11 de septiembre de 2011

Comentarios a los Evangelios mes de septiembre.

Publicados en Nuestro Camino de Septiembre de 2011

Domingo 23º durante el año. 04 de septiembre de 2011.

Lecturas: Ez 33,7-9; Salm 94; Rom 13,8-10; Mt 18, 15-20.

Título: El desafío de corregir al hermano desde el amor.

Comentario al Evangelio.

El Evangelio de este día nos enfrenta a uno de los temas más difíciles de nuestras relaciones comunitarias: la corrección fraterna. Jesús parte diciendo “Sí tu hermano peca contra ti”, y, por lo tanto, esta en relación al pecado y ¿Qué es pecar? Pecar es faltar al amor, y no al amor como una sencilla emoción sino que aquello que permite vincular el amor con las intenciones y las acciones del hermano, se falta al amor cuando se niega la verdad, el respeto por las cosas, la dignidad, el cuerpo del otro. Pecar es negarle el amor debido al hermano y es herirlo porque no actúas a la altura de lo esperado. Pecar es herir al otro. Y es mayor la herida cuando esta es proferida por quien debe amarte, por ello, no hay mayor dolor que la infidelidad de pareja o el abandono de los padres o la traición del amigo. La única deuda entre ustedes es el amor mutuo, dice san Pablo, y cuando esa deuda se acrecienta, porque no somos amados con intención y con actos por los que deben, sólo nos queda enfrentarnos a la desazón y la frustración. Cuando tu hermano falta al amor contra ti, que te duela, pero que ese dolor válido y legítimo, has sido herido, no se cierre solo en lo realizado contra ti, ábrete y ponte en su lugar ¿Qué oscuridades? ¿Qué luchas existen en el interior de ese hermano para que actuara así en tu contra? Sal de tu dolor y ponte es su lugar, sí tu amas a tu hermano no lo puedes dejar en su error, en su oscuridad, en su falta de testimonio, por eso, “ve y corrígelo”. La corrección fraterna parte desde el amor del herido por su victimario, es la actualización del “perdónalos, Padre, porque no saben lo que hacen”, grito de Jesús en la cruz. El secreto es sentir a ese capaz de herirte como hermano o hermana, no es cualquiera, es quien comparte contigo un origen común, un mismo Padre, y una herencia común, la de ser hijos en el Hijo. Hacerse otro Cristo es desear y trabajar para bajar de la cruz del egoísmo, del carácter, del límite moral a quien tiene dificultades para amar, cuando tu sales de tu dolor y abrazas ese dolor secreto e íntimo de tu hermano, causante de tu dolor, e incluso de tu rabia, lo desclavas, lo bajas de su cruz, en palabras de este Evangelio, lo liberas, lo absuelves. El hombre o la mujer no cambia de vida, se libera, se convierte, por un conjunto de normas o de reglas, lo más transformador es el descubrirse amado y aceptado por otro, otros y por el Gran Otro. Ese abrazo con el ofensor es “desatar” a tu hermano en la tierra, para que pueda abrirse al cielo.

La corrección fraterna no puede ser realizada de cualquier modo, debe nacer del amor y mantener el sigilo, el respeto por la buena fama y la honra del ofensor, por eso, “corrígelo en secreto”. Ese respeto es debido también para los testigos y la propia comunidad, que debería irse involucrando en la crisis de amor entre hermanos. No es un tema fácil, una de nuestras mayores debilidades humanas, hoy acrecentadas por la “farandulización” de las relaciones humanas, es ser livianos “de lengua” y de juicio sobre el otro, nos cuesta guardar silencio y secretos del otro, pero esta es una condición necesaria e impuesta por el propio Jesús. La corrección fraterna no tiene como finalidad la expulsión del hermano ofensor, la verdad es que sí tu hermano no tiene la voluntad de ser liberado por el amor, no es echado fuera de la comunidad, sino que el mismo se ha puesto en la periferia y ya se ha ido. El don de la comunión fraterna tiene responsabilidades, una de ellas es contribuir a la construcción y la consolidación de la misma, y ello, implica comprometerse con el otro y revisar periódicamente el propio actuar, sentir y vivir.

