Hno. Manuel Alvarado, ofm.
Animador Provincial de JPIC (Provincia franciscana de la Santísima Trinidad).
Animador Provincial de JPIC (Provincia franciscana de la Santísima Trinidad).
Agradecido, primeramente, por la invitación de la hermana Trinidad Graver, Presidenta de la Familia Franciscana en Chile, me dirijo a los superiores y superioras mayores, Ministros de la OFS y Animadora Nacional de la JUFRA, para presentar, brevemente, el II Congreso de JPIC de la OFM celebrado en Uberlandia (Brasil) entre el 29 de enero y el 8 de febrero del presente año, un tiempo del Espíritu que quiere renovar la cara del seguimiento de Jesús al estilo de nuestros hermanos Francisco y Clara, y la multitud de religiosos, religiosas, clérigos, laicos y laicas que mirándolos a ellos han logrado, y muchos logran aún, la comunión con los hombres y mujeres, y con la creación, como signo de la realización plena de la búsqueda humana y cósmica de reencontrarse en el seno de nuestro Dios Padre y Madre. No hemos queridos ser egoístas y guardarnos sólo para los hermanos de la OFM los frutos y desafíos que brotan del II Congreso, queremos compartir los sueños que de él brotan y también, invitarlos a caminar juntos en la tarea de hacerlos realidad en el día a día, en las tareas cotidianas y sobretodo en el corazón, lugar en y desde donde debe partir la conversión.
El año 2006 marca para los hermanos menores el inicio de las celebraciones jubilares de los 800 años de la aprobación de la “forma vitae” por parte del papa Inocencio III, lo cual es, podemos decir, el momento jurídico fundacional de la Orden y con ella de la Familia Franciscana. Quiere ser una “celebración jubilar”, o sea, un momento de restituir a Dios todas las gracias que el ha regalado por medio de Francisco y sus discípulos y discípulas a la Iglesia y a la humanidad; el jubileo[1] consiste en detenerse de la actividad diaria y cotidiana, o sea en descentrarse, en liberarse y liberar, para poder centrarse en lo verdaderamente importante, la acción salvadora del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, de la cual somos testimonios, nosotros somos liberados; testigos, los de acá y los de allá son liberados; y sacramentos, por nosotros, y ojalá no a pesar de nosotros, se sigue operando la liberación/salvación de hombres y mujeres en nuestro tiempo y sociedad; el jubileo debe ser, entonces, diferente a una conmemoración histórica, es un memorial, un volver a hacer presente el pasado, en este caso la experiencia originante y original del hermano Francisco de Asís y su forma de vida. La “forma vitae” expresa la humanidad radical del proyecto franciscano, él como cualquier otro tipo de comunidad o sociedad requiere asegurar su sobrevivencia, su modo de ejercer la autoridad y de relacionarse con otras comunidades diversas o entre las cuales esta sujeta o inserta, todas las relaciones humanas y sociales son sujetas a posibilidad de la injusticia, las normas buscan asegurar el buen funcionamiento y el más justo modo de encontrarse con el otro ser humano, con la naturaleza y con lo trascendente, o sea, con el otro y el Gran Otro.
El conjunto de citas bíblicas, que suponen los estudiosos del franciscanismo, contiene la protorregla presentada a Inocencio III habla del desde donde y del norte del proyecto de esos pobres de Asís con Francisco a la cabeza: El Evangelio; sin embargo, podemos caer en un error, llegar a pensar que fue el fruto de cavilaciones juridicistas cuyo fruto fue el texto final, nada más alejado del modo de vivir la fe de Francisco y sus primeros compañeros. La “forma vitae” nace de la experiencia, de la vivencia del día a día, pues antes del “momento fundacional jurídico” hay un “momento fundacional carismático”, que se vive en la intimidad de Dios y de Francisco, que es finalmente quien sustenta y fundamenta la norma que se propone para vivir. Ese momento del Espíritu la tradición la fija en el año 1206, año de la conversión del hermano Francisco, ahora que ocurrió o que desencadenó en él su estilo de seguimiento, eso queda en la nebulosa de la historia, en su Testamento el da pistas que nos pueden ser útiles:
“El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de ellos, lo que me aparecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después de un tiempo salí del mundo”[2]
De su propio testimonio podemos concluir:
El II Congreso optó por una metodología[7] que parte preguntando por el como se da el proceso de exclusión hoy, que mentalidades, ideologías, estructuras políticas, culturales, económicas y religiosas la sustentan y perpetúan en el tiempo y espacio social y por los sujetos excluidos de nuestro mundo, los rostros concretos de los excluidos de la sociedad del siglo XXI. Éste es un proceso necesario para no caer en la ingenuidad de pensar que los excluidos y marginados nacen por generación espontánea, ellos están en esa calidad y se mantienen allí porque hay mecanismos sociales que lo posibilitan y más aún lo quieren así, la ingenuidad o simplismo en nuestros juicios sociales nos pueden hacer parte de esos mecanismos estructurales de injusticia, ya sea como cómplices de palabra, obra u omisión, del mismo modo que no debemos olvidar que esos mecanismos perpetuadores de la marginación no existen en el aire sino que viven en cuanto hay seres humanos que lo animan y los mueven. “Nuestra humanidad es una “humanidad crucificada” y muchos, muchísimos, son los “crucificados” que forman el mundo de los excluidos. Mientras ha crecido la capacidad de la humanidad para producir riqueza, ha habido grandes avances en la conciencia de las sociedades sobre la dignidad y los derechos de las personas y los pueblos, se ha facilitado la comunicación entre los pueblos y la posibilidad de compartir los recursos; no podemos negar que al ritmo que aumenta la riqueza, aumenta también la avidez para controlarla por parte de los que ostentan el poder, no sólo económico. Esto lleva a que aumenten los excluidos”[8].
El segundo momento consistió en una novedad, concluido ya la búsqueda de los mecanismos marginadores y de sus víctimas, los excluidos, la tarea es entrar en su propia organización[9], o sea, descubrir que los marginados son actores y actores principales de su propia historia, capaces de organizarse en búsqueda de soluciones a sus propias luchas, la novedad radica en que ello nos invita a caminar junto al marginado, como un compañero de camino y no como quien le hace el camino, el desafío es creer que estamos frente a adultos en la historia, hombres y mujeres concientes de sus derechos y obligaciones sociales, políticas, medioambientales y económicas, que ya no piden ni suplicas lo que por derecho les corresponde, sino que lo exigen, aunque eso incomode o no sea comprendido de buenas a primeras, esta capacidad organizativas, como toda estructura humana, es ambigua, pero lo es menos que la perpetuación de modelos de dominación y exclusión encallados en nuestras sociedades.
El método lleva a un tercer momento, la pregunta por nosotros y nuestro modo de insertarnos en su organización, ¿somos meros espectadores de esta capacidad organizativa de los pobres, marginados y excluidos? ¿somos de quienes desconfiamos de esas organizaciones por ser “comunistas”, “anarquistas”, “utópicas”, “violentas”? ¿somos de quiénes ni siquiera nos hemos dado cuenta de que existen? El desafío más importante de este tercer momento es no caer en la tentación de encubrir nuestra indiferencia o ignorancia frente a estos nuevos movimientos, apologizando nuestras muchas obras de caridad y solidaridad en nuestros conventos, colegios o parroquias, allí están los hogares de ancianos, los comedores, las onces solidarias de navidad, las canastas familiares, etc. Nadie niega el valor intrínseco que posee cada obra solidaria que realizamos[10], pero ellas también necesitan pasar por el cedazo del Evangelio y de la experiencia fundante de Francisco y el encuentro con el leproso, pues incluso nuestras buenas obras pueden estar siendo cómplices del mantenimiento de la exclusión, pueden estar adormilando o drogando la necesidad de que los excluidos se organicen y sean protagonistas de sus propias luchas[11].
Nuestra tarea al caminar con ellos, no es aceptar todo lo que en ellos esta como bueno “per se” – no es reeditar la doctrina del indio bueno por la del pobre bueno-, sino iluminar con la experiencia de fe en Jesucristo y con el estilo de vida fraterno y menor, que sus búsquedas son queridas y acompañadas por el Padre, son la causa de su Hijo, por la cual se encarnó y murió como un pobre y un excluido, y son la presencia del Espíritu Santo que enciende sus corazones y los tensiona hacia el proyecto de fraternidad cósmica del Dios Trino y Uno, y en paralelo los pone en sobreaviso a las ambigüedades a las que en la tarea de concretizar sus búsquedas se verán enfrentados. Por ello, “caminar junto a” no significa renunciar a nuestra exigencia de ser profetas en el mundo y en la Iglesia, ni ha ser la voz de los sin voz y de dar, incluso, la vida si es necesario por la causa del Evangelio en la defensa de la vida, de la dignidad humana y de lo creado[12], pero invitados ha serlo por, con y entre los predilectos de nuestro Dios[13], solo así evangelizamos y nos dejamos evangelizar, “... como lo hizo Francisco, movido tanto por el espíritu del Señor como por el amor apasionado e incondicional; dispuestos no solo a tratarlos con misericordia y a compartir lo mejor de nosotros mismos, sino sobre todo a escucharlos y a dejarnos convertir por ellos”[14], ello lo vivimos en alma y en cuerpo al convivir un fin de semana con los “Sin Tierra”. Todo lo dicho no niega la presencia de nuestras propias ambigüedades, personales e institucionales en nuestra relación con las causas y los excluidos[15], al respecto fray José Rodríguez Carballo expreso: “Tengo miedo o, mejor aún, verdadero pánico de que la crisis que atravesamos, entendiendo ésta como oportunidad y dificultad, nos lleve a veces a paliar la inseguridad y el desconcierto en que vivimos y el déficit de vida, con palabras y discursos, inicialmente al menos algunas veces bonitos y novedosos, pero que muy pronto se convierten en tópicos, de modo que antes de ser estrenados vitalmente nos resuenan enseguida a envejecidos y superados, porque poco tienen que ver con nuestra vida concreta”[16], por ello, ante tan gran desafío solo queda pedir perdón y abrirse a la gracia, “... pedimos humildemente perdón por las veces que nos hemos separado de los pobres y de los excluidos. Lo hacemos a nombre propio y en nombre de los hermanos de ayer y de hoy. Al mismo tiempo queremos y deseamos ardientemente acoger el desafío que al inicio de las celebraciones del VIII centenario de la fundación de nuestra Orden y de este tercer milenio nos lanza la forma de vida que profesamos, la Iglesia y la sociedad en que vivimos...”[17].
