Hno. Manuel Alvarado S., ofm
Apuntes de Clases, Curso "Identidad Franciscana" (Centro Franciscano, Santiago 2014)
La iglesia ora de este modo el Viernes Santo, en la Liturgia de la
Pasión:
“Oremos también por el pueblo judío, a quien Dios
nuestro Señor hablo primero, para que acreciente en ellos el amor de su Nombre
y la fidelidad a su alianza.
Dios todopoderoso y eterno, que confiaste tus promesas
a Abraham y a sus descendientes, escucha con bondad las súplicas de tu Iglesia,
para que el pueblo de la primera Alianza llegue a la plenitud de la salvación.
Por Jesucristo, nuestro Señor.”
En
esta oración se reconoce el valor de la historia de Israel para la fe
cristiana, de ellos hemos heredado la fe en Dios
nuestro Señor, las promesas y su cumplimiento desde Abraham, y la Alianza,
cuya obediencia asegurará a los judíos la plenitud de la salvación. El
encuentro entre el Dios de Abraham, Isaac y Jacob con el pueblo judío es el
punto de partida, cuya cumbre relacional es la encarnación de Jesús, y que hace
de la historia de Israel un arquetipo de búsqueda de identidad en el creyente,
en no pocas dimensiones los desafíos, engaños y desengaños, crisis del pueblo
elegido lo son de la comunidad cristiana y de cada bautizado. Esa historia se
ha hecho palabra escrita en el Testamento Común de judíos y cristianos, no como
una historia simplemente erudita o ilustrada o mítica, sino como memorial, en
donde las actualizaciones de las interpretaciones y las interpelaciones del hoy
se insertan en su historia, la celebración de anual de la Pascua lo manifiesta
en ese diálogo entre el miembro más joven de la familia y el más anciano, es
una historia de ayer pero ocurre hoy, que pasa de generación a generación, y
ayuda a la fidelidad de la alianza y de la pertenencia a un pueblo. Podemos
decir, que allí radica el éxito del pueblo judío en la historia, pues mientras
muchos de los pueblos que se han vinculado con ellos, incluso los grandes
imperios, se han perdido en la nebulosa de los tiempos, aún podemos encontrar
en nuestro hoy a representantes del pueblo elegido.
El llamado Antiguo
Testamento guarda ese tesoro, una identidad y una pertenencia viva y en proceso,
a la cual podemos echar mano en la profundización del desafío de ser cristianos
hoy. Vamos a aceptar una de sus divisiones clásicas, sus libros se dividen en
la Torá, los proféticos y los sapienciales. Sobre los primeros, aceptaremos la
teoría de que fueron entregados a Israel, en su versión actual, como una
especie de constitución política de Israel en el retorno del exilio de
Babilonia, no sólo como documentos legislativos, sino también con una
compresión del ser humano con un origen común, desde el cual Dios elije a
Israel, le acompaña y hace alianza (más de una, con Noé, con Abraham y la del
Sinaí, por ejemplo), y una compresión de Dios como el que salva y crea, aunque
el primer aspecto sea el más profundizado en el Pentateuco. Sobre los libros
proféticos debemos destacar que se enmarcan históricamente en la crisis casi
terminal que vive el pueblo elegido desde la división del Reino del norte (Israel)
y el Sur (Judá), la desaparición del primero a manos de los asirios, cuyo
destino casi compartió a manos de los babilónicos el segundo. Las intrigas
políticas, las crisis religiosas y teológicas, el devenir de los creyentes, la
búsqueda de fidelidad, los cambios en las opciones sociales, etc., van
configurando relatos ricos en lo humano y en las dificultades que se vive en la
construcción de una identidad personal y comunitaria. Finalmente, los Libros
sapienciales son textos poéticos, aunque no significa necesariamente que estén escritos en versos,
que hablan de experiencias aprendidas, de apertura a nuevos modos de habitar el
mundo, especialmente los salmos, son palabra humana dirigida a Dios, con el
desgarro del dolor o la algarabía del gozo. Es interesante las síntesis de
historia sagrada que se pueden hallar de en ellos. Solo tomaremos un breve
texto de cada grupo, que nos servirá para iniciar nuestra búsqueda de pistas en
la construcción de nuestra propia identidad creyente heredera del pueblo elegido.