Finalmente, debemos reconocer que nuestra experiencia puede contradecir a Jesús, corregir al otro no hace ganarme a mi hermano, al contrario, puede significar que lo pierda. Por eso, es fundamental tomarse en serio las últimas frases del texto de hoy, “donde hay dos o tres reunidos en mi Nombre, yo estoy presente en medio de ellos”. La verdadera corrección fraterna no es un acto impulsivo sino un acto de discernimiento, requiere paz interior, la cual nace del encuentro con Jesús. ¿Qué es la paz interior para enfrentar la corrección de tu hermano? Hay un ejercicio sencillo, sí tienes que corregir a tu hermano, pero descubres que no tienes nada bueno que decir de él, es mejor esperar y orar, para que sea el amor el motor del reencuentro fraterno.

Preguntas:

¿Puedo actuar más allá de mi legítimo dolor y rabia frente a la ofensa de mi hermano? ¿Puedo perdonar o soy fiel a la fatídica frase “yo no perdono, sólo Dios puede hacerlo, a lo más disculpo? ¿Estoy dispuesto a ser corregido fraternalmente por mis hermanos, pastores y familiares?

Domingo 24º durante el año. 11 de septiembre de 2011.

Lecturas: Ecli 27,30-28; Salm 102; Rom 14,7-9; Mt 18,23-35.

Título: Que la misericordia recibida se convierta en misericordia con tus hermanos.

Comentario al Evangelio.

La corrección fraterna, tema central del Evangelio del domingo pasado, no es un tema fácil de vivir, la tentación es interpretar equívocamente la expulsión, del corazón, de la agenda, de la comunidad al ofensor, al que tiene dificultades para amar, como la solución, Pedro lo expresa con claridad en el inicio del texto de este domingo. Pareciera de sentido común, que las oportunidades tienen un techo, un límite. No se puede perdonar siempre “¿Cuántas veces tendré que perdonar a mi hermano las ofensas que me hagas? ¿Hasta siete veces?” Y sí ya lo perdone siete veces ¿Se hace válido, entonces, negarle el saludo, desconocerlo, marginarlo? El riesgo de todo techo es que se puede alcanzar y lo que pase más allá, puede ser fuente de injusticia y de falta de testimonio. La respuesta de Jesús es no pongas tú los limites, “hasta setenta veces siete” es un juego simbólico de palabras, quiere decir siempre. Cargar con tu hermano desde el amor no tiene límite, y ese amor se expresa en el perdón, la gratuidad y la compasión, y esta tarea debe ser vivida con humildad, ama sin esperar cambios, y ama no porque sea tu propiedad el hermano o el amor, ama porque has sido amado primero, perdona porque has sido perdonado primero, como decimos en la consagración del vino en la liturgia, haz lo mismo en memoria de quien te ha amado incondicional y gratuitamente. Ese es el norte de la parábola que corona Mateo 18.

Revisemos esta parábola. El “rey” es una imagen de Dios y las “cuentas a arreglar” son la conciencia del creyente que su vida, su familia, su iglesia, su sociedad son prestadas, no son su propiedad, y como vive y existe no por sí mismo sino por gracia y don del Gran Otro, hay un momento en que debe dar cuenta por lo hecho o dejado de hacer, dicho y sentido, es el fondo del “Yo pecador” de la liturgia, hemos faltado al amor en “pensamiento, palabra, obra y omisión” ¿Cuándo se tiene esta conciencia? Normalmente cuando se vive una crisis de salud, de relaciones humanas en la familia, en lo laboral, en lo eclesial o en lo social, frente a la muerte; hay no damos cuenta de la no propiedad sobre las cosas, los proyectos y el prójimo. La crisis nos pone frente al espejo de nuestra pequeñez. Como el rey es el dueño de la vida es justo que realice el ajuste de cuentas, y cuando se encuentra con el primer deudor, ojo representa al ofendido, al herido por su hermano; es igualmente justo aplicar la pena o castigo, ser vendido como esclavo junto a los suyos y sus propiedades. El rey da la primera señal, va más allá de la justicia, no la niega pero la supera, la misericordia es más perfecta que lo justo, abrazar el dolor, el miedo, la poquedad del otro y sentirla como propia es un camino que no niega exigir o pedir lo que corresponde, pero es un modo más unido al amor y a la tarea de cargar y encargarse del hermano. Trata a los demás como te gustaría ser tratado, dice una vieja frase en boca de Jesús, pero más antigua que la encarnación del Verbo, esta en la conciencia del hombre y la mujer de diversas culturas y tradiciones religiosas. Es bueno notar, que lo que pide el deudor, “dame un tiempo y te pagaré todo”, es sobreabundantemente superado por la misericordia del rey, “le perdonó la deuda”, no hay techo para la misericordia. No hay techo o límite pero hay responsabilidad, “haz tú lo mismo” es la exigencia que nace de ser agraciado por la misericordia del rey.