Aunque suene muy reiterado a nuestros oídos vivimos un tiempo de crisis, eclesial, social, político, etc., lo importante, a mi parecer, radica en entenderla como “oportunidad y dificultad”, como ha dicho fray José Rodríguez Carvallo en el II Congreso de JPIC en Uberlandia-Brasil. Es en medio de esta crisis en donde debemos levantar la mirada y descubrir la oportunidad, para ello tenemos diversos momentos celebrativos que podemos y debemos hacer nuestro, a nivel nacional la proximidad del bicentenario de la independencia de Chile; a nivel de la Iglesia, la celebración de la V Conferencia de obispos latinoamericanos en Brasil 2007; a nivel de la Orden y la Familia Franciscana los 800 años de la aprobación de la forma de vida de san Francisco y sus primeros compañeros, no podemos negar que son regalos de nuestro Dios para abrir los ojos y los oídos a los signos y voces de su Espíritu. A la par con las oportunidades están las dificultades, que pueden ser muy diversas, nuestra falta de coordinación y comunicación entre las diversas congregaciones y movimientos franciscanos en Chile, una paradoja en medio de una sociedad cada vez más interconectada y cooperando en red, nosotros que nos decimos hermanos y hermanas y menores, o sea, que nos reconocemos afectiva y efectivamente necesitados de los otros, somos localistas y autosuficientes en nuestras gestiones, quizás debamos confesarnos del pecado del egoísmo, no compartimos las riquezas del carisma entre nosotros, y por lo tanto, empobrecemos la presencia operante de nuestra voz profética en medio de la sociedad chilena; y además, debemos confesarnos del grave pecado de querer vivir a costa de la buena fama de Francisco de Asís y su inspirado proyecto y estilo de vida, no aprovechando para ser constructores de puentes entre la sociedad civil, el mundo ecológico y de Derechos Humanos, y la Iglesia. ¿Podemos revertir estas situaciones y potenciar aún más las oportunidades entre nosotros(as)?
En base a la reflexión nacida desde Uberlandia-Brasil[18], a conversaciones con algunos hermanos y hermanas de la Familia Franciscana y a la animación de JPIC en la Provincia y Conferencia Conosur de la OFM, quisiera proponer dos pistas para ir trabajando en mayor comunión nuestros proyectos franciscanos en Chile:
1. Coordinar a los diversos hermanos y hermanas que operan en JPIC en Chile.
El concepto Justicia, Paz e Integridad de la Creación (o Salvaguarda de la Creación o Ecología, como ha sido llamado en diferentes momentos) tiene una historia no fácil, quizás, entre nosotros, puede traer malos o molestos recuerdos de tiempos pasados en que esta opción parecía teñida de cierto matiz político partidista, lo cual tenía mucho sentido en un mundo bipolar en lo político, pero que en la actualidad frente a un mundo pluripolar en las opciones políticas e ideológicas sería anacrónico mantener el mismo nivel de objeción. JPIC habla de nuestra necesidad de tener una clara opción por la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; opción por el respeto a la dignidad humana en los diversos ámbitos del quehacer existencial, la política, la economía, la salud, la calidad de vida, la niñez, la vejez, la familia...; opción por la fraternidad como tarea a ser realizada en la historia, estar al lado de quienes quieren construir socialmente caminos de encuentro entre los seres humanos más allá de las diferencias étnicas, etarias, de género, de religión, pero no de cualquier modo queremos la fraternidad, la queremos desde los menores, es decir, construida desde abajo, sin violencia, sin exclusiones, sin afán de dominio o explotación del otro y de la tierra; opción por la cultura de la paz, por la resolución de conflictos locales, nacionales e internacionales desde una no-violencia activa; opción por un nuevo trato con nuestra hermana la Creación...; todo ello nace de una profunda experiencia de fe y del Evangelio, o sea, de una vida de oración que lanza a esas opciones; nace, igualmente, de una vivencia de la fraternidad minorítica, porque estamos convencidos que es válido, humanizador y bello vivir y compartir con otros desde el sin poder y sin propiedad queremos compartirlo con quienes no tienen esa suerte; y finalmente, nace del envío de Jesús, con quién nos unimos en la contemplación y en la vida fraterna, a hacer de todos los pueblos sus discípulos, a instaurar su Reino ya presente en medio de las realidades de las culturas, pero que aún necesitan ser plenificadas. JPIC tiene de opción social y política, no se puede negar, pero fundamentada en el abrazo al Cristo concreto que se presenta con rostro de pobre, de excluido, de naturaleza salvajemente agredida, eso diferencia a nuestra opción de una opción sólo filantrópica o sólo política.
Por ello, no es extraño que entre nosotros y nosotras, existan hermanos y hermanas que desde su vida de oración y misión tengan un compromiso más concreto con la pastoral de fronteras, con organizaciones de excluidos como enfermos de SIDA, indígenas, homosexuales, etc., cuyos nombres quisiéramos conocer y poder prestarles un servicio, hacer que se conocieran, que soñaran juntos formas de animarnos en responder con más amor al Amor que no es amado, que enloquecía a Francisco. En este sentido, sería bueno que en el tiempo pudiese tenerse una oficina de JPIC de la Familia Franciscana, que operase y nos animase en este servicio, y que aún más, pudiésemos tener una oficina de Franciscans Internationals en Chile, nuestra ONG internacional para dialogar con otros y otras buscadores de nuevos cielos y nueva tierra.
2. Trabajo de JPIC en los colegios franciscanos de Chile.
Esta es una invitación a un trabajo más ambicioso y, quizás, a mucho más largo plazo. Rhaner, un teólogo jesuita importante en el siglo recién pasado decía que este siglo XXI o era de los laicos o no era, el Vaticano II asumió este desafío y como nunca se abrió al trabajo laical en muchos de sus documentos (Lumen Gentium, Gaudium et Spes, Apostolicam Actuositatem), Juan Pablo II dedicó una exhortación apostólica sobre ellos, “Chistifideles laici”, las últimas orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) ratifica la importancia del laicado y su rol fundamental en el mundo como presencia constructora de la Iglesia y de su credibilidad, “... son los laicos, constructores de la sociedad, quienes, están especialmente llamados a transformar las estructuras socioeconómicas y políticas, en la línea de los valores del Evangelio. Como Iglesia debemos estimular y acompañar este compromiso que brota de la fe”[19]. Es en los numerosos colegios de congregaciones franciscanas en todo Chile, sin contar a los de inspiración en San Francisco y su estilo de vida, en donde se forman niños(as), jóvenes, papás y mamás, profesores, profesionales, obreros, etc., en donde tenemos una “gran materia prima” para expresar con convicción que lo que profesamos como fe y estilo de seguimiento a Jesucristo tiene un valor y un correlato en las relaciones sociales, políticas y ecológicas, resultaría una gran tristeza si desperdiciáramos tantos rostros humanos, muchas veces ávidos de Dios y del sentido de la vida, por comodidad, ignorancia o indiferencia, resultaría más doloroso aún si nuestras unidades educativas no fueran más que un espacio para asegurar nuestra subsistencia económica, y no el lugar para evangelizar. Nuestros colegios deberían ser la escuela del encuentro de niños y jóvenes con los excluidos de hoy, el campo fértil donde poder sembrar la semilla de la responsabilidad social, de la ética política y ecológica, la resolución pacífica de los conflictos, sirviéndonos no sólo de la pastoral o las clases de religión sino como presencia transversal en los objetivos educativos de las materias, de los talleres, en el trato con los alumnos, docentes, padres y paradocentes, las reuniones de apoderados, etc. Sin lugar a duda ese es un sueño utópico, pero no ingenuo, lo que esta en juego es, en el fondo y sinceramente, la credibilidad que cada uno de nosotros(as) da a los valores que profesamos en el estilo de vida de Francisco de Asís, frente a lo cual deberemos buscar como convertir las sombras institucionales y personales que subsisten entre nosotros y al interior de nuestras propias congregaciones y colegios. Finalmente, no se pretende decir que no hay nada hecho en estas líneas en nuestros centros educacionales, seguramente debe haber grupos ecológicos o experiencias solidarias o formativas, de aquí lo importante de poder socializarlas y ver como se pueden replicar, coordinar y mejorar.