Partiremos con un texto de la Torá:
“Cuando entres en la tierra que el Señor, tu Dios, te da en herencia,
cuando tomes posesión de ella y te establezcas allí, recogerás las primicias de todos
los frutos que extraigas de la tierra que te da el Señor, tu Dios, las pondrás
en una canasta, y las llevarás al lugar elegido por el Señor, tu Dios, para
constituirlo morada de su Nombre. Entonces te presentarás al sacerdote que esté
en funciones en aquellos días, y le dirás: «Yo declaro hoy ante el Señor, tu
Dios, que he llegado a la tierra que él nos dio, porque así lo había jurado a
nuestros padres». El sacerdote tomará la canasta que tú le entregues, la
depositará ante el altar, y tú pronunciarás estas palabras en presencia del
Señor, tu Dios.
«Mi padre era un arameo errante
que bajó a Egipto y se refugió allí con unos pocos hombres, pero luego se
convirtió en una nación grande, fuerte y numerosa. Los egipcios nos
maltrataron, nos oprimieron y nos impusieron una dura servidumbre. Entonces
pedimos auxilio al Señor, el Dios de nuestros padres, y él escuchó nuestra voz.
El vio nuestra miseria, nuestro cansancio y nuestra opresión y nos hizo salir
de Egipto con el poder de su mano y la fuerza de su brazo, en medio de un gran
terror, de signos y prodigios. El nos trajo a este lugar y nos dio esta tierra
que mana leche y miel. Por eso ofrezco ahora las primicias de los frutos del
suelo que tú, Señor, me diste».
Tú depositarás las primicias ante
el Señor, tu Dios, y te postrarás ante el Señor, tu Dios, y te postrarás delante
de él.” (Deut 26,1-10, todos los textos tomados de la Biblia El libro del pueblo de Dios)
Algunas consideraciones generales sobre el texto:
·
Es parte
de los “credos de Israel”. Creer en Israel no es asumir un conjunto de dogmas,
es vivir una historia con Yahveh, donde Él es su Dios e Israel su pueblo.
Israel cree en una Alianza, en la cual Dios se ha comprometido unilateralmente
con Abraham, y en él con su posteridad racial (los judíos, en cuantos
descendientes sanguíneos) y de adhesión al proyecto de Dios (los cristianos,
que en la fe hacen a Abraham su padre, al esperar contra toda esperanza la
constante intervención Suya a favor del hombre). Esta alianza los abre a la
esperanza, nunca serán abandonados, siempre podrán esperar que su clamor sea
escuchado; la Alianza del Sinaí, por otro lado, tiene el desafío de poner a
Israel y a Yahveh como dos contratantes en igualdad de condiciones frente a la
Ley, lo cual hace que Israel siempre este en deuda, no puede responder, de allí
la interpretación de San Pablo en la carta a los Romanos, todos están en deuda
los judíos por conocer la Ley y no poder vivirla, y los paganos por
desconocerla (cf. Rom 3)
·
Está
inserto en un cuerpo legislativo que habla del culto, particularmente, es una
expresión de acción de gracias por la tierra, los frutos de la misma y la
historia que permite la posesión y la cosecha.
·
Asume el
cumplimiento de la promesa hecha a Abraham. (Cf. Gn 12) De allí la insistencia
de estar en la tierra que Dios le ha dado.
Aspectos de la identidad que se destacan:
·
La
pertenencia (racial, cultual) está unida a un territorio (una tierra a la que
se tiene derecho por el don divino) y a una historia que se pierde en el
horizonte del tiempo, el arameo errante puede referir a Abraham y a los
primeros patriarcas, como a la experiencia misma del desierto, lo cual abre la
perspectiva de la historia, no es cualquier historia es la de una promesa (un
territorio y el compromiso de Dios con su pueblo)
·
La
actitud de sumisión del creyente, al final del texto, como los aspectos dichos
tácitamente del peregrinaje de Egipto a la tierra prometida, (signos, prodigios)
deben referir a la Alianza, particularmente al cumplimiento que hace Dios de
ella. La acción de gracias se manifiesta en la obediencia.
