(Publicado en PANCHITO de abril del 2012)
Hno. Manuel Alvarado S.
Asistente Nacional OFM
El
Papa Bendicto XVI ha convocado desde el 11 de Octubre de 2012 a la fiesta de
Cristo Rey del 2013 a un año de la Fe, cuyos objetivos están expresados en
Carta Apóstolica en forma motu proprio titulado Porta Fide (PF). En el horizonte de esta celebración esta el
cincuentenario de la apertura del Concilio Vaticano II, inspiración del Beato
Juan XXIII, miembro de la OFS, y los veinte años de la publicación del
Catecismo de la Iglesia Católica por el Beato Juan Pablo II. Estos dos hechos
marcan para nuestra espiritualidad franciscana un tiempo de gracia, nos invitan
a renovar nuestra vuelta a las fuentes, al Cristo de Francisco y a la
experiencia bautismal del pobre de Asís y de Clara, de quien aún celebramos los
ochocientos años de su huida en Domingo de Ramos y funda a las Damas Pobres. El
Catecismo nos renueva en nuestra Formación Permanente, directa o explícitamente
estamos citándolo, aun nos queda la no fácil tarea de leerlo a la luz de
nuestra tradición, en fidelidad a la comunión y a la inspiración de nuestros
Padres, Francisco y Clara. Al mirar estos últimos cincuenta años, con sus gozos
y dolores, somos invitados a volver a pasar por la “puerta de la fe”, lo cual
“… supone emprender un camino que dura toda la vida. Éste empieza con el
bautismo (cf. Rm 6, 4), con el que podemos llamar a Dios con el nombre de
Padre, y se concluye con el paso de la muerte a la vida eterna, fruto de la
resurrección del Señor Jesús que, con el don del Espíritu Santo, ha querido
unir en su misma gloria a cuantos creen en él (cf. Jn 17, 22)” (PF 1). Este
camino del bautismo a la vida eterna, nosotros lo hacemos profesando la forma y
vida de los franciscanos, en la cual yo “… renuevo las
promesas del bautismo y me consagro al servicio de su Reino…”, prometiendo “… vivir
el Evangelio de Nuestro Señor Jesucristo en la Orden Franciscana Seglar,
observando la Regla según mi estado laical (fórmula de profesión OFS). Este Año de la Fe, nos
debe abrir a renovar el compromiso con el Credo, la síntesis de las verdades de
nuestra fe, no sólo como conocimiento sino ante todo como práctica cotidiana de
nuestro modo de vida franciscana.
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