Propuesta en concreto es:
¿Qué podemos hacer como Provincia Franciscana chilena para vivir estos desafíos? Una propuesta desde JPIC.
Aunque suene muy reiterado a nuestros oídos vivimos un tiempo de crisis, eclesial, social, político, etc., lo importante, a mi parecer, radica en entenderla como “oportunidad y dificultad”, como ha dicho fray José Rodríguez Carvallo en el II Congreso de JPIC en Uberlandia-Brasil. Es en medio de esta crisis en donde debemos levantar la mirada y descubrir la oportunidad, para ello tenemos diversos momentos celebrativos que podemos y debemos hacer nuestro, en el ámbito nacional la proximidad del bicentenario de la independencia de Chile; en lo eclesial, la celebración de la V Conferencia de obispos latinoamericanos en Brasil 2007; a nivel de la Orden y la Familia Franciscana los 800 años de la aprobación de la forma de vida de san Francisco y sus primeros compañeros, no podemos negar que son regalos de nuestro Dios para abrir los ojos y los oídos a los signos y voces de su Espíritu. A la par con las oportunidades están las dificultades, que pueden ser muy diversas, nuestros inmovilismos y miedos frente a la reducción y envejecimiento de los hermanos; la falta de creatividad y de opciones para emprender nuevos modos de presencia y de inserción en la Iglesia y en Chile; nuestra falta de crítica ante nuevas formas de espiritualidades intimistas y carentes de responsabilidad ética, presentes entre los creyentes y en la sociedad civil; nuestra autosuficiencia, no somos puentes de comunión ni con las organizaciones sociales, eclesiales, de religiosos e incluso de nuestra propia Familia Franciscana, una paradoja en medio de una sociedad cada vez más interconectada y cooperando en red, nosotros que nos decimos hermanos y hermanas y menores, o sea, que nos reconocemos afectiva y efectivamente necesitados de los otros, somos localistas en nuestras gestiones; entre otras que ustedes pudieran aportar, cada una de ellas favorece a una conclusión , a mí parecer, dramática: empobrecemos la presencia operante de nuestra voz profética en medio de la sociedad chilena; y además, debemos confesarnos del grave pecado de querer vivir a costa de la buena fama de Francisco de Asís y su inspirado proyecto y estilo de vida, no aprovechando para ser constructores de puentes entre la sociedad civil, el mundo ecológico y de Derechos Humanos, y la Iglesia. ¿Podemos revertir estas situaciones y potenciar aún más las oportunidades entre nosotros?
1. Coordinar a los diversos hermanos y hermanas que operan en JPIC en Chile.
El concepto Justicia, Paz e Integridad de la Creación (o Salvaguarda de la Creación o Ecología, como ha sido llamado en diferentes momentos) tiene una historia no fácil, quizás, entre nosotros, puede traer malos o molestos recuerdos de tiempos pasados en que esta opción parecía teñida de cierto matiz político partidista, lo cual tenía mucho sentido en un mundo bipolar en lo político, pero que en la actualidad frente a un mundo pluripolar en las opciones políticas e ideológicas sería anacrónico mantener el mismo nivel de objeción. JPIC habla de nuestra necesidad de tener una clara opción por la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; opción por el respeto a la dignidad humana en los diversos ámbitos del quehacer existencial, la política, la economía, la salud, la calidad de vida, la niñez, la vejez, la familia...; opción por la fraternidad como tarea a ser realizada en la historia, estar al lado de quienes quieren construir socialmente caminos de encuentro entre los seres humanos más allá de las diferencias étnicas, etarias, de género, de religión, pero no de cualquier modo queremos la fraternidad, la queremos desde los menores, es decir, construida desde abajo, sin violencia, sin exclusiones, sin afán de dominio o explotación del otro y de la tierra; opción por la cultura de la paz, por la resolución de conflictos locales, nacionales e internacionales desde una no-violencia activa; opción por un nuevo trato con nuestra hermana la Creación...; todo ello nace de una profunda experiencia de fe y del Evangelio, o sea, de una vida de oración que lanza a esas opciones; nace, igualmente, de una vivencia de la fraternidad minorítica, porque estamos convencidos que es válido, humanizador y bello vivir y compartir con otros desde el sin poder y sin propiedad queremos compartirlo con quienes no tienen esa suerte; y finalmente, nace del envío de Jesús, con quién nos unimos en la contemplación y en la vida fraterna, a hacer de todos los pueblos sus discípulos, a instaurar su Reino ya presente en medio de las realidades de las culturas, pero que aún necesitan ser plenificadas. JPIC tiene de opción social y política, no se puede negar, pero fundamentada en el abrazo al Cristo concreto que se presenta con rostro de pobre, de excluido, de naturaleza salvajemente agredida, eso diferencia a nuestra opción de una opción sólo filantrópica o sólo política.
Por ello, no es extraño que entre nosotros, existan hermanos que desde su vida de oración y misión tengan un compromiso más concreto con la pastoral de fronteras, con organizaciones de excluidos como enfermos de SIDA, indígenas, homosexuales, etc., cuyos nombres quisiéramos conocer y poder prestarles un servicio, hacer que se conocieran, que soñaran juntos formas de animarnos en responder con más amor al Amor que no es amado, que enloquecía a Francisco. En este sentido, sería bueno que en el tiempo pudiese establecerse contacto con hermanas y hermanos de nuestra Familia Franciscana.
2. Trabajo de JPIC en las presencias y trabajos de los hermanos, especialmente en nuestras Parroquias.
Esta es una invitación a un trabajo más ambicioso y, quizás, a mucho más largo plazo. Rhaner, un teólogo jesuita importante en el siglo recién pasado decía que este siglo XXI o era de los laicos o no era, el Vaticano II asumió este desafío y como nunca se abrió al trabajo laical en muchos de sus documentos (Lumen Gentium, Gaudium et Spes, Apostolicam Actuositatem), Juan Pablo II dedicó una exhortación apostólica sobre ellos, “Chistifideles laici”, las últimas orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) ratifica la importancia del laicado y su rol fundamental en el mundo como presencia constructora de la Iglesia y de su credibilidad, “... son los laicos, constructores de la sociedad, quienes, están especialmente llamados a transformar las estructuras socioeconómicas y políticas, en la línea de los valores del Evangelio. Como Iglesia debemos estimular y acompañar este compromiso que brota de la fe”[20]. Cada presencia de los hermanos con sus particularidades, santuarios, casa de inserción, eremitorio, parroquia, es un lugar privilegiado para el trabajo y el encuentro con laicos y laicas, pero son sin lugar a dudas las parroquias un lugar central de nuestro modo de inserción en la Iglesia chilena[21], aunque no siempre sean el centro de nuestras prioridades, muchas son las veces que en pasillos y reuniones nos preguntamos como debe ser nuestra presencia parroquial, cual debe ser el sello que las marqué y las distinga de otras parroquias diocesanas o atendidas por otros religiosos[22], a la luz del II Congreso de Uberlandia y de nuestras celebraciones, quizás, el repensar nuestra vocación desde el abrazo al leproso puede colaborar con esta búsqueda de respuesta coherente, profética, fraterna y minoritica. En concreto, desde JPIC, para celebrar los VIII años de nuestra forma de vida se propone darle prioridad a nuestro trabajo social y solidario en nuestras presencias, trabajo que generalmente realizamos con y desde el mundo laical, para concretizarlo se darían los siguientes pasos:
[1] Cf. Lv 25
[2] Test 1-3
[3] “Es muy importante recordar que este II Congreso Internacional de JPIC se inscribe dentro del itinerario de preparación del VIII Centenario de la fundación de la Orden. Un itinerario que se inspira en el camino de conversión de San Francisco de Asís”. (Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy)
[4] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[5] “El abrazo del leproso de parte de Francisco, o mejor aún el “ir entre ellos”, no es un simple gesto de compasión, cercanía o solidaridad. Para el Poverello es mucho más: Es el abrazo a Cristo pobre y crucificado, pues, como dice san Buenaventura. “si en alguno veía alguna carencia o necesidad, llevado de la dulzura de su piadoso corazón, lo refería a Cristo mismo” (LM 8, 5). Abrazar al leproso es abrazar la forma de vida semejante a la de Cristo, tal y como se lo revelará en la escucha del Evangelio en la Porciúncula (cf 1 Cel 22). Abrazar a los últimos es para Francisco inseparable del abrazo con el Señor y con la forma de vida de “altísima pobreza”, que abrazaron el Hijo y “su pobrecilla madre”. Pero, al mismo tiempo, el “abrazo al leproso” es inseparable “del abrazo a los hermanos” (dimensión fraterna de nuestra vida) y del abrazo a los “pobrecillos sacerdotes” que “viven según la forma de la santa Iglesia romana” (dimensión eclesial de nuestra vocación y misión). En otras palabras, bien podemos decir que cualquier opción en favor de los “leprosos” y “excluidos” ha de hacerse desde un corazón transformado que nos posibilite vivir “sine propio” (2 R 1, 1), y ha de hacerse en comunión con los hermanos y con la Iglesia. El Señor que llevó a Francisco entre los leprosos, fue el mismo que le dio hermanos y le reveló que debía vivir “según la forma del santo Evangelio”(Test 14), y el mismo que le dio “tanta fe” en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana” (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil).
