Seminario de Vida en el Espíritu Santo 2014 Servicio RCC ZONA CENTRO
Hno. Manuel Alvarado S.
“Queridos míos, amémonos los unos a los otros, porque
el amor procede de Dios, y el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. El que
no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. Así Dios nos manifestó su
amor: envió a su Hijo único al mundo, para que tuviéramos Vida por medio de él.
Y este amor no consiste en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él
nos amó primero, y envió a su Hijo como víctima propiciatoria por nuestros
pecados. Queridos míos, si Dios nos amó tanto, también nosotros debemos amarnos
los unos a los otros. Nadie ha visto nunca a Dios: si nos amamos los unos a los
otros, Dios permanece en nosotros y el amor de Dios ha llegado a su plenitud en
nosotros. La señal de que permanecemos en él y él permanece en nosotros, es que
nos ha comunicado su Espíritu. Y nosotros hemos visto y atestiguamos que el
Padre envió al Hijo como Salvador del mundo. El que confiesa que Jesús es el
Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios permanece en él. Nosotros hemos
conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en él. Dios es amor, y el
que permanece en el amor permanece en Dios, y Dios permanece en él. La señal de
que el amor ha llegado a su plenitud en nosotros, está en que tenemos plena
confianza ante el día del Juicio, porque ya en este mundo somos semejantes a
él.” (1Jn 4:7-17, los textos bíblicos están tomados de la traducción Biblia del
Pueblo de Dios, a menos que se indique otra)
¿Que
funda lo humano? Cada ser humano, con sus límites culturales, en las diferentes
épocas de la historia se ha hecho y a debido responder esta pregunta. Muchas de
esas respuestas siguen vigentes, consiente o inconscientemente, en nuestras
sociedades y comunidades, tres ejemplos, el Antiguo Testamento presenta el fundamento
de lo humano en la pertenencia al pueblo elegido, una pertenencia consanguínea,
no pocos textos o su interpretación establecen que “es humano” solo el hijo de
una familia judía, siendo verdad que, sobre todo en los profetas, esta interpretación
restrictiva de lo humano es puesta en crisis, invitando a una mirada más
amplia, todos los pueblos vendrán a Jerusalén, uno a uno los ciudadanos de diversos
pueblos dirán que han nacido en ella. En
tiempos más cercanos, la pertenencia a la comunidad creyente fue el fundamento
de lo humano, de allí la persecución hasta la muerte del hereje o disidente, no
era sólo un riesgo a la integridad de fe, sino a la solidez y permanencia de la
comunidad. Con la crisis luterana y el fin de la hegemonía católica en el
occidente europeo, se podía ser cristiano de una o más denominación sin crear
una crisis en la identidad nacional, se centro el fundamento en la razón
humana, es el tiempo de las grandes universidades y de la búsqueda de la
totalidad de la sabiduría, ejemplo de ello es la enciclopedia. Como hemos
visto, preguntarse por el fundamento de lo humano, no es solo una pegunta
existencial, tiene aspectos éticos, puede abrir al hombre a la búsqueda del otro como un hermano o convertirlo
en un enemigo a aniquilar, basta negarle su rostro humano y dejar de llamarlo “ser
humano”, para llamarlo, judío, pagano, hereje, comunista, facho, colocolino,
indio, extranjero, y sin mucho esfuerzo puedo condenar a uno o a una comunidad al exterminio "justificado".
Por tanto, la primera pregunta es para la Iglesia, en cuanto comunidad humana y
para mí: ¿Quiénes son los humanos? Y ¿Quiénes los desechables o no-humanos en los
proyectos, en los afectos? Son necesarias hacerlas sinceramente para poder
entrar en la experiencia de ser amados por un Dios que nos quiere transformar.
El punto de partida para conocer el amor de Dios es
conocer para amar lo humano, de allí la insistencia de 1Jn, es inspirado, o sea
poseedor del Espíritu o portador del amor, el que confiesa a Jesús en la carne
(cf. 1Jn 4,2) y obra, es decir ama según esa experiencia. Y de aquí surge otra
pregunta, que se la pedimos prestada al poeta chileno Gonzalo Rojas: ¿Qué se
ama cuando se ama? Nosotros debemos responder con claridad, ya que se manifestó
en la carne o sea en la fragilidad de la condición humana, pues la carne es
siempre frágil en todas sus dimensiones, social, física, espiritual, afectiva,
entonces, el amor Dios se expresa como elección, Él nos amó primero, rescate, envió a su Hijo como víctima propiciatoria por
nuestros pecados, para llegar a ser Salvador del mundo, de todo lo humano. La comunidad creyente
expresa esta fe, como cumbre de la relación amatoria, que 1Jn llama confesión,
plenitud en nosotros, permanencia en él, como ocupación y preocupación cordial,
“…nada hay verdaderamente humano que no tenga resonancia en su corazón…”
(Gaudium et spes, desde aquí GS, 1), como tarea de elegir y rescatar al
hermano. Conocer para amar lo que Dios ama es puerta ineludible para dejarse transformar.