Surge en escena un segundo personaje, el ofensor, quien te hirió o pecó contra ti. La justicia tiene como finalidad superar el “ojo por ojo, diente por diente”, pues la verdad es que la aplicación de la Ley del talión solo generaría una sociedad de tuertos, ciegos y desdentados, por lo tanto, lo justo no es hacer a tu hermano el mismo mal que te realizó, no es válido devolver mal por mal. Ese es un avance de la cultura humana, pero el seguimiento de Jesús pide un paso más, no es suficiente para el creyente buscar la restitución del mal sufrido, sino abrirse al perdón, a la reconciliación, a reconstruir la comunión y la convivencia fraterna. Lo que escandaliza es que los creyentes, quienes se suponen se han encontrado con Jesús en la forma de la sobreabundante misericordia derramada sobre su vida y sus relaciones sociales, religiosas, familiares, etc., no puedan realizar lo mismo que Jesús y su Padre han hecho en él, lo han aceptado y acogido en el seno de su familia, le han perdonado, le han dado un norte para vivir… haz tú lo mismo… No hacerlo es hacer de la fe algo superficial e inútil para transformar la vida de otros, quien no da lo que ha recibido gratis corre el riesgo de ser sobreabundantemente mal tratado, de ser tratado como él ha tratado a su hermano, con la regla que midas serás medido. La misericordia de Dios no tiene límite, pero muchas veces la tuya sí, y por eso, tu capacidad de perdón, de construcción de la comunión y la solidaridad, será la regla del juicio del Maestro.

Preguntas:

¿Con qué regla quiero ser juzgado por el Jesús? ¿Por la sin techo o límite de Dios, o por la estrecha que uso con mi prójimo? ¿Cuáles son los signos en mi vida donde descubro la sobreabundante misericordia del Padre? ¿Soy misericordioso con mis relaciones familiares, laborales y comunitarias?

Domingo 25º durante el año. 18 de septiembre de 2011.

Lecturas: Is 55,6-9; Salm 144; Flp 1,20-26; Mt 19,30-20,16.

Título: La vocación cristiana a servir debe respetar el proceso de cada ser humano.

Comentario al Evangelio.

El ser humano es complejo por naturaleza, nace, crece y se consolida según procesos sociales, psicológicos, afectivos, etc. Es criatura de procesos y los procesos tienen tiempos y respuestas que dependen de los sujetos, nadie vive una adolescencia o un enamoramiento o un proceso de inserción laboral igual al vivido por otro, pueden haber semejanzas más no serán iguales. Nada es más inhumano que los uniformismos culturales, sociales o religiosos, ni nada más desfigurador de la condición humana que exigir al otro que piense, sienta o actúe como yo. Las dictaduras, de cualquier signo, caen finalmente al no tomar en cuenta el valor de la diversidad y de la individualidad. La Trinidad creadora, el Padre que formó, el Hijo que dio su imagen y el Espíritu Santo que donó la subsistencia a todo lo existente, no puede desconocer esa realidad, de hecho la diversidad de las creaturas y del ser humano no es una desgracia ni un límite sino su mayor riqueza, la suma de lo diverso da como resultado lo perfecto, lo pleno. Sí el Dios Trino y Uno esta en el origen, el plan de salvación asume la complejidad y la diversidad del hombre o la mujer, es una propuesta para cada ser humano, según su edad, condiciones, lugares sociales, cultura y capacidades; espera la madurez para que la propuesta de respuesta. De ello nos habla la parábola de este domingo.

