concentración totalitaria del poder del Estado. Debemos denunciar que Latinoamérica se ve encerrada entre estas dos opciones y permanece dependiente de uno u otro de los centros de poder que canalizan su economía...”[1]. Puebla (1979), por su parte, avanza un paso más, busca convertirse en la voz de los sin voz, su denuncia apunta a las consecuencias de las políticas de Seguridad Nacional instituidas en Latinoamérica desde fines de los sesenta. Tres son los aspectos centrales de la reflexión de Puebla[2]. Primero, la injusticia institucionalizada que vive el continente, que se expresa en la escandalosa mala distribución de la riqueza y que la sufren rostros concretos de hombres, mujeres y niños. A la base de este pecado social están las estructuras sociales y políticas, que con sus ideologías materialistas y falso humanismo son el origen y el apoyo de esta realidad, se denuncia expresamente el libre mercado más dogmático. El segundo acento es la violencia institucionalizada, cuyo rostro preclaro es el no respeto de los Derechos Humanos, a través, de los abusos de poder de las autoridades, la tortura, la desaparición forzada, el exilio, etc., sin ingenuidad, se manifiesta la relación entre modelo económico y los procesos de violencia del continente. Finalmente, la manipulación de la cultura producto de influencias de los grupos de poder, quienes usando los medios de comunicación, potencian los valores que ponen las relaciones humanas en planos de opresión-dependencia, entre ellos el consumismo y el materialismo individualista. Finalmente, Santo Domingo (1992), que mantiene ciertas distancias con las anteriores Conferencias Generales, no pierde la búsqueda de una mayor profundidad en la reflexión. Tres son las ideas centrales que se rescatan del documento de Santo Domingo[3], primero, la constatación de una realidad creciente de empobrecimiento, se apunta, a diferencia de las anteriores Conferencias, a la responsabilidad más de las personas que de las estructuras, desparecen los conceptos de pecado social y de injusticia institucionalizada, se evitan los juicios éticos y teológicos sobre el modelo neoliberal triunfador, luego de la caída de los socialismos reales, e imperante en gran parte del continente, aunque se le asigna la debida responsabilidad en el ahondamiento de las distancias sociales del Continente. Una segunda idea es la importancia de los Derechos Humanos, en el documento existe un claro llamado al respeto y profundización de éstos, en donde se inserta la preocupación por la situación ecológica y las debilidades de los sistemas democráticos latinoamericanos. Finalmente, la inculturización del Evangelio, la Iglesia esta llamada a abrir el oído atentamente a la presencia del Espíritu presente entre los pueblos, siendo invitada desde el diálogo respetuoso, franco y fraterno a iluminar y denunciar los modos de vivir, celebrar y reflexionar de esas culturas a la luz de Jesucristo, su encarnación, su Pascua y el envío de su Espíritu.
Esta preocupación antropocéntrica, poco a poco ha ido asumiendo el valor de la Creación, Medellín no dice una palabra, lo cual no debe sonar extraño, las primeras alertas sobre la crisis ecológica sólo vendrán con las declaraciones del Club de Roma de 1971. Puebla inserta el tema ecológico como un problema del futuro. “Si no cambian las tendencias actuales, se seguirán deteriorando la relación del hombre con la naturaleza por la explotación irracional de sus recursos y la contaminación ambiental, con el aumento de graves daños al hombre y al equilibrio ecológico”[4]. Las “actuales tendencias” de las que habla son las políticas de desarrollo neoliberal que en muchos países iban comenzando a ser instaladas a manos de los gobiernos militares que gobernaban gran parte del territorio centro y sudamericano. Puebla, además, en su reflexión sobre la dignidad humana afirma que “... el dominio, uso y transformación de los bienes de la tierra, de la cultura, de la ciencia y de la técnica, vayan realizándose en un justo y fraternal señorío del hombre, teniendo en cuenta el respeto de la ecología...” y “... con el servicio y la promoción de los grupos humanos y de los estratos sociales más desposeídos y humillados...”[5]. Los obispos enseñan que el señorío humano tiene un límite, el respeto por los otros, sea esta la Tierra, los grupos indígenas, los pobres, los marginados, etc. A mi parecer, este número de Puebla une el destino de la Tierra y el de los pobres, unos de los temas centrales del compromiso ecológico de los cristianos. Puebla, no logra salir de su centralidad en las preocupaciones del ser humano, Santo Domingo, se abre a contemplar la naturaleza en su aspecto teológico, ella es el primer don de Dios, en el cual el hombre es puesto como un administrador, se pone en sintonía con las visiones indígenas y la tensión que se da entre economía y respeto por la tierra[6]. Sin embargo, el encuentro de 1992 a la hora de proponer soluciones o líneas pastorales no hace referencias a la totalidad de la Creación, sino a ella en cuanto tiene alguna función para el ser humano, en esta línea es pobre, pasa de la Tierra como don a la tierra como propiedad y como problema económico, no se habla de respeto por ello, sino que centra el problema en su reparto, en la reforma agraria.
