Publicados en Revista Nuestro Camino Julio 2011
Fecha: Domingo 10 de Julio de 2011. 15° durante el año.
Textos bíblicos: Is 55,10-11; salm 64; Rom 8, 18-23; Mt 13, 1-23.
Comentario al Evangelio.
Los próximos tres domingos leeremos en Mateo un conjunto de parábolas en boca de Jesús. Las parábolas manifiestan la actitud de Maestro de Jesús, era usual que los rabinos de la época se centrasen en algún versículo o tema del Antiguo Testamento al que unen algún relato campesino o de raíz popular para explicar el sentido y el fondo de la Palabra de Dios. Jesús se manifiesta como el Maestro, aquel capaz de expresar en forma sencilla el misterio de su Padre y con autoridad, “subió a la barca y se sentó”, frente a Él hay una comunidad expectante, hambreada de palabras que le ayuden a sostenerse en la vida y que le comuniquen la necesaria cercanía amorosa de Dios.
Las parábolas de Mateo 13 están centradas en el Reino o Reinado de Dios. La muchedumbre debe comprender que este Reinado no se identifica con un régimen político determinado sino con la seriedad que exige la aceptación personal y la vivencia comunitaria de las “semillas” plantadas por el “sembrador”. Éste último no es otro que Él mismo, por lo tanto las semillas son su palabra, sus gestos, su modo de habitar el mundo, que se vuelve ejemplar, lo que se quiere plantar es el proyecto de Dios para el mundo, que no es otra cosa que la solidaridad, la comunión, la construcción de un mundo renovado en el amor y sus exigencias. El Reinado se centra en el amor al prójimo como único camino de verdadero y autentico amor a Dios, hasta la cruz si fuese necesario. Y esto exige seriedad: exige un corazón purificado y vuelto a Dios, nadie puede servir a dos señores, a su propio egoísmo y a la alteridad, encuentro fraterno con el otro, que nace de descubrirse amado por el Gran Otro, y ante lo cual solo se puede responder amando a tu hermano. Exige ser adulto en el amor, no una adultez unida a la edad sino en echar raíces en el proyecto de solidaridad del Padre con el hombre, expresado en la encarnación de su Hijo, el amor no es una mera emocionalidad, un fuego que arde muy rápido se apaga muy rápido, el verdadero amor al prójimo no teme ni la mala comprensión, ni la falta de gratuidad, ni la falta de reconocimiento, solo busca hacer comunión con su hermano, comprometerse con Él. Exige disponibilidad, el Antiguo Testamento hablaba de amar a Dios sobre todas las cosas, Jesús matiza esas “cosas”, hay que amar al prójimo en Dios, más allá de tus afectos, predilecciones, lugar social, autoridad o cultura, y sobretodo más allá de los bienes, en sencillo, quien quiera que Dios reine en su corazón y en su vida debe ser libre para amar y servir. Estas exigencias son irrenunciables.
Quien no esté dispuesto a vivir su vida de fe o su compromiso con el ser humano y la creación con estas exigencias, encontrará que Jesús y su propuesta de reinado se convierten en una piedra de tope. Quienes adherimos públicamente a la fe, en una tradición religiosa cristiana determinada, somos privilegiados, “muchos profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon”. Pero ese privilegio es madre de una responsabilidad, lo que vemos, el paso de Dios donde un hombre o una mujer oran y se comprometen con el dolor, la miseria, la postergación o el olvido de quienes sufren, allí Jesús se hace pan partido y compartido, no es para agotarse en una fe divorciada de la vida, sino para convertirse en una vida que busca a su hermano y bajarlo de la cruz, sin esta fe, profesada y vivida, la Iglesia y su propuesta se convierte en un mero ritualismo sin alma, en una pieza de museo o lo peor en enemiga de quienes verdaderamente quieren hacer del reinado de Dios una realidad para los pobres, los abatidos, los pecadores. Muchas veces la piedra de tope no es Jesús sino nuestra falta de testimonio más allá de la misa dominical o nuestras manifestaciones de piedad. Tanto dentro como fuera de la Iglesia debemos combatir aquello que nos hace ciegos del paso de Dios y su Reino, partiendo por nuestra propia comunidad siempre necesitada de conversión y de allí al resto de la sociedad, el Reino no se identifica ni con la Iglesia ni con un modo particular de organizar la sociedad, pero su centralidad en el corazón y en la opción fundamental, que debe hacer cada creyente, iluminará estas realidades comunitarias.
Preguntas
¿Descubro a Jesús como el Maestro, más aún como el único Maestro, para mi vida y mis opciones? ¿En mi labor de catequista o pastor hago el esfuerzo por presentar la causa de Jesús en un lenguaje sencillo? ¿Cómo esta me testimonio de vida frente al Evangelio? ¿Descubro mi fe como un privilegio del nace una responsabilidad?
Fecha: Domingo 17 de Julio de 2011. 16° durante el año.
Textos bíblicos: Sab 12,13.16-19; salm 85; Rom 8, 26-27; Mt 13,24-43
Comentario al Evangelio.