[6] Sacramento en su sentido teológico más profundo, pues, el sacramentum latino traduce mysterion de la Biblia griega, que expresa el proyecto o el designio de salvación en la historia que el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo nos ha querido revelar (Cf. Ef 3,9), de allí que los pobres al ser sacramentum son Vicarios de Cristo, porque en el mundo son sus representantes, sus rostros humanos más cercanos; la Iglesia chilena lo ha reconocido así en las últimas Cuaresmas de Fraternidad donde junto al rostro de un anciano pobre, de una mujer jefa de hogar o de niños en riesgo dice: “Este es Cristo”. Si tomamos en serio ello, entendemos en profundidad porque se insiste en que son nuestros maestros, aunque en la experiencia su modo de actuar nos parezca tan poco ético muchas veces.
[7] “Un Congreso que, de acuerdo con la metodología propuesta, nos ayudará a individualizar las causas que están generando la exclusión y los procesos que la posibilitan, y cuyos efectos deshumanizantes en las personas, en los pueblos y en el ambiente ecológico los experimentamos todos los días. Un Congreso que, con seguridad, nos desafiará nuevamente a ir entre los excluidos de hoy, pero no como lo hacen los curiosos investigadores de la sociología que no se duelen ni se comprometen con ellos; ni como los políticos de turno que, para obtener réditos electorales, ofrecen el paraíso en esta tierra; ni tampoco como los falsos filántropos que, movidos por su vanidad, se acercan con sus migajas para intentar saciar la necesidad de los pobres y acallar sus conciencias”. (Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy)
[8] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[9] La organización de los excluidos no debe confundirse con las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), ellas al igual que nosotros, muchas veces trabajan a favor de éstos, pero no son ni administradas ni regidas desde los mismos marginados, lamentablemente, más de alguna vez pueden adolecer de ciertas manipulaciones ideológicas o aprovechamiento económico de la situación de quienes dicen querer ayudar. En el contexto chileno, hablamos de organizaciones como la de los deudores habitacionales o las juntas de vecinos que se organizan en torno a las campañas de “Comprando juntos”, por ejemplo.
[10] Esta claro que ellas expresan nuestro intento de hacer vida a Mt 25 y de tener una caridad operante a través de esas concretizaciones de las llamadas obras de piedad en la tradición. Pero lo asistencial en la pastoral solidaria es pensada como un primer paso que se abra a la promoción, liberación y aceptación fraterna (Cf. Juan Pablo II, Ecclesia in America, 58). En este sentido es bueno reflexionar ¿sí nuestra solidaridad es meramente asistencial será por falta de creatividad o por flojera o por indiferencia?
[11] Las razones pueden ser muy variadas desde las relacionadas con nuestro modo de relaciones al interior de las estructuras de la Orden como: “
[12] “Nosotros, en cuanto Hermanos Menores, hemos sido llamados, como en otro tiempo Moisés, a hacer todo lo que esté de nuestra parte por “liberarlos” a todos ellos y sacarlos de esa situación de exclusión en que se encuentran (cf Ex 3 10). Somos llamados a abrazarlos y a practicar misericordia con ellos (cf Test 2), como hizo Francisco hace ahora 800 años” (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil)
[13]“Se nos pide incluso una opción de tipo político, en el sentido de ponernos totalmente al lado de los excluidos y así acompañarlos en su camino de liberación. No basta ocuparse de ellos, ayudarlos y sostenerlos, como lo ha hecho de manera espléndida la Orden durante siglos.
Se trata de compartir su vida y, también, en este sentido la historia de la Orden es rica, pero solamente en relación a minorías. Se trata de analizar las causas de la exclusión (más aún, de las exclusiones, tan numerosas y diferentes entre ellas) y de entrar en los movimientos que los excluidos mismos crean para construir juntos alternativas de vida digna” (II Congreso de JPIC de la OFM, 2006. “Declaración final”)
[14]Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy.
[15] “Hay obstáculos de naturaleza estructural. Unos nacen del sistema económico neoliberal y de su cultura que va penetrando nuestras mentes e influyendo en nuestras actitudes y criterios impidiéndonos asumir una posición evangélicamente critica ante el mismo. Y sin ello es imposible una acción profética. Otros surgen de las mismas estructuras y estilos de organización de nuestras Entidades, que, con frecuencia, son excesivamente rígidos y no responden ya a las exigencias de nuestra época. Dificultan la creatividad que exigen las respuestas a los nuevos desafíos. Por otra parte, el modelo económico de la mayoría de nuestras Entidades y los mismos procesos formativos no ayudan, muchas veces, a vivir como “compañeros y amigos” de los excluidos. Más bien crean unos espacios “protegidos” que impiden una solidaridad real con esas personas”. (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil)
[16] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[17] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Homilía. Misa de clausura. II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil”.
[18] “Necesitamos abrirnos a una mayor colaboración con los laicos y con los miembros de la vida consagrada y muy particularmente de la familia franciscana”. “Colaborar con otros consagrados para promover la presencia de la vida consagrada en los foros mundiales alternativos y en los centros de decisión donde se determina el futuro de la humanidad”. (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil) “Que los Animadores JPIC establezcan, en todos los niveles, redes de colaboración con los organismos de la familia franciscana, de las Iglesias, de la sociedad y con los movimientos sociales” (II Congreso de JPIC de la OFM, 2006. “Declaración final”)
[19] Cech, 2006. “Orientaciones Pastorales. Acentuaciones 2006-2007”, 33
[20] Cech, 2006. “Orientaciones Pastorales. Acentuaciones 2006-2007”, 33
[21] En este momento en Chile tenemos 25 presencias, desde Iquique a Punta Arenas, con las cuales atendemos 20 parroquias, o sea, un 80% de nuestro trabajo pastoral esta en parroquias.
[22] Para profundizar en estas reflexiones puede ayudar Juan Pablo II,1999 . Ecclesia in America 41
[23] Ibídem 52
[24] Ibídem 58
[25] Ídem
[26] Ibídem 52
[27] Benedicto XVI, 2006. Mensaje de Cuaresma.
¿Por qué reunirse en un Congreso de JPIC en el año 2006?
El año 2006 marca para los hermanos menores el inicio de las celebraciones jubilares de los 800 años de la aprobación de la “forma vitae” por parte del papa Inocencio III, lo cual es, podemos decir, el momento jurídico fundacional de la Orden y con ella de la Familia Franciscana. Quiere ser una “celebración jubilar”, o sea, un momento de restituir a Dios todas las gracias que el ha regalado por medio de Francisco y sus discípulos y discípulas a la Iglesia y a la humanidad; el jubileo[1] consiste en detenerse de la actividad diaria y cotidiana, o sea en descentrarse, en liberarse y liberar, para poder centrarse en lo verdaderamente importante, la acción salvadora del Padre por el Hijo en el Espíritu Santo, de la cual somos testimonios, nosotros somos liberados; testigos, los de acá y los de allá son liberados; y sacramentos, por nosotros, y ojalá no a pesar de nosotros, se sigue operando la liberación/salvación de hombres y mujeres en nuestro tiempo y sociedad; el jubileo debe ser, entonces, diferente a una conmemoración histórica, es un memorial, un volver a hacer presente el pasado, en este caso la experiencia originante y original del hermano Francisco de Asís y su forma de vida. La “forma vitae” expresa la humanidad radical del proyecto franciscano, él como cualquier otro tipo de comunidad o sociedad requiere asegurar su sobrevivencia, su modo de ejercer la autoridad y de relacionarse con otras comunidades diversas o entre las cuales esta sujeta o inserta, todas las relaciones humanas y sociales son sujetas a posibilidad de la injusticia, las normas buscan asegurar el buen funcionamiento y el más justo modo de encontrarse con el otro ser humano, con la naturaleza y con lo trascendente, o sea, con el otro y el Gran Otro.
El conjunto de citas bíblicas, que suponen los estudiosos del franciscanismo, contiene la protorregla presentada a Inocencio III habla del desde donde y del norte del proyecto de esos pobres de Asís con Francisco a la cabeza: El Evangelio; sin embargo, podemos caer en un error, llegar a pensar que fue el fruto de cavilaciones juridicistas cuyo fruto fue el texto final, nada más alejado del modo de vivir la fe de Francisco y sus primeros compañeros. La “forma vitae” nace de la experiencia, de la vivencia del día a día, pues antes del “momento fundacional jurídico” hay un “momento fundacional carismático”, que se vive en la intimidad de Dios y de Francisco, que es finalmente quien sustenta y fundamenta la norma que se propone para vivir. Ese momento del Espíritu la tradición la fija en el año 1206, año de la conversión del hermano Francisco, ahora que ocurrió o que desencadenó en él su estilo de seguimiento, eso queda en la nebulosa de la historia, en su Testamento el da pistas que nos pueden ser útiles:
“El Señor me dio a mí, el hermano Francisco, el comenzar de este modo a hacer penitencia: pues, como estaba en pecados, me parecía extremadamente amargo ver a los leprosos; pero el Señor mismo me llevó entre ellos, y practiqué con ellos la misericordia. Y al separarme de ellos, lo que me aparecía amargo se me convirtió en dulzura del alma y del cuerpo; y después de un tiempo salí del mundo”[2]
De su propio testimonio podemos concluir:
- Los personajes centrales de su conversión son: Él mismo, que es un sujeto pasivo, es a quien se le da, a pesar de entrar en contradicción consigo mismo; el Señor, el sujeto activo, es quien da y lleva; y los leprosos, quienes tienen como función ser el medio que permite al Señor dar y a Francisco recibir.