2. Un enfoque ecológico en Aparecida. Aportes y pobrezas.-
¿Cómo se inserta la preocupación ecológica en el documento de Aparecida? Primeramente, Aparecida recoge un elemento muy franciscano, la alegre alabanza a los dones que Dios nos ha regalado en este continente, en esta perspectiva nuestra mirada de la realidad es celebrativa, celebrar es para un franciscano restituir, es decir, retornar a Dios lo que le pertenece. Tres son los elementos de la realidad latinoamericana que queremos restituir al Padre, su creación dada, la diversidad de nuestros pueblos y a su Hijo. “...Acogemos la realidad entera del Continente como don: la belleza y fecundidad de sus tierras, la riqueza de humanidad que se expresa en las personas, familias, pueblos y culturas del Continente. Sobre todo, nos ha sido dado Jesucristo, la plenitud de la Revelación de Dios,...”[7]. Unido a la celebración, y como en nuestra liturgia, a la acción de gracia la precede nuestro reconocimiento de no estar a la altura del amor derramado sobre nosotros. Los dones son mal aprovechados, de ser para todos terminan apropiados en las manos de unos pocos y la presencia del Hijo se oscurece por el dominio del poder por sobre el servicio, así transitamos por caminos de muerte. “... Caminos de muerte son los que llevan a dilapidar los bienes recibidos de Dios a través de quienes nos precedieron en la fe. Son caminos que trazan una cultura sin Dios y sin sus mandamientos o incluso contra Dios, animada por los ídolos del poder, la riqueza y el placer efímero, la cual termina siendo una cultura contra el ser humano y contra el bien de los pueblos latinoamericanos...”[8].
Esta actitud litúrgica frente a los dones, es la puerta por la que queremos explorar nuestra vinculación de creyentes frente a la crisis ecológica. La palabra clave es “dilapidar”, es decir, malgastar o derrochar lo que se nos ha regalado gratuitamente de parte de Dios, un arquetipo de este binomio dado-dilapidado, lo encontramos en la encarnación del Verbo, la segunda persona de la Trinidad se hace hombre y hombre pobre, nace como un carente y muere como un terrorista, nos es regalado un rostro del mismo Dios, y lo devolvemos escupido, torturado, desfigurado y crucificado a quien nos lo donó. Las palabras de Pilato frente a Jesús en el juicio antes de su crucifixión son claras y elocuentes:“He allí al hombre” (Jn). El don del hermano o de la hermana tiene el mismo destino, las palabras de Puebla siguen siendo una dolorosa verdad, devolvemos la faz del hermano como “rostros de niños, golpeados por la pobreza” (Puebla 32), “... de jóvenes, desorientados por no encontrar un lugar en la sociedad...” (Puebla 33), “... de indígenas y ...afroamericanos... viviendo marginados y en situaciones inhumanas...” (Puebla 34), “... de campesinos... que viven relegados en casi todos nuestro continente, a veces, privados de tierra...” (Puebla 35), “... de obreros frecuentemente mal retribuidos...” (Puebla 36), “... de subempleados y desempleados despedidos por las duras exigencias de crisis económicas y muchas veces de modelos de desarrollo que someten a los trabajadores y a sus familias a fríos cálculos económicos” (Puebla 37), “... de ancianos... frecuentemente marginados de la sociedad del progreso que prescinde de las personas que no producen” (Puebla 39), a lo que se sumas los rostros de las víctimas de la violencia política del Estado o las guerrillas, de quienes son atropellados en sus derechos humanos más básicos, y otros muchos más (Cf. Puebla 40-50). Pues, lamentablemente, debemos asumir que con la creación vamos siguiendo en los mismos caminos, ella nos ha sido dada “...su primer libro para poder conocerlo y vivir nosotros en ella como en nuestra casa.”