Desde los profetas tomaremos la experiencia de
Oseas:
“El número de los israelitas será
como la arena del mar, que no se puede medir ni contar; y en lugar de decirles:
«Ustedes no son mi pueblo», les dirán: «Hijos del Dios viviente». Entonces los
hijos de Judá se reunirán con los hijos de Israel: designarán para sí un jefe
único y desbordarán del país, porque será grande el día de Izreel. Digan a sus
hermanos: «Mi pueblo» y a sus hermanas: «compadecida». ¡Acusen a su madre,
acúsenla! Porque ella no es mi mujer ni yo soy su marido. Que aparte de su
rostro sus prostituciones, y sus adulterios de entre sus senos. Si no, la desnudaré
por completo y la dejaré como el día en que nació; haré de ella un desierto, la
convertiré en tierra árida y la haré morir de sed. Y no tendré compasión de sus
hijos, porque son hijos de prostitución. Sí, su madre se prostituyó, la que los
concibió se cubrió de vergüenza, porque dijo: «Iré detrás de mis amantes, los
que me dan mi pan y mi agua, mi lana y mi lino, mi aceite y mis bebidas». Por
eso voy a obstruir su camino con espinas, la cercaré con un muro, y no
encontrará sus senderos. Irá detrás de sus amantes y no los alcanzará, los
buscará y no los encontrará. Entonces dirá: Volveré con mi primer marido,
porque antes me iba mejor que ahora». Ella no reconoció que era yo el que le
daba el trigo, el vino nuevo y el aceite fresco; el que le prodigaba la plata y
el oro que ellos emplearon para Baal. Por eso retiraré mi trigo a su tiempo y
mi vino en su estación; arrancaré mi lana y mi lino, con los que cubría su
desnudez. Ahora descubriré su deshonra a la vista de todos sus amantes, y nadie
la librará de mi mano. Haré cesar toda su alegría, sus fiestas, sus novilunios,
sus sábados y todas sus solemnidades. Devastaré su viña y su higuera, de las
que ella decía: «Este es el salario que me dieron mis amantes». Las convertiré
en una selva y las devorarán los animales del campo. Le pediré cuenta por los
días de los Baales, a los que ella quemaba incienso, cuando se adornaba con su
anillo y su collar e iba detrás de sus amantes, olvidándose de mí –oráculo del
Señor–. Por eso, yo la seduciré, la llevaré al desierto y le hablaré de su
corazón. Desde allí, le daré sus viñedos y haré del valle de Acor una puerta de
esperanza. Allí, ella responderá como en los días de su juventud, como el día
en que subía del país de Egipto. Aquel día –oráculo del Señor– tú me llamarás:
«Mi esposo» y ya no me llamarás: «Mi Baal». Le apartaré de la boca los nombres
de los Baales, y nunca más serán mencionados por su nombre. Yo estableceré para
ellos, en aquel día una alianza con los animales del campo, con las aves del
cielo y los reptiles de la tierra; extirparé del país el arco, la espada y la
guerra, y haré que descansen seguros. Yo te desposaré para siempre, te
desposaré en la justicia y el derecho, en el amor y la misericordia; te
desposaré en la fidelidad, y tú conocerás al Señor. Aquel día yo responderé
–oráculo del Señor– responderé a los cielos y ellos responderán a la tierra; y
la tierra responderá al trigo, al vino nuevo y al aceite fresco, y ellos
responderán a Izreel. Yo la sembraré
para mí en el país; tendré compasión de «No compadecida» y diré a «No es mi
pueblo»: «¡Tú eres Mi Pueblo!» y él dirá: «¡Dios mío!».” (Oseas 2)
Consideraciones generales:
·
A Oseas se le pide (cf. Os 1) encarnar la
experiencia de Israel, Dios le pide que se case con una prostituta y tenga
descendencia, que vendrán marcados por una especie de “no-ser”, ven frustrado
su destino, el cumplimiento de la promesa.
·
Oseas es un profeta del norte que le toca vivir la
crisis de fe de Israel, abandona paulatina y consistentemente la fe (confianza,
fidelidad) en Yahveh, al traicionar la experiencia de pertenencia al Dios de
sus padres, van traicionando la su propia identidad. Va perdiendo esencia ser
pueblo, ser comunidad (significativa es acá la experiencia de Amos, en cuanto
el pueblo se aleja de la fidelidad a Dios, va perdiéndose la capacidad de
reconocer al otro como unido al mismo origen y destino, se puede estafar,
engañar en lo político, en lo económico, en lo religioso al otro convertido en
un extraño) . El destino será la aniquilación.
Pista de una identidad
en Oseas:
·
La clave mística. En general, se considera que el
amor de Dios por su pueblo se expresa en la experiencia de amor entre un hombre
y una mujer, de allí, que el Cantar de los cantares, un largo poema nupcial
haya entrado en el canon judío y cristiano, y haya influenciado tanto a
creyentes de todos los tiempos. Dios ama y ese amor es eros (tendencia al otro)
y agapé (dos que se hacen uno). Oseas expresa la crisis de ese amor, la otra
cara del texto anterior, si Dios cumple con las obligaciones del amor,
liberando a su pueblo, este pueblo responde como una mujer ciega (no ve los
beneficios que recibe de aquel que la ama incondicionalmente), errante (busca
sin capacidad de saber dónde está su verdadero bien, le falta discernimiento),
perdida, no solo en clave moral, adultera y prostituta, sino en clave
existencial, sin ver y sin encontrar queda desnuda en su soledad, abatida,
desesperada.