El mundo es el campo de Dios, el lugar creado para manifestar la bondad de Dios en todo lo creado, más aún creado para que este Señor tenga donde depositar sus beneficios. No son pocos los cristianos que sufren de una “sana envidia” al ver a hombres o mujeres que con o sin el don de la fe se desgastan en ir en ayuda de los pobres o necesitados, que se comprometen con nuestra hermana la madre tierra, o abandonan sus carreras o familias para sumarse a organizaciones cristianas o no, en favor de los menos beneficiados en Haití o el Amazonas, por ejemplo. Podemos decir, sin lugar a dudas, que el amor da frutos en medio del mundo desde dentro y fuera de la Iglesia. Esa experiencia va unida a la contemplación dolorosa de que aún no podemos extirpar ni la guerra, seguimos gastando más dinero en armas que en proyectos sociales, ni la explotación del hombre por el hombre, tráfico de inmigrantes, condiciones inhumanas en vastas extensiones del planeta y aún dentro de los llamados países desarrollados y cuanto más en los que nos llamamos en vías de desarrollo. La grandeza humana sigue coexistiendo con la podredumbre de nuestro egoísmo. El mundo es lo que es no por un designio divino, sino por estar constantemente tirado y exigido por estas dos realidades que nacen de nuestro corazón.
El hombre es un animal en tensión entre el simio y el superhombre, dice un pensador alemán, para nosotros ese superhombre no es otro que Jesús y su propuesta, está llamado a sacar lo mejor de sí, abriéndose al otro, sirviendo al otro, comprometiéndose con el otro, saliendo de su egoísmo, el ser humano se engrandece y se acerca a su verdadera identidad, hacerse otro Cristo, como el Padre Hurtado o la Madre Teresa lo manifestaron en el siglo recién pasado. No cualquier camino o proceso es válido, hay que aprender de los pobres, y dar un paso a la vez y partir de lo pequeño, descubrir el valor de esa pequeñez, muchas veces despreciada en nuestras sociedades de consumo, con su culto al lucro y la imagen, lo pequeño esta preñado de grandeza, como María, nuestra madre, como el grano de mostaza. Sí se es pobre, como actitud del corazón, y pequeño se sabe que se debe renunciar a la pretensión de construir un mundo paralelo, se debe vivir en este mundo con la decisión de cambiarlo, de hacerlo más acogedor, más justo, más ecológico, etc., no con las armas o la violencia, sino con la fuerza del testimonio, como la levadura en la masa, es la menor de las partes que hacen la masa, pero es fundamental, sí no ésta se nota; del mismo modo los creyentes, no estamos llamados a la fuga del mundo, sino al compromiso con él, no para liderarlo sino para acompañar y apoyar los procesos y liderazgos que se unen a nuestra búsqueda del Reino. Podemos llegar a ser minoría, pero nuestro testimonio debe convencer al mundo, que nuestra presencia es un faro de solidaridad.
Preguntas
¿Cómo me enfrento al mundo y sus desafíos evangélicos en el día de hoy? ¿He evangelizado mi sentir y mi comprender “el mundo”? ¿Cuánto estoy dispuesto a dar de mi tiempo, de mis bienes, de mi compromiso para construir un mundo más cercano al reinado de Dios? ¿Construyo una Iglesia que acompañe los procesos de Justicia y de Compromiso con los pobres y la Tierra?
Fecha: Domingo 24 de Julio de 2011. 17° durante el año.
Textos bíblicos: 1 Rey 3, 5-12; salm 118; Rom 8,28-30; Mt 13, 44-52
Comentario al Evangelio.
Finalizamos este domingo con Mateo 13. Nos encontramos con cuatro parábolas de Jesús. En las dos primeras, la del tesoro y la de perla fina se centran en el encuentro. Es un tema recurrente en el Nuevo Testamento, Dios sale al encuentro del hombre y ese encuentro se transforma en asombro, el ser humano es alcanzado por el amor, por la aceptación, en fin, por la gracia que se derrama sobre sí. Se mira a sí mismo y descubre la incondicionalidad de ese amor, el sin mérito propio. “Vender todas las posesiones” expresa la única respuesta posible, abandona su yo y su carga de egoísmo, se descentra para centrarse en aquel que le ofrece lo que con conciencia o sin ella ha buscado su corazón. El hombre o la mujer busca ser amado sin condiciones o dobleces, entonces cuando le sale al camino Jesús y su proyecto de vida ¿Qué valor tiene el dinero o la posición o la fama cuando has alcanzado lo deseado? Su valor es nada, solo queda liberarse de las cargas para poder disfrutar al máximo las caricias y el descanso en el Amado. El fruto de ese encuentro en el creyente es la alegría, una constante en el mensaje de Jesús, su vivencia es la mayor prueba de tu conversión, la mejor evangelización comienza, se sostiene y da frutos en una cara sonriente y acogedora.