[9] Es un doble regalo, es fuente de revelación y hogar común, por ende, debemos tener una doble responsabilidad, la pérdida de la biodiversidad, de la calidad del agua, del aire, de la tierra, implica para nosotros el cierre de puertas para el encuentro con nuestro Dios vivo, esta línea no puede ser más franciscana, el Cántico del hermano sol, de san Francisco, y el Itinerario de la mente hacia Dios, de san Buenaventura, dan cuenta del valor dado en esta nuestra espiritualidad al don de la Creación como camino y mediación del Padre de Jesucristo, es tiempo de unir la crisis de espiritualidad, o la crisis de la espiritualidad cristiana en el mundo hoy, con la crisis ecológica, las dificultades de encontrarnos con la belleza del mundo, desfigurada por nuestra irresponsabilidad, puede estar a la base de manifestar al Dios Salvador y Creador que nos revela la Sagrada Escritura. La creación como “casa común”, dada a todos, pero no repartida con la misma justicia, clama hoy por un compromiso nuestro para poder ser signo de comunión y no de pugnas y de apropiaciones injustas, que marcan nuestra humanidad de violencias, círculos de discriminaciones y de marginaciones que repugnan la bondad y misericordia de Aquel Padre que ama como una madre. Asumamos que la no construcción de la “casa común” esta detrás de las constantes crisis sociales y ecológicas que vivimos. La pérdida de la Creación tanto como “libro de Dios” como de “casa común” marca las dobles pobrezas de este inicio de milenio, pobreza de Dios y pobreza enmarcada en un sistema neoliberal idolatra del mercado, que ricos más ricos y pobres más pobres.
Las causas de esta crisis de la creación son aclaradas por Aparecida con gran fuerza al decir: “... Las industrias extractivas internacionales y la agroindustria, muchas veces, no respetan los derechos económicos, sociales, culturales y ambientales de las poblaciones locales y no asumen sus responsabilidades. Con mucha frecuencia, se subordina la preservación de la naturaleza al desarrollo económico, con daños a la biodiversidad, con el agotamiento de las reservas de agua y de otros recursos naturales, con la contaminación del aire y el cambio climático. Las posibilidades y eventuales problemas de la producción de agro combustibles deben ser estudiadas, de tal manera que prevalezca el valor de la persona humana y de sus necesidades de supervivencia. América Latina posee los acuíferos más abundantes del planeta, junto con grandes extensiones de territorio selvático, que son pulmones de la humanidad. Así, se dan gratuitamente al mundo servicios ambientales que no son reconocidos económicamente. La región se ve afectada por el recalentamiento de la tierra y el cambio climático provocado principalmente por el estilo de vida no sostenible de los países industrializados.”[10] No nos podemos engañar, la crisis actual de la tierra nace de nuestro de nuestro actual estilo de vida y de las expectativas conscientes o inconscientes que conlleva, por un lado la ideología del desarrollo tiene la estructura de un culto idolátrico, en su nombre se nos llama a diversos sacrificios, enmascarados pero finalmente inhumanos, masas empobrecidas y estancadas en el desempleo, en el sobreendeudamiento; sobreexplotación de la tierra y lo peor un proceso cada vez más profundo de cosificación de lo creado, cosificación que apunta a convertirlos en meras materias primas, que como tales puedan ser vendidas en el mercado, sin preguntarse los costos sociales, humanos y cósmicos que eso tiene, la cosificación va unida a procesos de consumismos generadores de los problemas de basura, que agravan la pérdida de calidad de los espacios geográficos que ocupan los pobres. Benedicto XVI ha dicho en esta línea “...Si el progreso técnico no se corresponde con un progreso en la formación ética del hombre, con el crecimiento del hombre interior (cf Ef 3,16; 2Co 4,16), no es un progreso sino una amenaza para el hombre y para el mundo”[11]. No debe quedarnos dudas, la tarea pendiente es la formación ética de muchos de nuestros hermanos de comunidades, y la propia formación, convencernos que debemos formarnos éticamente en nuestra relación con los pobres y la creación para poder ser verdaderos seguidores de Jesucristo. Esta formación debe ayudarnos a los necesarios cambios en nuestras estructuras pastorales y a nuestras estructuras mentales.