El propietario de la viña, quien desea contratar obreros, no es otro que el mismo Dios, propone un trato justo, un denario por el día de trabajo. La viña es el mundo y es el lugar donde los contratados son enviados, el trabajo allí consiste en hacer pasar de mundo a Reino de Dios, por lo tanto, la labor esta unida al testimonio. Los discípulos esto lo sabemos, debemos convertir las estructuras de muerte en estructuras de vida; discernir en el hoy y sus ídolos, como el mercado, el dinero y el status, y la propuesta de Jesucristo, solidaridad, comunión, encuentro; no son pocos los esfuerzos de las iglesias por dar de comer al hambriento, vestir al desnudo, acompañar al moribundo, según los lugares y las necesidades, en tiempos fuertes o como algo permanente, allí están nuestros comedores, hogares de ancianos, campañas en torno a Navidad o a algún santo como San Alberto Hurtado. Así se trabaja en la viña del Señor, pero en este mismo trabajo se encuba una de las mayores tentaciones del creyente, la apropiación de la obra. Reflexionemos un poco sobre esto, nos falta de pronto generosidad y gratuidad para dar espacio a otros o a otros proyectos en el amor al prójimo, que da fruto en la solidaridad o en la construcción de la comunidad. No son pocos los agentes pastorales, religiosos e inclusos pastores, que sospechan de toda novedad en la entrega; no son pocos los que tienen una mirada “militarizada” de ser Iglesia, “antigüedad constituye grado”, cerrando puertas o restando gente en vez de sumar; la mayor deuda de nuestras comunidades esta en la acogida a las personas y a los aportes de jóvenes o los recién llegados. Nos falta purificar nuestros modos de ejercer la autoridad, que en su origen no es poder sino acompañar a otros en el crecer, nos predicamos mucho a nosotros mismos, por nuestras propias debilidades y fragilidades, olvidando que desde el último bautizado y al Papa, esta y habla el mismo Espíritu, que nadie es tan rico como para no necesitar nada ni tan pobre como para no tener algo que compartir. La falta de generosidad y gratuidad con el prójimo, no sólo se expresa en la horizontalidad fraterna, se vuelca, también, a la relación con Dios, el creyente puede olvidar que es sólo un contratado en la viña y sentirse y actuar como el propietario, la alarma la expresa Lucas, por ejemplo, en el hijo mayor de la parábola del hijo pródigo, Mateo la expresa en esa queja de los que se sienten injustamente tratados por el propietario, al recibir la misma paga que los del mediodía o los del atardecer. Es una queja recurrente, que oímos en parroquias, comunidades y diócesis, “porque se reconoce al recién llegado” o “se me posterga a mí con equis años de párroco o de catequista o de animador”, no son pocos los que al dejar un oficio se enojan tanto que dejan la comunidad o notoriamente se alejan.

El Reino de Dios se construye en la suma de todos los dones, la comunidad perfecta no se crea por uno o unos pocos, sino por el aporte desde lo diverso de cada seguidor de Cristo, sin importar cuando se llegó o cuanto tiempo se ha trabajado. El Reino es para y de todos, pero exige profundizar en la generosidad y en la gratuidad de lo hacemos pastoralmente, no sentirnos propietarios de la viña sino siervos contratados no por mérito propio sino por pura gracia a asumir un proyecto más grande que yo y mis debilidades, en donde debo sumar lo que soy, tengo y sueño, no sólo ni sólo con Dios, sino caminando con otros, unos con más camino y otros más lentos que yo en la fe, no dependiendo ni de la edad ni la condición sino del proceso de vida, que sí Dios respeta en su diversidad e individualidad ¿Con que derecho yo, puedo no aceptar a mi hermano con su vida, sus preguntas, su ritmo?

Preguntas:

¿Me siento libre para asumir o dejar servicios en mi comunidad? ¿Cómo esta la acogida al recién llegado o al retornado o a los proyectos en mi comunidad? ¿Cómo construir esa acogida necesaria para el testimonio?

Domingo 26º durante el año. 25 de septiembre de 2011.

Lecturas: Ez 18,24-28; Salm 24; Flp 2,1-11; Mt 21,28-32

Título: Hay que involucrar toda mi existencia en una verdadera obediencia al plan de Dios.

Comentario al Evangelio.