- La conversión de Francisco es integral, involucra a toda su persona, cuerpo y alma, las cuales se afectan por igual. Nos alejamos así de un mero actuar social entre los leprosos, como de un modo espiritualista de insertarnos.
- La conversión de Francisco tiene una consecuencia existencial, salir del mundo, o sea, exige otro modo de habitarlo, ya no es Francisco quien lo habita sino Francisco cristianizado.
¿Cómo traer al año 2006 la experiencia fundante de nuestra Familia Franciscana?
El II Congreso optó por una metodología[7] que parte preguntando por el como se da el proceso de exclusión hoy, que mentalidades, ideologías, estructuras políticas, culturales, económicas y religiosas la sustentan y perpetúan en el tiempo y espacio social y por los sujetos excluidos de nuestro mundo, los rostros concretos de los excluidos de la sociedad del siglo XXI. Éste es un proceso necesario para no caer en la ingenuidad de pensar que los excluidos y marginados nacen por generación espontánea, ellos están en esa calidad y se mantienen allí porque hay mecanismos sociales que lo posibilitan y más aún lo quieren así, la ingenuidad o simplismo en nuestros juicios sociales nos pueden hacer parte de esos mecanismos estructurales de injusticia, ya sea como cómplices de palabra, obra u omisión, del mismo modo que no debemos olvidar que esos mecanismos perpetuadores de la marginación no existen en el aire sino que viven en cuanto hay seres humanos que lo animan y los mueven. “Nuestra humanidad es una “humanidad crucificada” y muchos, muchísimos, son los “crucificados” que forman el mundo de los excluidos. Mientras ha crecido la capacidad de la humanidad para producir riqueza, ha habido grandes avances en la conciencia de las sociedades sobre la dignidad y los derechos de las personas y los pueblos, se ha facilitado la comunicación entre los pueblos y la posibilidad de compartir los recursos; no podemos negar que al ritmo que aumenta la riqueza, aumenta también la avidez para controlarla por parte de los que ostentan el poder, no sólo económico. Esto lleva a que aumenten los excluidos”[8].
El segundo momento consistió en una novedad, concluido ya la búsqueda de los mecanismos marginadores y de sus víctimas, los excluidos, la tarea es entrar en su propia organización[9], o sea, descubrir que los marginados son actores y actores principales de su propia historia, capaces de organizarse en búsqueda de soluciones a sus propias luchas, la novedad radica en que ello nos invita a caminar junto al marginado, como un compañero de camino y no como quien le hace el camino, el desafío es creer que estamos frente a adultos en la historia, hombres y mujeres concientes de sus derechos y obligaciones sociales, políticas, medioambientales y económicas, que ya no piden ni suplicas lo que por derecho les corresponde, sino que lo exigen, aunque eso incomode o no sea comprendido de buenas a primeras, esta capacidad organizativas, como toda estructura humana, es ambigua, pero lo es menos que la perpetuación de modelos de dominación y exclusión encallados en nuestras sociedades.
El método lleva a un tercer momento, la pregunta por nosotros y nuestro modo de insertarnos en su organización, ¿somos meros espectadores de esta capacidad organizativa de los pobres, marginados y excluidos? ¿somos de quienes desconfiamos de esas organizaciones por ser “comunistas”, “anarquistas”, “utópicas”, “violentas”? ¿somos de quiénes ni siquiera nos hemos dado cuenta de que existen? El desafío más importante de este tercer momento es no caer en la tentación de encubrir nuestra indiferencia o ignorancia frente a estos nuevos movimientos, apologizando nuestras muchas obras de caridad y solidaridad en nuestros conventos, colegios o parroquias, allí están los hogares de ancianos, los comedores, las onces solidarias de navidad, las canastas familiares, etc. Nadie niega el valor intrínseco que posee cada obra solidaria que realizamos[10], pero ellas también necesitan pasar por el cedazo del Evangelio y de la experiencia fundante de Francisco y el encuentro con el leproso, pues incluso nuestras buenas obras pueden estar siendo cómplices del mantenimiento de la exclusión, pueden estar adormilando o drogando la necesidad de que los excluidos se organicen y sean protagonistas de sus propias luchas[11].
Nuestra tarea al caminar con ellos, no es aceptar todo lo que en ellos esta como bueno “per se” – no es reeditar la doctrina del indio bueno por la del pobre bueno-, sino iluminar con la experiencia de fe en Jesucristo y con el estilo de vida fraterno y menor, que sus búsquedas son queridas y acompañadas por el Padre, son la causa de su Hijo, por la cual se encarnó y murió como un pobre y un excluido, y son la presencia del Espíritu Santo que enciende sus corazones y los tensiona hacia el proyecto de fraternidad cósmica del Dios Trino y Uno, y en paralelo los pone en sobreaviso a las ambigüedades a las que en la tarea de concretizar sus búsquedas se verán enfrentados. Por ello, “caminar junto a” no significa renunciar a nuestra exigencia de ser profetas en el mundo y en la Iglesia, ni ha ser la voz de los sin voz y de dar, incluso, la vida si es necesario por la causa del Evangelio en la defensa de la vida, de la dignidad humana y de lo creado[12], pero invitados ha serlo por, con y entre los predilectos de nuestro Dios[13], solo así evangelizamos y nos dejamos evangelizar, “... como lo hizo Francisco, movido tanto por el espíritu del Señor como por el amor apasionado e incondicional; dispuestos no solo a tratarlos con misericordia y a compartir lo mejor de nosotros mismos, sino sobre todo a escucharlos y a dejarnos convertir por ellos”[14], ello lo vivimos en alma y en cuerpo al convivir un fin de semana con los “Sin Tierra”. Todo lo dicho no niega la presencia de nuestras propias ambigüedades, personales e institucionales en nuestra relación con las causas y los excluidos[15], al respecto fray José Rodríguez Carballo expreso: “Tengo miedo o, mejor aún, verdadero pánico de que la crisis que atravesamos, entendiendo ésta como oportunidad y dificultad, nos lleve a veces a paliar la inseguridad y el desconcierto en que vivimos y el déficit de vida, con palabras y discursos, inicialmente al menos algunas veces bonitos y novedosos, pero que muy pronto se convierten en tópicos, de modo que antes de ser estrenados vitalmente nos resuenan enseguida a envejecidos y superados, porque poco tienen que ver con nuestra vida concreta”[16], por ello, ante tan gran desafío solo queda pedir perdón y abrirse a la gracia, “... pedimos humildemente perdón por las veces que nos hemos separado de los pobres y de los excluidos. Lo hacemos a nombre propio y en nombre de los hermanos de ayer y de hoy. Al mismo tiempo queremos y deseamos ardientemente acoger el desafío que al inicio de las celebraciones del VIII centenario de la fundación de nuestra Orden y de este tercer milenio nos lanza la forma de vida que profesamos, la Iglesia y la sociedad en que vivimos...”[17].
¿Qué podemos hacer como Familia Franciscana chilena para vivir estos desafíos? Una propuesta desde JPIC.
Aunque suene muy reiterado a nuestros oídos vivimos un tiempo de crisis, eclesial, social, político, etc., lo importante, a mi parecer, radica en entenderla como “oportunidad y dificultad”, como ha dicho fray José Rodríguez Carvallo en el II Congreso de JPIC en Uberlandia-Brasil. Es en medio de esta crisis en donde debemos levantar la mirada y descubrir la oportunidad, para ello tenemos diversos momentos celebrativos que podemos y debemos hacer nuestro, a nivel nacional la proximidad del bicentenario de la independencia de Chile; a nivel de la Iglesia, la celebración de la V Conferencia de obispos latinoamericanos en Brasil 2007; a nivel de la Orden y la Familia Franciscana los 800 años de la aprobación de la forma de vida de san Francisco y sus primeros compañeros, no podemos negar que son regalos de nuestro Dios para abrir los ojos y los oídos a los signos y voces de su Espíritu. A la par con las oportunidades están las dificultades, que pueden ser muy diversas, nuestra falta de coordinación y comunicación entre las diversas congregaciones y movimientos franciscanos en Chile, una paradoja en medio de una sociedad cada vez más interconectada y cooperando en red, nosotros que nos decimos hermanos y hermanas y menores, o sea, que nos reconocemos afectiva y efectivamente necesitados de los otros, somos localistas y autosuficientes en nuestras gestiones, quizás debamos confesarnos del pecado del egoísmo, no compartimos las riquezas del carisma entre nosotros, y por lo tanto, empobrecemos la presencia operante de nuestra voz profética en medio de la sociedad chilena; y además, debemos confesarnos del grave pecado de querer vivir a costa de la buena fama de Francisco de Asís y su inspirado proyecto y estilo de vida, no aprovechando para ser constructores de puentes entre la sociedad civil, el mundo ecológico y de Derechos Humanos, y la Iglesia. ¿Podemos revertir estas situaciones y potenciar aún más las oportunidades entre nosotros(as)?
