28 de octubre de 2012
Hoy día,
hermanos, en el marco de la celebración del triunfo de Jesucristo sobre el
pecado y la muerte, ha querido la vida encontrarnos para recordar y alabar a
Dios por el don de Fidel Clavijo, hermano franciscano. Fidel nació en el seno
de la una familia de fe, sus papas Hernán y María, 7 hermanos, su padre diácono
permanente de la Iglesia, desde allí se sintió llamado y conducido, “por amor
de su nombre”, a las “verdes praderas” y las “aguas tranquilas”, el lugar del
descanso y de la paz, como dice el Salmo 22, que no sólo es la vida eterna,
sino la realización de la propia vocación, en su caso vocación sus laical a ser
hermano menor, seguidor de Cristo al modo del hermano Francisco.
Pedí al
coro cantar “Todo hombre simple”, que acabamos de escuchar, porque el Evangelio
nos recuerda a un “hombre simple” a Timeo, el ciego. Un hombre simple es un
hombre libre, con poco que perder y mucho que ganar. ¿Qué tiene que perder por
invocar a Jesús? Timeo no se sienta a elaborar una teoría sobre el Mesías o “el
Hijo de David”, está lejos de las escuelas farisaicas o saduceas,
contemporáneas a Jesús, que necesitan pruebas, Timeo necesita solo misericordia
con una vida de sufrimiento y marginalidad. Su fe nace de su humildad no
teorizada sino vivida. Una humildad, que seguramente fue también humillación
vivida. “Muchos lo reprendían para que se callara”, nos dice el Evangelio
proclamado. Y Timeo recibe como premio esa misericordia esperada, me ha llamado
la atención en los Evangelios, que las palabras de Jesús dadas a Timeo, y a
otros pobres y marginados: “Vete, tu fe te ha salvado”, no son dirigidas nunca
a los Apóstoles o a los discípulos más cercanos. De Timeo no sabremos más en el
Nuevo Testamento, que se hizo discípulo no hay duda, luego de recuperar la
vista seguía a Jesús, pero no fue de los círculos más íntimos, Timeo representa
la santidad anónima y cotidiana de tantos hombres y mujeres de fe, que nunca
llegarán a un altar, pero que innegablemente, han marcado vida ¿a cuántos
convirtió Timeo contando como paso de ciego a vidente gracias a Jesús? Nunca lo
sabremos, pero no tengo dudas que el corazón de muchos abrazó a Jesús por su
testimonio. Junto a Timeo, los franciscanos tenemos al hermano Junípero, uno de
los primeros compañeros de Francisco, cuanto era el cariño que se profesaban y
quizás, porque no, San Francisco y san Buenaventura no habrán envidiado la
libertad de acción y de palabras del más simple de los primeros compañeros en
la vida fraterna franciscana. En esa tradición quiero unir el testimonio de
Fidel entre nosotros.
Fidel fue
un “hombre simple”, de esos hermanos menores que no elaboran ni teología, ni
pueden ostentar títulos académicos o ser contados entre los llamados a ocupar
los oficios o servicios de autoridad entre los hermanos, siento que por ello,
era un hombre simple y libre, como un niño grande, que dice lo que piensa, a su
modo, pues es “poco” lo que tiene que cuidar o perder, su vida, sencillez y
humildad, nos recuerda al ciego Timeo del Evangelio, y a Junípero de la primera
fraternidad de hermanos menores. Un hombre simple necesita pocas cosas para ser
feliz. Cosas como tecnología o ropa, no son malas en sí, pero pueden robarnos
la libertad de amar o peor aún pueden desviar la atención sobre lo esencial,
ser hermanos menores en misión, en el caso de cualquier seguidor de la vida
franciscana ¿Podríamos negar que Fidel fuese un hombre simple y pobre? Pocas
las cosas que podamos decir fuesen de él y pocas las cosas que anhelase como
propias, trabajaba con sus propias manos, podía ser sacristán o estar inserto
en la población, o en una casa de misiones, Fidel era siempre el mismo, feliz y
bonachón. Encarnó que “… los gozos simples son los más hermosos, son aquellos
que al fin son los más grandiosos…”, era un gozador de la vida, como dice el
canto, verlo disfrutar de alimentar al pavo real o a las aves del parque del
Convento, cantar a toda voz en las misas, o verlo correr a la puerta del templo
en medio de las protestas callejeras del último tiempo, era descubrirlo niño
¿Quién puede olvidar su risa estruendosa, capaz de llenar una sala? Su fuerza
era el Señor, no tengo dudas, fiel a la oración cada mañana y tarde, compañero
fiel en el oratorio de nuestro hermano Lele. Esa fuerza lo llevaba a creer con
firmeza en que para Dios nada es imposible, sanar el cuerpo y el alma, allí no
necesitaba de las discusiones de escuela sobre que es un milagro o sí es
canónico, es decir, dentro de las normas de la Iglesia, que un laico pueda
imponer manos. Podía intelectualmente no dar razones de esa fe, pero no podemos
negar a cuantos ayudo a superar un problema o a vivir un dolor, una enfermedad,
una pérdida ¿Cuántos abrazaron o profundizaron su fe gracias al testimonio de
esa fe simple? Quizás nunca lo sabremos. Sólo esa fe de hombre simple, explica
que siendo no pocos quienes lo buscaban, nunca hiciese de ello un negocio o se
llenase de un orgullo apropiador del don, todo lo contrario, la misma humildad
en el actuar y sentir en el día a día. Como “hombre simple” se consagró como
hermano laico franciscano, estudió, cosa que le costó, como ya dije vivió en la
inserción, formación, casas misioneras, sus últimos años acá en san Francisco
de Alameda, sirvió en la OFS, acompañó comunidades, especialmente, en estos
últimos años se asocio a la Renovación Carismática. Se destacó con un profundo
sentido social, una profunda opción por los pobres, en el Comedor san Antonio y
la Ayuda Fraterna, que los extrañaran mucho, igual que los beneficiados por su
ayuda anónima. Los extrañaran, también, quienes se vieron acompañados por sus
tés o cafés bien conversados, nunca acompañados por quesos calientes, que le
hacían mal. Lo extrañaremos, también, sus hermanos franciscanos ¿Quién va a ser
el primero en bajar a la cripta para ayudar a bajar a los hermanos difuntos?
¿Quién nos va a sorprender con las preguntas-discurso en los Capítulos o
jornadas provinciales? ¿Quién va a ser el primero disponible para los trabajos
de fuerza bruta? Sí. Lo vamos a
extrañar, su familia, sus hermanos, el pueblo de Dios, porque hemos perdido a
un hombre simple, que nos ha hablado de Dios, de su gracia, de su misericordia,
de su fidelidad, en la limitación y debilidad de un hermano, capaz del bien y
la solidaridad. Descansa en paz, Fidel, y ahora goza junto al Amado siendo
plenamente tú, porque lo que nosotros esperamos, en ti ya se ha manifestado.
Paz y Bien