Y, luego de Aparecida, ¿qué? Lamentablemente, volvemos a repetir un viejo esquema en nuestra reflexión eclesial, podemos hacer la reflexión pero no logramos aterrizarla en vida. Con mucha tristeza se nota que esta preocupación eclesial no se logra plasmar, por ejemplo, en el proyecto de la Misión Continental, en el documento que la lanza, no esta presente ni una sola vez la palabra ecología, medio ambiente o cuidado de la creación. ¿Acaso podemos anunciar a Jesucristo sin tomar en cuenta los gritos de liberación de la Creación que son además los gritos de los pobres? ¿podemos seguir sosteniendo una misión preferente, más no excluyente, por los pobres, que no contenga a nuestra pobre Hermana Madre Tierra? Por su parte, las nuevas Orientaciones Pastorales (OOPP) da cuenta del problema, como uno más de los que enfrenta Chile en los inicios de este milenio, “...A esto se suma un esquema de mercado que acentúa el tener sobre el ser, la satisfacción de las necesidades individuales sobre el bien común, la explotación de la naturaleza sobre el cuidado del medioambiente, el placer sobre el gozo, la inmediatez sobre los tiempos necesarios para la madurez de las personas y de los procesos sociales...”[12]. Invita a la creación de un área pastoral que asuma el desafío. “Pastoral del medio ambiente. Damos gracias al Señor por el don de la creación, entregada a la administración responsable del hombre (Gn 2,15). Don hermoso y valioso para todos, para la actual generación y para las que vienen. Sin embargo, comprobamos cómo los recursos naturales son extraídos y contaminados por el egoísmo de algunos y los intereses de grupos de poder amparados por el actual modelo económico, siempre en perjuicio de los pobres, campesinos e indígenas. Su uso debe regularse “según un principio de justicia distributiva, respetando el desarrollo sostenible” (113). La mejor forma de suscitar la responsabilidad ecológica y ética es promoviendo una pastoral del medio ambiente inspirada en una auténtica ecología natural y humana, abierta a la trascendencia, y fundada en el evangelio de la justicia, la solidaridad y el destino universal de los bienes (114) . Un cuidado especial merece el recurso del agua, que empieza a ser escaso, convirtiéndose posiblemente -en el mediano plazo- en fuente de serios conflictos humanos en el mundo”[13]. En este énfasis de las OOPP nos debemos detener, una pastoral del medio ambiente debe partir de la gozosa celebración y de la constatación del abuso que de ella estamos realizando, que esto no es accidental, detrás hay estructuras ideológicas claras y precisas, el modelo de mercado, que no sólo afecta a la creación sino, también, de un modo particular a los grupos de riesgos. Las OOPP hacen suyas las palabras de Aparecida sobre los riesgos de una opción ecológica no reflexionada a la luz del Evangelio[14], donde se propone a Cristo como cabeza, modelo y origen de cada creatura, buscando el equilibrio entre el señorío del ser humano sobre toda la creación y la correcta interpretación que aquello implica, es un servicio, una vocación humana, no una autoridad sin límites, depredadora e inescrupulosa. La última frase, explica la Carta del Obispo de Aysén, “Danos hoy el agua de cada día”.
3. Las tareas pendientes.
Una de las pistas nacidas de Aparecida, en relación al compromiso ecológico, es la necesidad de recuperar la dimensión celebrativa de todos los elementos de la Creación, por un lado, reconocer como estos elementos son fundamentales para poder realizar las gracias sacramentales, una pastoral verdaderamente evangélica y franciscana debe sacar del anonimato a nuestra humilde, preciosa y casta hermana agua sin la cual no hay bautismo válido, así lo acredita el papa Gregorio IX en la polémica de los bautismos con cerveza[15]; a los hijos e hijas de nuestra hermana madre tierra, como el aceite de oliva o de otras plantas en los sacramentos que se emplean óleos santos[16], el trigo del pan y las uvas del vino, sin los cuales no hay confirmación, unción de los enfermos o eucaristía; y finalmente, a nuestro hermano el cuerpo, sin el cual no podría haber consentimiento de los novios ni consumación del matrimonio, como tampoco ordenación ministerial, que requiere de la imposición de las manos del obispo y la intención del ordenado de poner su corporalidad plena al servicio de Dios en los hermanos y hermanas de la Iglesia y la humanidad. Es con nuestra corporalidad con la cual perdonamos por amor a Dios, y es en él, en donde sobrellevamos enfermedades y