·
Es ella quien abandona el lecho del amado
obnubilada por las expectativas ofrecidas por Baal, que pasa de un ídolo vecino
a ser el signo de toda forma de idolatría, sólo ofrece apariencias, es
realmente una máscara de la nada. Su error tendrá costo, vergüenza y dolor,
pero no es definitivo, la esperanza se abre ante un amor infinito que no se
cierra a la tristeza de la amada traicionera.
·
La identidad de Israel está en constante proceso,
debe tener un ojo puesta en los constantes baales, que con sus propuestas
sucedáneas pretenden rivalizar con el Dios verdadero; debe ser consciente de
sus propios adulterios y debe estar abierta a la permanente esperanza de que su
fidelidad no depende solo de su voluntad sino del amor y de la voluntad de
cumplimiento del Dios amante de su pueblo.
·
La clave místicas, lejos de ser alienante, ofrece
al creyente una mirada crítica y a la vez esperanzadora de la historia, de las
instituciones, de las sociedades y de todo proceso humano, siempre en búsqueda
de fidelidad y necesitada de purificaciones. Tiene como punto de partida el
amor experimentado, nos liberó, y como certeza, su amor le obliga al bien de su
pueblo. La clave mística permite entender la identidad de Israel en proceso y
discernimiento.
Finalmente,
veamos un salmo:
“¡Vengan,
cantemos con júbilo al Señor,
aclamemos a
la Roca que nos salva!
¡Lleguemos
hasta él dándole gracias,
aclamemos con
música al Señor!
Porque el
Señor es un Dios grande,
el soberano
de todos los dioses:
en su mano
están los abismos de la tierra,
y son suyas
las cumbres de las montañas;
suyo es el
mar, porque él lo hizo,
y la tierra
firme, que formaron sus manos.
¡Entren,
inclinémonos para adorarlo!
¡Doblemos la
rodilla ante el Señor que nos creó!
Porque él es
nuestro Dios,
y nosotros,
el pueblo que él apacienta,
las ovejas
conducidas por su mano.
Ojalá hoy escuchen
la voz del Señor:
«No
endurezcan su corazón como en Meribá,
como en el
día de Masá, en el desierto,
Cuando sus
padres me tentaron y provocaron,
aunque habían
visto mis obras.
Cuarenta años
me disgustó esa generación,
hasta que
dije:
«Es un pueblo
de corazón extraviado,
que no conoce
mis caminos».
Por eso juré en mi indignación:
«Jamás
entrarán en mi Reposo».” (Salmo 95)
Dentro del salterio el Salmo 95, es
uno de los que aclama la bondad y la acción permanente de Yahveh en favor de su
pueblo. La identidad de Israel tiene como referencia la “Roca”, primero, como
lo sólido sobre lo que está edificada toda la creación, propiedad de Dios desde
el punto más alto, “las cumbres de los montes”, hasta “los abismos”, y en medio
de ambos los mares y la tierra firme, todo el escenario donde se sitúa al ser
humano. La tierra prometida es ensanchada a toda la creación, con lo cual hay
una consecuencia implícita, la promesa es para todo aquel que habita este
escenario creacional, aquí hay una universalidad o catolicidad en germen. La
“Roca” es, también, el signo de la compañía de Yahveh en el desierto, cuando el
pueblo se diente desfallecer de sed, Dios hará de la dureza de la piedra una
fuente para que se sacien, como contraparte, es signo de la dureza del propio
pueblo, que duda de Dios y de Moisés, se queja y piensa lo peor (cf. Ex 17) Israel
se reconoce propiedad de Yahveh, que le cuida, le escucha y lo sacia en su
historia, habitando un mundo que no le pertenece, y con conciencia crítica de
sí mismo, es un pueblo de corazón duro como una roca, que finalmente no podrá
volver al descanso del Edén (cf. Gen 3) Los últimos versos del Salmo son los
más duros, están en clave de la Alianza del Sinaí.
Finalmente, debemos decir que la identidad en el Antiguo Testamento se
forma desde la memoria, tanto de la acción de Dios a favor de su pueblo como de
la constantes crisis de fidelidad del mismo pueblo, y la obediencia a un amor
divino que se hace alianza, que está atento al devenir de su pueblo, pero que
conlleva responsabilidad del mismo.