1 de junio de 2014

El Amor de Dios que nos transforma e inserta en el camino de conversión

Seminario de Vida en el Espíritu Santo 2014 Servicio RCC ZONA CENTRO 
Hno. Manuel Alvarado S.

“Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él. Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en nosotros. La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él. Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. La señal de que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a él.” (1Jn 4:7-17, los textos bíblicos están tomados de la traducción Biblia del Pueblo de Dios, a menos que se indique otra)

¿Que funda lo humano? Cada ser humano, con sus límites culturales, en las diferentes épocas de la historia se ha hecho y a debido responder esta pregunta. Muchas de esas respuestas siguen vigentes, consiente o inconscientemente, en nuestras sociedades y comunidades, tres ejemplos, el Antiguo Testamento presenta el fundamento de lo humano en la pertenencia al pueblo elegido, una pertenencia consanguínea, no pocos textos o su interpretación establecen que “es humano” solo el hijo de una familia judía, siendo verdad que, sobre todo en los profetas, esta interpretación restrictiva de lo humano es puesta en crisis, invitando a una mirada más amplia, todos los pueblos vendrán a Jerusalén, uno a uno los ciudadanos de diversos pueblos dirán que han nacido en ella.  En tiempos más cercanos, la pertenencia a la comunidad creyente fue el fundamento de lo humano, de allí la persecución hasta la muerte del hereje o disidente, no era sólo un riesgo a la integridad de fe, sino a la solidez y permanencia de la comunidad. Con la crisis luterana y el fin de la hegemonía católica en el occidente europeo, se podía ser cristiano de una o más denominación sin crear una crisis en la identidad nacional, se centro el fundamento en la razón humana, es el tiempo de las grandes universidades y de la búsqueda de la totalidad de la sabiduría, ejemplo de ello es la enciclopedia. Como hemos visto, preguntarse por el fundamento de lo humano, no es solo una pegunta existencial, tiene aspectos éticos, puede abrir al hombre  a la búsqueda del otro como un hermano o convertirlo en un enemigo a aniquilar, basta negarle su rostro humano y dejar de llamarlo “ser humano”, para llamarlo, judío, pagano, hereje, comunista, facho, colocolino, indio, extranjero, y sin mucho esfuerzo puedo condenar a uno o  a una comunidad al exterminio "justificado". Por tanto, la primera pregunta es para la Iglesia, en cuanto comunidad humana y para mí: ¿Quiénes son los humanos? Y ¿Quiénes los desechables o no-humanos en los proyectos, en los afectos? Son necesarias hacerlas sinceramente para poder entrar en la experiencia de ser amados por un Dios que nos quiere transformar.
            El punto de partida para conocer el amor de Dios es conocer para amar lo humano, de allí la insistencia de 1Jn, es inspirado, o sea poseedor del Espíritu o portador del amor, el que confiesa a Jesús en la carne (cf. 1Jn 4,2) y obra, es decir ama según esa experiencia. Y de aquí surge otra pregunta, que se la pedimos prestada al poeta chileno Gonzalo Rojas: ¿Qué se ama cuando se ama? Nosotros debemos responder con claridad, ya que se manifestó en la carne o sea en la fragilidad de la condición humana, pues la carne es siempre frágil en todas sus dimensiones, social, física, espiritual, afectiva, entonces, el amor Dios se expresa como elección, Él nos amó primero, rescate, envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros pecados, para llegar a ser Salvador del mundo, de todo lo humano. La comunidad creyente expresa esta fe, como cumbre de la relación amatoria, que 1Jn llama confesión, plenitud en nosotros, permanencia en él, como ocupación y preocupación cordial, “…nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón…” (Gaudium et spes, desde aquí GS, 1), como tarea de elegir y rescatar al hermano. Conocer para amar lo que Dios ama es puerta ineludible para dejarse transformar.
            Y ¿Qué es lo humano? No es la teología quien nos dará esta respuesta, sino el mismo ser humano, más allá de clases sociales o formación académica o religiosa, con su búsqueda de sí mismo en sus preguntas fundamentales nos podrán ayudar, según el Concilio Vaticano II, ellas son: “¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida temporal?” (GS 10) Para profundizar en esta reflexión nos ayudará el biólogo chileno Humberto Maturana, desde su ciencia el nos dirá que el hombre y la mujer son parte de los seres vivos, pues somos sistemas determinados estructuralmente, no se puede llegar a ser sino aquello que nuestros genes o establecen, sí estos son de gato, seremos un gato, por ejemplo, o si son humanos seremos hombres o mujeres, con todos los cambios físicos que están determinados en nuestra estructura y con aquellos que se producen por la interacción con el medio, pero que no los determina éste, pues aunque el medio fuera favorable o no, no puede cambiar la identidad dada por el sistema que somos. Los recambios continuos de componente son signo de una autoproducción, autopoesis, que caracteriza a lo vivo, a partir de sus propios componentes o de las sustancias que toman o vierten en el medio (cf. Humberto Maturana, 2009. La realidad ¿objetiva o construida? Tomo I Fundamentos biológicos de la realidad. Anthropos. España, 2º edición: 5) A la autopoesis los seres vivos unen una segunda característica propia, la creación de un medio social por una red de interacciones que operan para conservarse y adaptarse (cf. Humberto Maturana, 2009: 8) Maturana invita a pasar de la generalidad de los seres vivos a la particularidad del ser humano: “En nosotros los seres humanos este acoplamiento estructural recíproco se da espontáneamente en muchas circunstancias diferentes, como expresión de nuestro modo de ser biológico actual, y aparece ante un observador como una pegajosidad  biológica que puede ser descrita como el placer de la compañía, o como amor en cualquiera de sus formas. Sin esta pegajosidad biológica, sin el placer de la compañía, sin amor, no hay socialización humana, y toda sociedad donde se pierde el amor se desintegra. La conservación de esta pegajosidad biológica, que en su origen asocial es el fundamento de lo social, ha sido en la evolución de los homínidos, en mi opinión, el factor básico en el acotamiento de la deriva filogénica humana que resulto en el lenguaje, y a través de él en la cooperación y no en la competencia, en la inteligencia típicamente humana..." (Humberto Maturana, 2009: 12-13) y ratifica lo anterior volviendo a afirmar: "Todo sistema social humano se funda en el amor, en cualquiera de sus formas, que une a sus miembros, y el amor es la apertura de un espacio de existencia para el otro como ser humano junto a uno. Si no hay amor no hay socialización genuina y los seres humanos se separan. Una sociedad en la que se acaba el amor entre sus miembros se desintegra. Sólo la coerción de uno u otro tipo, es decir, el riesgo de perder la vida, puede obligar a un ser humano, que no es un parasito, a la hipocresía de conducirse como miembro de un sistema social sin amor. Ser social involucra siempre ir con otro, y se va libremente sólo con el que se ama" (Humberto Maturana, 2009: 16) Desde la ciencia podemos afirmar, entonces, que amar es lo que funda lo humano, en su individualidad y en su sociabilidad, y que la experiencia de la compañía de otros en el amor es un hecho genéticos, venimos programados para ello, no es sólo aprendido o adquirido en el contacto social o natural.