En base a la reflexión nacida desde Uberlandia-Brasil[18], a conversaciones con algunos hermanos y hermanas de la Familia Franciscana y a la animación de JPIC en la Provincia y Conferencia Conosur de la OFM, quisiera proponer dos pistas para ir trabajando en mayor comunión nuestros proyectos franciscanos en Chile:
1. Coordinar a los diversos hermanos y hermanas que operan en JPIC en Chile.
El concepto Justicia, Paz e Integridad de la Creación (o Salvaguarda de la Creación o Ecología, como ha sido llamado en diferentes momentos) tiene una historia no fácil, quizás, entre nosotros, puede traer malos o molestos recuerdos de tiempos pasados en que esta opción parecía teñida de cierto matiz político partidista, lo cual tenía mucho sentido en un mundo bipolar en lo político, pero que en la actualidad frente a un mundo pluripolar en las opciones políticas e ideológicas sería anacrónico mantener el mismo nivel de objeción. JPIC habla de nuestra necesidad de tener una clara opción por la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; opción por el respeto a la dignidad humana en los diversos ámbitos del quehacer existencial, la política, la economía, la salud, la calidad de vida, la niñez, la vejez, la familia...; opción por la fraternidad como tarea a ser realizada en la historia, estar al lado de quienes quieren construir socialmente caminos de encuentro entre los seres humanos más allá de las diferencias étnicas, etarias, de género, de religión, pero no de cualquier modo queremos la fraternidad, la queremos desde los menores, es decir, construida desde abajo, sin violencia, sin exclusiones, sin afán de dominio o explotación del otro y de la tierra; opción por la cultura de la paz, por la resolución de conflictos locales, nacionales e internacionales desde una no-violencia activa; opción por un nuevo trato con nuestra hermana la Creación...; todo ello nace de una profunda experiencia de fe y del Evangelio, o sea, de una vida de oración que lanza a esas opciones; nace, igualmente, de una vivencia de la fraternidad minorítica, porque estamos convencidos que es válido, humanizador y bello vivir y compartir con otros desde el sin poder y sin propiedad queremos compartirlo con quienes no tienen esa suerte; y finalmente, nace del envío de Jesús, con quién nos unimos en la contemplación y en la vida fraterna, a hacer de todos los pueblos sus discípulos, a instaurar su Reino ya presente en medio de las realidades de las culturas, pero que aún necesitan ser plenificadas. JPIC tiene de opción social y política, no se puede negar, pero fundamentada en el abrazo al Cristo concreto que se presenta con rostro de pobre, de excluido, de naturaleza salvajemente agredida, eso diferencia a nuestra opción de una opción sólo filantrópica o sólo política.
Por ello, no es extraño que entre nosotros y nosotras, existan hermanos y hermanas que desde su vida de oración y misión tengan un compromiso más concreto con la pastoral de fronteras, con organizaciones de excluidos como enfermos de SIDA, indígenas, homosexuales, etc., cuyos nombres quisiéramos conocer y poder prestarles un servicio, hacer que se conocieran, que soñaran juntos formas de animarnos en responder con más amor al Amor que no es amado, que enloquecía a Francisco. En este sentido, sería bueno que en el tiempo pudiese tenerse una oficina de JPIC de la Familia Franciscana, que operase y nos animase en este servicio, y que aún más, pudiésemos tener una oficina de Franciscans Internationals en Chile, nuestra ONG internacional para dialogar con otros y otras buscadores de nuevos cielos y nueva tierra.
2. Trabajo de JPIC en los colegios franciscanos de Chile.
Esta es una invitación a un trabajo más ambicioso y, quizás, a mucho más largo plazo. Rhaner, un teólogo jesuita importante en el siglo recién pasado decía que este siglo XXI o era de los laicos o no era, el Vaticano II asumió este desafío y como nunca se abrió al trabajo laical en muchos de sus documentos (Lumen Gentium, Gaudium et Spes, Apostolicam Actuositatem), Juan Pablo II dedicó una exhortación apostólica sobre ellos, “Chistifideles laici”, las últimas orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) ratifica la importancia del laicado y su rol fundamental en el mundo como presencia constructora de la Iglesia y de su credibilidad, “... son los laicos, constructores de la sociedad, quienes, están especialmente llamados a transformar las estructuras socioeconómicas y políticas, en la línea de los valores del Evangelio. Como Iglesia debemos estimular y acompañar este compromiso que brota de la fe”[19]. Es en los numerosos colegios de congregaciones franciscanas en todo Chile, sin contar a los de inspiración en San Francisco y su estilo de vida, en donde se forman niños(as), jóvenes, papás y mamás, profesores, profesionales, obreros, etc., en donde tenemos una “gran materia prima” para expresar con convicción que lo que profesamos como fe y estilo de seguimiento a Jesucristo tiene un valor y un correlato en las relaciones sociales, políticas y ecológicas, resultaría una gran tristeza si desperdiciáramos tantos rostros humanos, muchas veces ávidos de Dios y del sentido de la vida, por comodidad, ignorancia o indiferencia, resultaría más doloroso aún si nuestras unidades educativas no fueran más que un espacio para asegurar nuestra subsistencia económica, y no el lugar para evangelizar. Nuestros colegios deberían ser la escuela del encuentro de niños y jóvenes con los excluidos de hoy, el campo fértil donde poder sembrar la semilla de la responsabilidad social, de la ética política y ecológica, la resolución pacífica de los conflictos, sirviéndonos no sólo de la pastoral o las clases de religión sino como presencia transversal en los objetivos educativos de las materias, de los talleres, en el trato con los alumnos, docentes, padres y paradocentes, las reuniones de apoderados, etc. Sin lugar a duda ese es un sueño utópico, pero no ingenuo, lo que esta en juego es, en el fondo y sinceramente, la credibilidad que cada uno de nosotros(as) da a los valores que profesamos en el estilo de vida de Francisco de Asís, frente a lo cual deberemos buscar como convertir las sombras institucionales y personales que subsisten entre nosotros y al interior de nuestras propias congregaciones y colegios. Finalmente, no se pretende decir que no hay nada hecho en estas líneas en nuestros centros educacionales, seguramente debe haber grupos ecológicos o experiencias solidarias o formativas, de aquí lo importante de poder socializarlas y ver como se pueden replicar, coordinar y mejorar.
Propuesta en concreto es:
- Encuesta nacional sobre los colegios franciscanos y sus necesidades de coordinación, formación franciscana, programas de JPIC.
- Agendar encuentro de directores y directoras de colegios franciscanos en Chile.
- Establecer una coordinación de los colegios franciscanos en Chile. Estatutos. Propuesta formativa. Trabajo en red.
- Agendar formación de profesores de religión, encargados de pastoral, alumnos de las pastorales, centros de alumnos, centros de padres en temas franciscanos y de JPIC. Formación de líderes laicales y franciscanos.
- Estudiar la posibilidad de tener una OTEC propia de la Familia Franciscana.
- Coordinar encuentro para compartir experiencias solidarias y ecológicas en nuestros establecimientos.
- Tarea concreta que de aquí al 2008, como forma de celebrar los 800 años de la forma de vida todos nuestros colegios tengan el certificado de sustentabilidad del CONAMA que les corresponde. Informarse e implementar lo necesario.
¿Qué podemos hacer como Provincia Franciscana chilena para vivir estos desafíos? Una propuesta desde JPIC.
Aunque suene muy reiterado a nuestros oídos vivimos un tiempo de crisis, eclesial, social, político, etc., lo importante, a mi parecer, radica en entenderla como “oportunidad y dificultad”, como ha dicho fray José Rodríguez Carvallo en el II Congreso de JPIC en Uberlandia-Brasil. Es en medio de esta crisis en donde debemos levantar la mirada y descubrir la oportunidad, para ello tenemos diversos momentos celebrativos que podemos y debemos hacer nuestro, en el ámbito nacional la proximidad del bicentenario de la independencia de Chile; en lo eclesial, la celebración de la V Conferencia de obispos latinoamericanos en Brasil 2007; a nivel de la Orden y la Familia Franciscana los 800 años de la aprobación de la forma de vida de san Francisco y sus primeros compañeros, no podemos negar que son regalos de nuestro Dios para abrir los ojos y los oídos a los signos y voces de su Espíritu. A la par con las oportunidades están las dificultades, que pueden ser muy diversas, nuestros inmovilismos y miedos frente a la reducción y envejecimiento de los hermanos; la falta de creatividad y de opciones para emprender nuevos modos de presencia y de inserción en la Iglesia y en Chile; nuestra falta de crítica ante nuevas formas de espiritualidades intimistas y carentes de responsabilidad ética, presentes entre los creyentes y en la sociedad civil; nuestra autosuficiencia, no somos puentes de comunión ni con las organizaciones sociales, eclesiales, de religiosos e incluso de nuestra propia Familia Franciscana, una paradoja en medio de una sociedad cada vez más interconectada y cooperando en red, nosotros que nos decimos hermanos y hermanas y menores, o sea, que nos reconocemos afectiva y efectivamente necesitados de los otros, somos localistas en nuestras gestiones; entre otras que ustedes pudieran aportar, cada una de ellas favorece a una conclusión , a mí parecer, dramática: empobrecemos la presencia operante de nuestra voz profética en medio de la sociedad chilena; y además, debemos confesarnos del grave pecado de querer vivir a costa de la buena fama de Francisco de Asís y su inspirado proyecto y estilo de vida, no aprovechando para ser constructores de puentes entre la sociedad civil, el mundo ecológico y de Derechos Humanos, y la Iglesia. ¿Podemos revertir estas situaciones y potenciar aún más las oportunidades entre nosotros?