La parábola que acabamos de leer es la versión de Mateo de la parábola del Hijo Pródigo de Lucas, tiene aspectos semejantes y diferencias notorias. Esta dirigida a la clase dirigente de Israel, “sacerdotes y ancianos del pueblo”, estos representan la autoridad no sólo religiosa sino, también, la representación política, y lo más importante son los depositarios del saber y quienes sirven a Dios y al pueblo. Habla de los “seguros de la fe”. El texto encierra una profunda crítica a la conducción y guía de quienes tienen la misión de animar la vida del pueblo, en todas sus dimensiones. En el centro esta la obediencia, ella significa escuchar con atención, implica hacer el esfuerzo por saber discernir y comprender lo que el otro quiere, exige apertura y cercanía con el otro. La obediencia no se reduce a sencillamente realizar lo que se manda y pedir la obediencia es más que simplemente mandar ¿Cómo Dios pide nuestra obediencia? “Hijo, quiero que vayas a mi viña a trabajar”, es lo que pide a ambos hijos, la frase no habla de imposición sino de proposición. La propuesta nace de un diálogo que asume la libertad, yo quiero que vayas, pero finalmente la decisión es tuya. La respuesta negativa del primero no da como resultado la rabia o la amenaza del castigo; de igual modo, la respuesta positiva del segundo no se acompaña ni con la alabanza ni con la promesa de una recompensa. Tanto la promesa de amenaza como de recompensa, coartan la libertad, esta bien, quizás, para tratar con niños, pero no con adultos, el hombre o la mujer maduro debe decidir motivado por su libertad y por la búsqueda de aquello que más convenga a sí mismo y a su sociedad. Jesús manifiesta, primeramente, que vivir la voluntad de Dios debe nacer de un acto libre, de hombres y mujeres maduros en la fe, capaces de discernir lo que es acorde o no con lo que creen y esperan. El primer acto libre es aceptar haber sido amado primero gratuita e incondicionalmente, que de esa libertad de y para amar nace la responsabilidad por mi vida y la vida de mi prójimo, responsabilidad se traduce en cargar y encargarme de mi hermano desde mi contexto, esa es la misión, “trabajar en la viña”, a la que soy llamado. Debo comprender la voluntad de Dios, asumir mi misión para la humanidad, la iglesia y el mundo con gratuidad, generosidad y humildad, no olvidarse somos “contratados” no somos “propietarios”.

Toda propuesta espera una respuesta, no sólo de labios sino de toda mi persona. El primer hijo dice que “no”, pero luego reflexiona y sin más vive su vocación, en cambio, el segundo, dice “si”, pero no es sincero, quiere dejar tranquilo a su padre y él mismo quedar bien, finalmente no hace lo que su padre quiere, sino sólo lo que el quiere. Este último modelo es el más peligroso, detrás esta la manipulación, manejar a los demás para mis intereses y satisfacciones, con la boca dejo felices a muchos, pero en mi interior no hago nada que no me sirva, es un verdadero ególatra, mi yo se hace dios. Esta egolatría unida al poder es nefasta, una Iglesia o una sociedad en manos de quienes no quieren servir a nadie más que a sí mismo y sus intereses partidistas, políticos, religiosos, o de clase, edificarán sociedades donde los pobres serán más pobres y los ricos serán más ricos, y no pueden construir el Reino, pues éste es apertura y comunión. La parábola es una bofetada a toda clase dirigente, creyente o no, que olvida que todo poder es servicio, sea éste en la pequeña capilla o en la santa sede en Roma, en la junta de vecinos o en la Moneda. Y una invitación a mirar la sencillez y la pequeñez de los que no cuentas, “publicanos y prostitutas”, no para seguir su ejemplo de vida sino para descubrir la solidaridad que se vive entre pobres, la mano que se tiende entre presos y el apoyo desinteresado que se da entre marginados, el discernimiento creyente parte de sentirse pequeño, humilde, frágil, pecador y necesitado del prójimo, al dar soy yo el que más recibe; cuando evangelizo, yo profundizo en mi fe. Sólo un discernimiento desde la pequeñez puede dar como fruto realizar con toda mi persona la voluntad de Dios, sin importar que sea mendigo o rey, laico o clérigo, de derecha o de izquierda.

Preguntas:

¿Cómo es el liderazgo que descubro en mi Iglesia y sociedad? ¿Cómo ejerzo la autoridad en mis servicios comunitarios? ¿Tengo conciencia de dejarme evangelizar por los pequeños y los pobres? ¿Soy como el primer o el segundo hijo?