tribulaciones con paz o con odio, es a él a quien convertimos en instrumento de la gracia y del amor o en instrumento de destrucción y aniquilación. Es con este hermano con quien más debemos reconciliarnos en la vida. Sacar del anonimato el rostro fraterno de la creación en nuestras celebraciones no significa negar la gracia que conducen sino invitar a descubrir como esta gracia se sirve de lo creado, pues ella significa y sirven, a su modo, a su Origen. La bondad y dignidad con la que ha sido dotada toda creatura hace que ella sea portadora de la Vida y del Amor connaturalmente, ni el Padre ni el Hijo ni el Espíritu Santo fuerzan a estas hermanos y hermanas nuestras contra su naturaleza al ser puestas al servicio de la salvación universal y cósmica, sino que vislumbran lo que desde el principio de los tiempos era su destino, ser en y para Dios, lo cual anticipan cuando son sagrados instrumentos del amor divino en la historia. A ello debemos unir, el valor per se que tiene un paisaje o un lugar bello como instrumento y puerta al misterio de la trascendencia de Dios. Esta contemplación debe ser unida a una mirada penitencial frente a la realidad, como ha dicho Aparecida, el don de la creación es despilfarrado irresponsablemente por nuestro estilo de vida. La alabanza del Cántico del hermano Sol, de nuestro hermano Francisco debe abrirnos a la confesión de nuestros pecados ecológicos, nuestra falta de respeto frente al don del sol, de las estrellas, de la luna, del agua, del fuego y de la hermana Madre Tierra. Esta dimensión confesional y litúrgica debe abrirse a la solidaridad, sólo así el seguimiento esta completo, anunciamos, celebramos y servimos en, con y por Jesucristo. Este servicio debe estar atravesado por los valores que nos son propios, debe ser un servicio en pobreza, que acompañe los procesos de los marginados a los que se les niega la tierra y sus riquezas, y que haga camino con quienes desde la Iglesia o más allá de ella ya tienen un camino de compromiso. Sobre este último punto, es bueno recordar que nuestro acercamiento al cuidado de la Creación, que nace de nuestra confesión del Padre Creador, del Hijo Redentor y del Espíritu Santo dador de vida, y que celebramos en los dones de su obra, es integral, protegemos la tierra, porque estamos abiertos a la protección de toda vida, protección que involucra el compromiso con una realidad fraterna y junta en la que se desarrolle, y podemos no estar totalmente de acuerdo con los postulados de determinadas organizaciones que ya tienen un nadar ecológico, ello no puede detener nuestro trabajo común o aprender de ellos estrategias y formas de cambiar nuestros estilos de vida.
Dentro de la Iglesia, los franciscanos deberíamos ya estar implementando en nuestras estructuras pastorales la formación activa de nuestros agentes pastorales en materias de cuidado del medio ambiente, sin perder de vista que nuestro compromiso en pobreza exige primero testimonio y luego, reflexión, ese es el modelo que nos legó nuestro Padre San Francisco. En nuestros colegios, parroquias y comunidades la implementación de la pastoral del medio ambiente propuesto por las OOPP, deben ser una urgencia y una exigencia a un necesario trabajo en red. Sería lamentable, y repudiado por el Hermano de Asís que nos quedemos con la buena fama del fundador y patrono de los ecologistas, y que ello no nos mueva a ser protagonistas y primeros actores en esta tarea.
Finalmente, ningún proceso de verdadero trabajo ecológico franciscano puede realizarse sin el abandono a nuestras actitudes cómodas y a una creatividad que mire el actuar de los pobres, en esta línea siempre es bueno recordar las “famosas tres r”[17]:
Hay que empezar por el principio. Gran parte de la basura que se recoge a diario en todo el mundo tienen que ver con el consumo excesivo de objetos de usar y tirar, como envases, bolsas plásticas o soportes desechables. Algunas recomendaciones son
Ø Consumir preferentemente productos con envases retornables.
Ø Evitar las latas y procurar consumir comida fresca.
Ø Elegir los productos con menos envoltorios, y sobre todo los que utilicen materiales reciclables.
Ø Reducir el uso, en casa, de productos tóxicos y contaminantes, para contaminar menos nuestros ríos y mares.
Ø LLeva siempre una bolsa de tela al mercado o al supermercado y evita las bolsas plásticas.
Ahorra energía en tu casa:
Apaga la televisión cuando no la estés viendo.
No dejes abierto el refrigerador cuando no sea necesario.
Utiliza la bicicleta o el transporte público.