Y ¿Qué es lo humano? No es la
teología quien nos dará esta respuesta, sino el mismo ser humano, más allá de
clases sociales o formación académica o religiosa, con su búsqueda de sí mismo
en sus preguntas fundamentales nos podrán ayudar, según el Concilio Vaticano
II, ellas son: “¿Qué es el hombre? ¿Cuál es el sentido del dolor, del mal, de
la muerte, que, a pesar de tantos progresos hechos, subsisten todavía? ¿Qué
valor tienen las victorias logradas a tan caro precio? ¿Qué puede dar el hombre
a la sociedad? ¿Qué puede esperar de ella? ¿Qué hay después de esta vida
temporal?” (GS 10) Para profundizar en esta reflexión nos ayudará el biólogo
chileno Humberto Maturana, desde su ciencia el nos dirá que el hombre y la
mujer son parte de los seres vivos, pues somos sistemas determinados
estructuralmente, no se puede llegar a ser sino aquello que nuestros genes o
establecen, sí estos son de gato, seremos un gato, por ejemplo, o si son
humanos seremos hombres o mujeres, con todos los cambios físicos que están
determinados en nuestra estructura y con aquellos que se producen por la
interacción con el medio, pero que no los determina éste, pues aunque el medio
fuera favorable o no, no puede cambiar la identidad dada por el sistema que
somos. Los recambios continuos de componente son signo de una autoproducción,
autopoesis, que caracteriza a lo vivo, a partir de sus propios componentes o de
las sustancias que toman o vierten en el medio (cf. Humberto Maturana, 2009. La
realidad ¿objetiva o construida? Tomo I Fundamentos biológicos de la realidad.
Anthropos. España, 2º edición: 5) A la autopoesis los seres vivos unen una
segunda característica propia, la creación de un medio social por una red de
interacciones que operan para conservarse y adaptarse (cf. Humberto Maturana,
2009: 8) Maturana invita a pasar de la generalidad de los seres vivos a la
particularidad del ser humano: “En nosotros los
seres humanos este acoplamiento estructural recíproco se da espontáneamente en
muchas circunstancias diferentes, como expresión de nuestro modo de ser
biológico actual, y aparece ante un observador como una pegajosidad biológica que puede ser descrita como el
placer de la compañía, o como amor en cualquiera de sus formas. Sin esta
pegajosidad biológica, sin el placer de la compañía, sin amor, no hay
socialización humana, y toda sociedad donde se pierde el amor se desintegra. La
conservación de esta pegajosidad biológica, que en su origen asocial es el
fundamento de lo social, ha sido en la evolución de los homínidos, en mi
opinión, el factor básico en el acotamiento de la deriva filogénica humana que
resulto en el lenguaje, y a través de él en la cooperación y no en la
competencia, en la inteligencia típicamente humana..." (Humberto Maturana,
2009: 12-13) y ratifica lo anterior volviendo a afirmar: "Todo sistema
social humano se funda en el amor, en cualquiera de sus formas, que une a sus
miembros, y el amor es la apertura de un espacio de existencia para el otro
como ser humano junto a uno. Si no hay amor no hay socialización genuina y los
seres humanos se separan. Una sociedad en la que se acaba el amor entre sus
miembros se desintegra. Sólo la coerción de uno u otro tipo, es decir, el
riesgo de perder la vida, puede obligar a un ser humano, que no es un parasito,
a la hipocresía de conducirse como miembro de un sistema social sin amor. Ser
social involucra siempre ir con otro, y se va libremente sólo con el que se
ama" (Humberto Maturana, 2009: 16) Desde la ciencia podemos afirmar,
entonces, que amar es lo que funda lo humano, en su individualidad y en su
sociabilidad, y que la experiencia de la compañía de otros en el amor es un
hecho genéticos, venimos programados para ello, no es sólo aprendido o
adquirido en el contacto social o natural.
A esto, nosotros como creyentes, debemos afirmar que el
hecho biológico y genético, descrito por Maturana, no es una mera casualidad o un
accidente, tiene un trasfondo y un origen revelado en el Dios de Israel, Su
amor se manifiesta en su primera elección y rescate, que se dieron antes del
tiempo y el espacio, la Creación, que es la primera elección de Dios por tener un lugar donde repartir sus bienes y el rescate
de la nada de cada una de las creaturas(cf. Concilio Vaticano I, Dei filiu,
DH 3002). En esa Creación el ser
humano fue elegido para ser su imagen y semejanza de entre todas las creaturas
(cf. Gn 1,26), que nos otra cosa que esa pegajosidad biológica de Maturana y
que refleja la identidad de su Autor, Dios
es amor, nos ha dicho el texto de 1Jn; por lo tanto, somos como Él y somos
más nosotros mismos cuando nos amamos los
unos a los otros. Al unir el hecho biológico con el dato de la fe, se nos
deben abrir profundas perspectivas, primeramente, que amar es nuestra vocación
teológica y natural, base de cualquier relación sincera con el prójimo y con el
Gran Otro. Segundo, amar, en cualquiera de sus formas, tiene consecuencias
sociales que nunca debemos perder de vista, por lo tanto, confesar a Jesús en
su carne vine unido a un modo de habitar el mundo y no cualquier modo, sino un
modo transformador de las relaciones sociales, económicas, políticas,
ecológicas, etc. Tercero, que todo ser humano, con fe o sin ella, con adhesión
formal o no a la Iglesia, está habilitado para ser elegido y rescatado por el
Amor de Dios, pues late desde su genética y biología natural, no hay condenados
o perdidos en el género humano. Finalmente, que confesar a Jesús en su carne,
es reconocer lo humano como única y exclusiva escalera al cielo, santidad, y
que al hablar de conversión religiosa o a Cristo no es otra cosa que volver a
vivir conmigo mismo, con el prójimo, con la naturaleza y con Dios desde esa
humanidad. Confesar a Jesús en la carne es reconocer la posibilidad, por voluntad
del mismo Dios, que en la condición humana es posible contener al incontenible,
pues, quien confiesa que Jesús es el Hijo de Dios, permanece en Dios, y Dios
permanece en él.
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