13 de julio de 2011

Comentario a los Evangelios del mes de Julio 2011

Publicados en Revista Nuestro Camino Julio 2011

Fecha: Domingo 10 de Julio de 2011. 15° durante el año.

Textos bíblicos: Is 55,10-11; salm 64; Rom 8, 18-23; Mt 13, 1-23.

Comentario al Evangelio.

Los próximos tres domingos leeremos en Mateo un conjunto de parábolas en boca de Jesús. Las parábolas manifiestan la actitud de Maestro de Jesús, era usual que los rabinos de la época se centrasen en algún versículo o tema del Antiguo Testamento al que unen algún relato campesino o de raíz popular para explicar el sentido y el fondo de la Palabra de Dios. Jesús se manifiesta como el Maestro, aquel capaz de expresar en forma sencilla el misterio de su Padre y con autoridad, “subió a la barca y se sentó”, frente a Él hay una comunidad expectante, hambreada de palabras que le ayuden a sostenerse en la vida y que le comuniquen la necesaria cercanía amorosa de Dios.

Las parábolas de Mateo 13 están centradas en el Reino o Reinado de Dios. La muchedumbre debe comprender que este Reinado no se identifica con un régimen político determinado sino con la seriedad que exige la aceptación personal y la vivencia comunitaria de las “semillas” plantadas por el “sembrador”. Éste último no es otro que Él mismo, por lo tanto las semillas son su palabra, sus gestos, su modo de habitar el mundo, que se vuelve ejemplar, lo que se quiere plantar es el proyecto de Dios para el mundo, que no es otra cosa que la solidaridad, la comunión, la construcción de un mundo renovado en el amor y sus exigencias. El Reinado se centra en el amor al prójimo como único camino de verdadero y autentico amor a Dios, hasta la cruz si fuese necesario. Y esto exige seriedad: exige un corazón purificado y vuelto a Dios, nadie puede servir a dos señores, a su propio egoísmo y a la alteridad, encuentro fraterno con el otro, que nace de descubrirse amado por el Gran Otro, y ante lo cual solo se puede responder amando a tu hermano. Exige ser adulto en el amor, no una adultez unida a la edad sino en echar raíces en el proyecto de solidaridad del Padre con el hombre, expresado en la encarnación de su Hijo, el amor no es una mera emocionalidad, un fuego que arde muy rápido se apaga muy rápido, el verdadero amor al prójimo no teme ni la mala comprensión, ni la falta de gratuidad, ni la falta de reconocimiento, solo busca hacer comunión con su hermano, comprometerse con Él. Exige disponibilidad, el Antiguo Testamento hablaba de amar a Dios sobre todas las cosas, Jesús matiza esas “cosas”, hay que amar al prójimo en Dios, más allá de tus afectos, predilecciones, lugar social, autoridad o cultura, y sobretodo más allá de los bienes, en sencillo, quien quiera que Dios reine en su corazón y en su vida debe ser libre para amar y servir. Estas exigencias son irrenunciables.

Quien no esté dispuesto a vivir su vida de fe o su compromiso con el ser humano y la creación con estas exigencias, encontrará que Jesús y su propuesta de reinado se convierten en una piedra de tope. Quienes adherimos públicamente a la fe, en una tradición religiosa cristiana determinada, somos privilegiados, “muchos profetas y justos ansiaron ver lo que ustedes ven, y no lo vieron, y escuchar lo que ustedes escuchan, y no lo escucharon”. Pero ese privilegio es madre de una responsabilidad, lo que vemos, el paso de Dios donde un hombre o una mujer oran y se comprometen con el dolor, la miseria, la postergación o el olvido de quienes sufren, allí Jesús se hace pan partido y compartido, no es para agotarse en una fe divorciada de la vida, sino para convertirse en una vida que busca a su hermano y bajarlo de la cruz, sin esta fe, profesada y vivida, la Iglesia y su propuesta se convierte en un mero ritualismo sin alma, en una pieza de museo o lo peor en enemiga de quienes verdaderamente quieren hacer del reinado de Dios una realidad para los pobres, los abatidos, los pecadores. Muchas veces la piedra de tope no es Jesús sino nuestra falta de testimonio más allá de la misa dominical o nuestras manifestaciones de piedad. Tanto dentro como fuera de la Iglesia debemos combatir aquello que nos hace ciegos del paso de Dios y su Reino, partiendo por nuestra propia comunidad siempre necesitada de conversión y de allí al resto de la sociedad, el Reino no se identifica ni con la Iglesia ni con un modo particular de organizar la sociedad, pero su centralidad en el corazón y en la opción fundamental, que debe hacer cada creyente, iluminará estas realidades comunitarias.