1. Coordinar a los diversos hermanos y hermanas que operan en JPIC en Chile.
El concepto Justicia, Paz e Integridad de la Creación (o Salvaguarda de la Creación o Ecología, como ha sido llamado en diferentes momentos) tiene una historia no fácil, quizás, entre nosotros, puede traer malos o molestos recuerdos de tiempos pasados en que esta opción parecía teñida de cierto matiz político partidista, lo cual tenía mucho sentido en un mundo bipolar en lo político, pero que en la actualidad frente a un mundo pluripolar en las opciones políticas e ideológicas sería anacrónico mantener el mismo nivel de objeción. JPIC habla de nuestra necesidad de tener una clara opción por la vida, desde la concepción hasta la muerte natural; opción por el respeto a la dignidad humana en los diversos ámbitos del quehacer existencial, la política, la economía, la salud, la calidad de vida, la niñez, la vejez, la familia...; opción por la fraternidad como tarea a ser realizada en la historia, estar al lado de quienes quieren construir socialmente caminos de encuentro entre los seres humanos más allá de las diferencias étnicas, etarias, de género, de religión, pero no de cualquier modo queremos la fraternidad, la queremos desde los menores, es decir, construida desde abajo, sin violencia, sin exclusiones, sin afán de dominio o explotación del otro y de la tierra; opción por la cultura de la paz, por la resolución de conflictos locales, nacionales e internacionales desde una no-violencia activa; opción por un nuevo trato con nuestra hermana la Creación...; todo ello nace de una profunda experiencia de fe y del Evangelio, o sea, de una vida de oración que lanza a esas opciones; nace, igualmente, de una vivencia de la fraternidad minorítica, porque estamos convencidos que es válido, humanizador y bello vivir y compartir con otros desde el sin poder y sin propiedad queremos compartirlo con quienes no tienen esa suerte; y finalmente, nace del envío de Jesús, con quién nos unimos en la contemplación y en la vida fraterna, a hacer de todos los pueblos sus discípulos, a instaurar su Reino ya presente en medio de las realidades de las culturas, pero que aún necesitan ser plenificadas. JPIC tiene de opción social y política, no se puede negar, pero fundamentada en el abrazo al Cristo concreto que se presenta con rostro de pobre, de excluido, de naturaleza salvajemente agredida, eso diferencia a nuestra opción de una opción sólo filantrópica o sólo política.
Por ello, no es extraño que entre nosotros, existan hermanos que desde su vida de oración y misión tengan un compromiso más concreto con la pastoral de fronteras, con organizaciones de excluidos como enfermos de SIDA, indígenas, homosexuales, etc., cuyos nombres quisiéramos conocer y poder prestarles un servicio, hacer que se conocieran, que soñaran juntos formas de animarnos en responder con más amor al Amor que no es amado, que enloquecía a Francisco. En este sentido, sería bueno que en el tiempo pudiese establecerse contacto con hermanas y hermanos de nuestra Familia Franciscana.
2. Trabajo de JPIC en las presencias y trabajos de los hermanos, especialmente en nuestras Parroquias.
Esta es una invitación a un trabajo más ambicioso y, quizás, a mucho más largo plazo. Rhaner, un teólogo jesuita importante en el siglo recién pasado decía que este siglo XXI o era de los laicos o no era, el Vaticano II asumió este desafío y como nunca se abrió al trabajo laical en muchos de sus documentos (Lumen Gentium, Gaudium et Spes, Apostolicam Actuositatem), Juan Pablo II dedicó una exhortación apostólica sobre ellos, “Chistifideles laici”, las últimas orientaciones pastorales de la Conferencia Episcopal Chilena (Cech) ratifica la importancia del laicado y su rol fundamental en el mundo como presencia constructora de la Iglesia y de su credibilidad, “... son los laicos, constructores de la sociedad, quienes, están especialmente llamados a transformar las estructuras socioeconómicas y políticas, en la línea de los valores del Evangelio. Como Iglesia debemos estimular y acompañar este compromiso que brota de la fe”[20]. Cada presencia de los hermanos con sus particularidades, santuarios, casa de inserción, eremitorio, parroquia, es un lugar privilegiado para el trabajo y el encuentro con laicos y laicas, pero son sin lugar a dudas las parroquias un lugar central de nuestro modo de inserción en la Iglesia chilena[21], aunque no siempre sean el centro de nuestras prioridades, muchas son las veces que en pasillos y reuniones nos preguntamos como debe ser nuestra presencia parroquial, cual debe ser el sello que las marqué y las distinga de otras parroquias diocesanas o atendidas por otros religiosos[22], a la luz del II Congreso de Uberlandia y de nuestras celebraciones, quizás, el repensar nuestra vocación desde el abrazo al leproso puede colaborar con esta búsqueda de respuesta coherente, profética, fraterna y minoritica. En concreto, desde JPIC, para celebrar los VIII años de nuestra forma de vida se propone darle prioridad a nuestro trabajo social y solidario en nuestras presencias, trabajo que generalmente realizamos con y desde el mundo laical, para concretizarlo se darían los siguientes pasos:
- Establecer, donde no las haya, o fortalecer las pastorales de solidaridad, acción fraterna o ayuda fraterna, teniendo dos líneas de acción, por un lado, buscando superar el asistencialismo paternalista y la falta de proyección global y de cambio estructural del que adolecen muchas veces nuestro trabajo solidario, para ello tener como norte las palabras de Juan Pablo II a la Iglesia de América: “Partiendo del Evangelio se ha de promover una cultura de la solidaridad que incentive oportunas iniciativas de ayuda a los pobres y a los marginados,...”[23], cuya meta es ambiciosa: “La Iglesia en América debe encarnar en sus iniciativas pastorales la solidaridad de la Iglesia universal hacia los pobres y marginados de todo género. Su actitud debe incluir la asistencia, promoción, liberación y aceptación fraterna. La Iglesia pretende que no haya en absoluto marginados...”[24], es importante notar que el asistencialismo es un primer paso que debe abrirse a asumir el rostro fraterno de los excluidos, y a su evangelización: “La actividad de la Iglesia en favor de los pobres en todas las partes del Continente es importante; no obstante hay que seguir trabajando para que esta línea de acción pastoral sea cada vez más un camino para el encuentro con Cristo, el cual, siendo rico, por nosotros se hizo pobre a fin de enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9). Se debe intensificar y ampliar cuanto se hace ya en este campo, intentando llegar al mayor número posible de pobres...”[25], y con una lógica astuta debemos invitar a actuar localmente pensando globalmente, la comunidad cristiana “... ha de alentar también a los organismos internacionales del Continente con el fin de establecer un orden económico en el que no domine sólo el criterio del lucro, sino también el de la búsqueda del bien común nacional e internacional, la distribución equitativa de los bienes y la promoción integral de los pueblos...”[26]; y segunda pista, asumir el desafío lanzado por el actual Papa en su Mensaje de Cuaresma, no olvidar, “... en el contexto de la interdependencia global, se puede constatar que ningún proyecto social o político puede sustituir el don de uno mismo a los demás en el que se expresa la caridad...”[27], lo que aterrizado para lo que estamos hablando, expresa que ninguna presencia de laicos o laicas en la acción solidaria de nuestras presencias sustituye la necesaria presencia de los hermanos de la casa en las actividades de bien social, y eso al modo de una donación de sí mismos. El camino para ir trabajando esta propuesta será: Encuestas a las fraternidades, a los equipos de solidaridad existentes, a los consejos pastorales, donde corresponda, y un Encuentro Nacional de asesores y animadores de pastorales solidarias de nuestra Provincia a mediados del 2007. La meta es establecer el espíritu y la organización de animaciones de solidaridad en nuestras presencias desde los hermanos y con los laicos y laicas que trabajan con nosotros.
- Fortalecer la formación de nuestros párrocos en el área de solidaridad y acción social, para ello se buscaría trabajar en conjunto con Formación Permanente y Evangelización.
- Establecer los modos de realizar por zonas capacitaciones de solidaridad desde JPIC a los Consejos Pastorales, abierto además, a otros agentes pastorales no necesariamente vinculados a la pastoral solidaria.