            A esto, nosotros como creyentes, debemos afirmar que el hecho biológico y genético, descrito por Maturana, no es una mera casualidad o un accidente, tiene un trasfondo y un origen revelado en el Dios de Israel, Su amor se manifiesta en su primera elección y rescate, que se dieron antes del tiempo y el espacio, la Creación, que es la primera elección de Dios por tener un lugar donde repartir sus bienes  y el rescate de la nada de cada una de las creaturas(cf. Concilio Vaticano I, Dei filiu, DH 3002). En esa Creación el ser humano fue elegido para ser su imagen y semejanza de entre todas las creaturas (cf. Gn 1,26), que nos otra cosa que esa pegajosidad biológica de Maturana y que refleja la identidad de su Autor, Dios es amor, nos ha dicho el texto de 1Jn; por lo tanto, somos como Él y somos más nosotros mismos cuando nos amamos los unos a los otros. Al unir el hecho biológico con el dato de la fe, se nos deben abrir profundas perspectivas, primeramente, que amar es nuestra vocación teológica y natural, base de cualquier relación sincera con el prójimo y con el Gran Otro. Segundo, amar, en cualquiera de sus formas, tiene consecuencias sociales que nunca debemos perder de vista, por lo tanto, confesar a Jesús en su carne vine unido a un modo de habitar el mundo y no cualquier modo, sino un modo transformador de las relaciones sociales, económicas, políticas, ecológicas, etc. Tercero, que todo ser humano, con fe o sin ella, con adhesión formal o no a la Iglesia, está habilitado para ser elegido y rescatado por el Amor de Dios, pues late desde su genética y biología natural, no hay condenados o perdidos en el género humano. Finalmente, que confesar a Jesús en su carne, es reconocer lo humano como única y exclusiva escalera al cielo, santidad, y que al hablar de conversión religiosa o a Cristo no es otra cosa que volver a vivir conmigo mismo, con el prójimo, con la naturaleza y con Dios desde esa humanidad. Confesar a Jesús en la carne es reconocer la posibilidad, por voluntad del mismo Dios, que en la condición humana es posible contener al incontenible, pues, quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él.

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