Apaga las luces cuando no las necesites y si hay que comprar bombillas nuevas, procura que sean de las llamadas 'eficientes', que aunque son más caras, a la larga ahorran en el recibo de la luz, ¡además no se funden tanto como las otras!.
Sigue los siguientes consejos para ahorrar agua:
Consejo - Acción | Ahorro de agua |
Moja el cepillo de los dientes y enjuágate con un vaso de agua. | Con la llave cerrada ahorrarás 19 litros. |
Dúchate en vez de llenar la bañera | 60 litros de agua |
Repara los grifos que gotean y vigila los grifos mal cerrados. | Hasta 180 litros. |
Descongela los alimentos a temperatura ambiente, nunca bajo el grifo. | 15 litros. |
Utiliza una lavaza en vez de lavar la loza con la llave abierta. | La llave abierta consume 100 litros. |
Lava la fruta y la verdura en un bol. | 10 litros. |
Tira de la cadena del inodoro sólo cuando sea necesario; no lo utilices de cenicero o papelera. | Los 6 a 8 litros que contiene la cisterna. |
Lava el coche con una esponja y un cubo. | Gastarás menos de 50 litros |
Pon la lavadora y el lavavajillas cuando estén llenos del todo. | 80 litros |
Intentad regar a primera hora de la mañana o al atardecer. | En horas de sol, el 30% se evapora |
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Reutilizar
Cuantos más objetos reutilicemos, menos basura produciremos y menos recursos agotables tendremos que 'gastar'. Algunos trucos sencillos son:
Ø Comprar líquidos en botellas de vidrio retornables.
Ø Al utilizar papel para escribir, no escribas sólo en una cara y luego tires la hoja.
Ø Ragalar los juguetes usados por nuestros hijos.
Ø Regalar la ropa usada
Ø Revisa los datos que damos en el apartado siguiente.
Reciclar
Consiste en volver a utilizar materiales para fabricar de nuevo productos similares, como papel, cartón, cristal y restos de comida (para hacer abono orgánico, también denominado compost).
Crea en tu familia una cultura del reciclaje. Organiza a cada miembro con funciones específicas dentro de esta cadena ecológica. No lo hagas tú sol@. Hay que clasificar, agrupar y trasladar o solicitar el traslado de los materiales. La CONAMA publicó en sus sitio web un listado actualizado de diversas empresas de reciclaje para obras sociales en todo el país.
De todas maneras destacamos las siguientes:
Traperos de Emaus: Campaña: No lo guarde, no lo bote. Dónelo a Traperos de Emaus de Chile.
Hogar de Cristo acepta donaciones de elementos que se encuentren en buen estado y que sean de utilidad para las personas que atienden.
Fundación San José: campaña: Recicla (papel) en tu oficina.
Fundación Todo Chilenter . Programa de reacondicionamiento de computadores.
COANIQUEM : Campaña: Reciclando el vidrio... ayuda (II -RM - IV - V - VI -VIII)
[1] Justicia 3
[2] Cf. Antonio Bentué, 2001: 408-411
[3] Cf. Antonio Bentué, 2001: 413-417.
[4] Puebla 139
[5] Puebla 327
[6] Santo Domingo
[7] Aparecida 6
[8] Aparecida 13
[9] Aparecida 24
[10] Aparecida 66
[11] Spe Salvi 22
[12] OOPP 37 En: http://www.iglesia.cl/especiales/oopp2008/enlinea1.html
[13] OOPP 85.9 En: http://www.iglesia.cl/especiales/oopp2008/enlinea2.html
[14] “La mejor forma de respetar la naturaleza es promover una ecología humana abierta a la trascendencia que respetando la persona y la familia, los ambientes y las ciudades, sigue la indicación paulina de recapitular todas las cosas en Cristo y de alabar con Él al Padre (cf. 1 Co 3, 21-23). El Señor ha entregado el mundo para todos, para los de las generaciones presentes y futuras. El destino universal de los bienes exige la solidaridad con la generación presente y las futuras. Ya que los recursos son cada vez más limitados, su uso debe estar regulado según un principio de justicia distributiva respetando el desarrollo sostenible” (Aparecida 126)
[15] D 447
[16] Cf. CIC 847 §1
[17] Existen diferentes páginas en Internet con información sobre el tema, yo elegí: http://www.educarchile.cl/Portal.Base/Web/VerContenido.aspx?ID=104021