[1] Cf. Lv 25
[2] Test 1-3
[3] “Es muy importante recordar que este II Congreso Internacional de JPIC se inscribe dentro del itinerario de preparación del VIII Centenario de la fundación de la Orden. Un itinerario que se inspira en el camino de conversión de San Francisco de Asís”. (Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy)
[4] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[5] “El abrazo del leproso de parte de Francisco, o mejor aún el “ir entre ellos”, no es un simple gesto de compasión, cercanía o solidaridad. Para el Poverello es mucho más: Es el abrazo a Cristo pobre y crucificado, pues, como dice san Buenaventura. “si en alguno veía alguna carencia o necesidad, llevado de la dulzura de su piadoso corazón, lo refería a Cristo mismo” (LM 8, 5). Abrazar al leproso es abrazar la forma de vida semejante a la de Cristo, tal y como se lo revelará en la escucha del Evangelio en la Porciúncula (cf 1 Cel 22). Abrazar a los últimos es para Francisco inseparable del abrazo con el Señor y con la forma de vida de “altísima pobreza”, que abrazaron el Hijo y “su pobrecilla madre”. Pero, al mismo tiempo, el “abrazo al leproso” es inseparable “del abrazo a los hermanos” (dimensión fraterna de nuestra vida) y del abrazo a los “pobrecillos sacerdotes” que “viven según la forma de la santa Iglesia romana” (dimensión eclesial de nuestra vocación y misión). En otras palabras, bien podemos decir que cualquier opción en favor de los “leprosos” y “excluidos” ha de hacerse desde un corazón transformado que nos posibilite vivir “sine propio” (2 R 1, 1), y ha de hacerse en comunión con los hermanos y con la Iglesia. El Señor que llevó a Francisco entre los leprosos, fue el mismo que le dio hermanos y le reveló que debía vivir “según la forma del santo Evangelio”(Test 14), y el mismo que le dio “tanta fe” en los sacerdotes que viven según la forma de la santa Iglesia romana” (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil).
[6] Sacramento en su sentido teológico más profundo, pues, el sacramentum latino traduce mysterion de la Biblia griega, que expresa el proyecto o el designio de salvación en la historia que el Padre por el Hijo en el Espíritu Santo nos ha querido revelar (Cf. Ef 3,9), de allí que los pobres al ser sacramentum son Vicarios de Cristo, porque en el mundo son sus representantes, sus rostros humanos más cercanos; la Iglesia chilena lo ha reconocido así en las últimas Cuaresmas de Fraternidad donde junto al rostro de un anciano pobre, de una mujer jefa de hogar o de niños en riesgo dice: “Este es Cristo”. Si tomamos en serio ello, entendemos en profundidad porque se insiste en que son nuestros maestros, aunque en la experiencia su modo de actuar nos parezca tan poco ético muchas veces.
[7] “Un Congreso que, de acuerdo con la metodología propuesta, nos ayudará a individualizar las causas que están generando la exclusión y los procesos que la posibilitan, y cuyos efectos deshumanizantes en las personas, en los pueblos y en el ambiente ecológico los experimentamos todos los días. Un Congreso que, con seguridad, nos desafiará nuevamente a ir entre los excluidos de hoy, pero no como lo hacen los curiosos investigadores de la sociología que no se duelen ni se comprometen con ellos; ni como los políticos de turno que, para obtener réditos electorales, ofrecen el paraíso en esta tierra; ni tampoco como los falsos filántropos que, movidos por su vanidad, se acercan con sus migajas para intentar saciar la necesidad de los pobres y acallar sus conciencias”. (Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy)
[8] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[9] La organización de los excluidos no debe confundirse con las Organizaciones No Gubernamentales (ONG), ellas al igual que nosotros, muchas veces trabajan a favor de éstos, pero no son ni administradas ni regidas desde los mismos marginados, lamentablemente, más de alguna vez pueden adolecer de ciertas manipulaciones ideológicas o aprovechamiento económico de la situación de quienes dicen querer ayudar. En el contexto chileno, hablamos de organizaciones como la de los deudores habitacionales o las juntas de vecinos que se organizan en torno a las campañas de “Comprando juntos”, por ejemplo.
[10] Esta claro que ellas expresan nuestro intento de hacer vida a Mt 25 y de tener una caridad operante a través de esas concretizaciones de las llamadas obras de piedad en la tradición. Pero lo asistencial en la pastoral solidaria es pensada como un primer paso que se abra a la promoción, liberación y aceptación fraterna (Cf. Juan Pablo II, Ecclesia in America, 58). En este sentido es bueno reflexionar ¿sí nuestra solidaridad es meramente asistencial será por falta de creatividad o por flojera o por indiferencia?
[11] Las razones pueden ser muy variadas desde las relacionadas con nuestro modo de relaciones al interior de las estructuras de la Orden como: “
- El miedo, que tiene varios rostros: miedo de correr riesgos en el plan institucional y de la misión; miedo de confrontarse con lo nuevo y lo diferente; miedo de perder poder; miedo de la inseguridad que el compromiso con los excluidos nos puede traer.
- Nuestras propias divergencias y conflictos internos que paralizan la acción profética del grupo y de algunos de sus miembros con vocación profética.
- La falta de una real colaboración entre distintas Entidades.
- El estilo de vida de algunas comunidades religiosas que las aleja del pueblo.”
- Cuando la conformidad con lo suficiente ha dejado de ser una virtud y parece que la codicia ha ocupado su lugar.
- Cuando no nos sentimos cómodos siendo pobres y estando con ellos, sino que más bien nos definimos y nos medimos por lo que tenemos o por lo que contamos.
- Si asumimos con toda naturalidad lo que nos corresponde no sólo lo necesario o incluso lo bueno, sino lo mejor.
- Si cedemos a la tentación de buscar la seguridad y de acumular “grano en nuestros graneros”, contra la advertencia evangélica, para protegernos, justificamos, cuando llegue el tiempo de las “vacas flacas”.
- Cuando al cambio de algunos lugares naturales y de algunos niveles naturales de consumo, no va acompañado del cambio de la red de nuestras amistades y relaciones sociales.
- En definitiva, cuando nuestras palabras en favor de los excluidos son palabras “aprendidas” que nada o poco tienen que ver con nuestra vida, convirtiéndose por tanto en palabras “huecas”, cuando los utilizamos e instrumentalizamos, cuando hacemos de su defensa pura ideología.”
[12] “Nosotros, en cuanto Hermanos Menores, hemos sido llamados, como en otro tiempo Moisés, a hacer todo lo que esté de nuestra parte por “liberarlos” a todos ellos y sacarlos de esa situación de exclusión en que se encuentran (cf Ex 3 10). Somos llamados a abrazarlos y a practicar misericordia con ellos (cf Test 2), como hizo Francisco hace ahora 800 años” (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil)
[13]“Se nos pide incluso una opción de tipo político, en el sentido de ponernos totalmente al lado de los excluidos y así acompañarlos en su camino de liberación. No basta ocuparse de ellos, ayudarlos y sostenerlos, como lo ha hecho de manera espléndida la Orden durante siglos.
Se trata de compartir su vida y, también, en este sentido la historia de la Orden es rica, pero solamente en relación a minorías. Se trata de analizar las causas de la exclusión (más aún, de las exclusiones, tan numerosas y diferentes entre ellas) y de entrar en los movimientos que los excluidos mismos crean para construir juntos alternativas de vida digna” (II Congreso de JPIC de la OFM, 2006. “Declaración final”)
[14]Joseph Rozansky y Luis Cabrera, 2006. “Saludo de Bienvenida e inauguración oficial”. II Congreso Internacional de JPIC OFM. Abrazando a los excluidos de hoy.
[15] “Hay obstáculos de naturaleza estructural. Unos nacen del sistema económico neoliberal y de su cultura que va penetrando nuestras mentes e influyendo en nuestras actitudes y criterios impidiéndonos asumir una posición evangélicamente critica ante el mismo. Y sin ello es imposible una acción profética. Otros surgen de las mismas estructuras y estilos de organización de nuestras Entidades, que, con frecuencia, son excesivamente rígidos y no responden ya a las exigencias de nuestra época. Dificultan la creatividad que exigen las respuestas a los nuevos desafíos. Por otra parte, el modelo económico de la mayoría de nuestras Entidades y los mismos procesos formativos no ayudan, muchas veces, a vivir como “compañeros y amigos” de los excluidos. Más bien crean unos espacios “protegidos” que impiden una solidaridad real con esas personas”. (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil)
[16] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil.
[17] José Rodríguez Carvallo, 2006. “Homilía. Misa de clausura. II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil”.
[18] “Necesitamos abrirnos a una mayor colaboración con los laicos y con los miembros de la vida consagrada y muy particularmente de la familia franciscana”. “Colaborar con otros consagrados para promover la presencia de la vida consagrada en los foros mundiales alternativos y en los centros de decisión donde se determina el futuro de la humanidad”. (José Rodríguez Carvallo, 2006. “Abrazando a los excluidos de hoy”. Ponencia en el II Congreso de JPIC de la OFM en Uberlandia-Brasil) “Que los Animadores JPIC establezcan, en todos los niveles, redes de colaboración con los organismos de la familia franciscana, de las Iglesias, de la sociedad y con los movimientos sociales” (II Congreso de JPIC de la OFM, 2006. “Declaración final”)
[19] Cech, 2006. “Orientaciones Pastorales. Acentuaciones 2006-2007”, 33
[20] Cech, 2006. “Orientaciones Pastorales. Acentuaciones 2006-2007”, 33
[21] En este momento en Chile tenemos 25 presencias, desde Iquique a Punta Arenas, con las cuales atendemos 20 parroquias, o sea, un 80% de nuestro trabajo pastoral esta en parroquias.
[22] Para profundizar en estas reflexiones puede ayudar Juan Pablo II,1999 . Ecclesia in America 41
[23] Ibídem 52
[24] Ibídem 58
[25] Ídem
[26] Ibídem 52
[27] Benedicto XVI, 2006. Mensaje de Cuaresma.
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