Seguir a Jesús exige seriedad en la vida y las opciones. Esas imágenes del fin del mundo en que aparecen ángeles separando a buenos y malos requieren de una lectura correcta, deben ser leídas desde, primero, la voluntad de Dios manifestada en Jesús es la salvación universal y cósmica, todos y todo será salvado, y alejarse de la tentación de pensar que ya hay destinados a la salvación y otros a la condenación. Sí habrá juicio, pero lo correcto es decir que ya hay juicio en tu vida, la pregunta de Dios a Caín por su hermano Abel: ¿Dónde está tu hermano? Nos es hecha día a día por la Palabra y la Eucaristía. No creas, hermano o hermana, que la red será echada al mar mañana o pasado, está siendo echada en este momento de tu vida y exige que tomes con seriedad el compromiso al que este Padre, que te ama y te lo ha probado con el sacrificio y resurrección de su Hijo muy amado, y este compromiso que no se agota en la celebración de ritos o prácticas de piedad, sino que se alimenta de estos, pero busca dar frutos de solidaridad en medio del mundo, que es campo de Dios. La misión no es pequeña, “ser bueno” es actuar, sentir y amar como aquel que te ha salido al encuentro, y ser tú mediación para que otros deseen abrazar al muy Amado.
¿Lo han entendido todo? Nos pregunta Jesús y expresa su cuarta parábola. Cada tiempo tiene el desafío de hacer viable caminar los senderos del Evangelio, purificarse de las estructuras caducas, como nos dice Aparecida, transformar otras para que den los frutos deseados, renovar otras para que expresen su fuerza y su testimonio al hombre o a la mujer de su tiempo. La sabiduría es saber mirar el pasado como origen del presente para proyectar el mañana; ella se articula aquí a la sana tradición de la meditación de la palabra, la misma palabra que transformó la vida de Francisco de Asís o del Padre Hurtado, unida a una fuerte solidaridad, buscar bajar de la cruz a los crucificados de tu hoy. No hay que dejarse seducir ni por la mera novedad o por la dictadura del “siempre se ha hecho así”. El tesoro que se ha hecho encontradizo, Aquel que te ama sin condiciones y misericordiosamente hasta sacrificar al más Amado por ti, ya está en el camino recorrido por la Iglesia, testimonio son sus vencedores, los santos y santas, pero unido a las inquietudes, malestares y búsquedas del hombre o la mujer de hoy, neoliberal, hambreado de espiritualidad, que busca en el oriente o en una religiosidad que toma elementos de aquí y de allá, que defiende la naturaleza. De ambos salen las “cosas nuevas y viejas” que renovarán el “campo de Dios”.
Preguntas
¿Me siento encontrado por un Dios que me ama? ¿Cómo se expresa ese encuentro en mi vida? ¿Cuánto estoy dispuesto a dejar para construir el Reino? ¿Descubro la urgencia para hoy, cuando se está tirando la red, para amar más efectivamente a mi prójimo? ¿Cómo esta mi fidelidad a la sabiduría y a la tradición en mi caminar creyente?
Fecha: Domingo, 31 de Julio de 2011. 18° durante el año.
Textos bíblicos: Is 55,1-3; salm 144; Rom 8, 35.37-39; Mt 14,13-21
Comentario a las lecturas.
La multiplicación de los panes es el milagro de Jesús que somos invitados a contemplar este domingo ¿Por qué Jesús realiza este acto? El mismo Mateo nos da la clave: “al ver la multitud, se compadeció”. La compasión es el motor de su milagro, consiste en sentir con el otro, tu dolor es mi dolor, tu miseria es mi miseria, ella es lo contrario a la indiferencia. La compasión está unida al amor, amar es querer parecer e, incluso, padecer lo que el amado vive. No hemos escuchado o dicho, por ejemplo, a una madre decir frente al dolor de su hijo, ojala lo sufriera yo. O que experiencia más frustrante es la de no poder evitar el dolor o el daño que padece por sí o por otros, alguien a quien amamos. Esa es la experiencia de la compasión que vive Jesús, lo primero que hace es sanar un número indeterminado de enfermos, Él no puede ser indiferente frente al sufrimiento de quienes ama. Sanar y salvar son sinónimos, de allí que ser sanado en el cuerpo es anticipo de la salvación integral que esperamos en la resurrección y en la creación nueva que profesamos en el Credo dominical. Nunca debemos olvidar que Jesús pasa por tu lado y no puede ser indiferente, sino al contrario se hace solidario y compasivo ante el dolor de tu pérdida, de tu enfermedad, de angustia, de la injusticia que padeces, y, también, de tu miedo a morir.
El milagro de la multiplicación de los panes no es, por lo tanto, una mera muestra de poder, es prueba de que tus necesidades son importantes para tu Señor. Nada más básico que saciar el hambre, no podríamos hablar de un Dios bueno, clemente y compasivo, mientras vemos masas que esperan la muerte con el dolor del hambre. Sí, Jesús está dispuesto a dar pan y pescado a una multitud hambrienta, te imaginas ¿Cuántos dones no querrá multiplicar en tu vida? ¿Cuántos consuelos no querrá darte? ¿Cuántas gracias no estará dispuesto a compartir contigo? Y ¿Cuánto ya no ha compartido contigo?
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