Preguntas

¿Descubro a Jesús como el Maestro, más aún como el único Maestro, para mi vida y mis opciones? ¿En mi labor de catequista o pastor hago el esfuerzo por presentar la causa de Jesús en un lenguaje sencillo? ¿Cómo esta me testimonio de vida frente al Evangelio? ¿Descubro mi fe como un privilegio del nace una responsabilidad?

Fecha: Domingo 17 de Julio de 2011. 16° durante el año.

Textos bíblicos: Sab 12,13.16-19; salm 85; Rom 8, 26-27; Mt 13,24-43

Comentario al Evangelio.

El domingo pasado el Evangelio nos expresaba el donde debe situarse el Reino o Reinado de Dios y las exigencias, las cuales vividas permiten verificar la sinceridad con la que estamos viviendo la fe en Cristo. Este domingo, Jesús da un paso más: ¿Hacia dónde debe tender ese Reino de Dios? Mateo dice una frase central: “el mundo es el campo de Dios”, el concepto de mundo es un término complejo, desde el Evangelio de Juan tenemos una identificación entre mundo y los enemigos de Cristo, de allí nacen expresiones como “desprecio”, “renuncia”, “alejamiento” del mundo como camino para los creyentes. Sin embargo, en la tradición de Mateo, Marcos y Lucas la palabra “mundo” no tiene una carga negativa, simplemente mundo es el lugar que se habita o el entorno, pero esta sencillez que no nos engañe no es sinónimo de insignificancia o que el mundo carezca de importancia.

El mundo es el campo de Dios, el lugar creado para manifestar la bondad de Dios en todo lo creado, más aún creado para que este Señor tenga donde depositar sus beneficios. No son pocos los cristianos que sufren de una “sana envidia” al ver a hombres o mujeres que con o sin el don de la fe se desgastan en ir en ayuda de los pobres o necesitados, que se comprometen con nuestra hermana la madre tierra, o abandonan sus carreras o familias para sumarse a organizaciones cristianas o no, en favor de los menos beneficiados en Haití o el Amazonas, por ejemplo. Podemos decir, sin lugar a dudas, que el amor da frutos en medio del mundo desde dentro y fuera de la Iglesia. Esa experiencia va unida a la contemplación dolorosa de que aún no podemos extirpar ni la guerra, seguimos gastando más dinero en armas que en proyectos sociales, ni la explotación del hombre por el hombre, tráfico de inmigrantes, condiciones inhumanas en vastas extensiones del planeta y aún dentro de los llamados países desarrollados y cuanto más en los que nos llamamos en vías de desarrollo. La grandeza humana sigue coexistiendo con la podredumbre de nuestro egoísmo. El mundo es lo que es no por un designio divino, sino por estar constantemente tirado y exigido por estas dos realidades que nacen de nuestro corazón.

El hombre es un animal en tensión entre el simio y el superhombre, dice un pensador alemán, para nosotros ese superhombre no es otro que Jesús y su propuesta, está llamado a sacar lo mejor de sí, abriéndose al otro, sirviendo al otro, comprometiéndose con el otro, saliendo de su egoísmo, el ser humano se engrandece y se acerca a su verdadera identidad, hacerse otro Cristo, como el Padre Hurtado o la Madre Teresa lo manifestaron en el siglo recién pasado. No cualquier camino o proceso es válido, hay que aprender de los pobres, y dar un paso a la vez y partir de lo pequeño, descubrir el valor de esa pequeñez, muchas veces despreciada en nuestras sociedades de consumo, con su culto al lucro y la imagen, lo pequeño esta preñado de grandeza, como María, nuestra madre, como el grano de mostaza. Sí se es pobre, como actitud del corazón, y pequeño se sabe que se debe renunciar a la pretensión de construir un mundo paralelo, se debe vivir en este mundo con la decisión de cambiarlo, de hacerlo más acogedor, más justo, más ecológico, etc., no con las armas o la violencia, sino con la fuerza del testimonio, como la levadura en la masa, es la menor de las partes que hacen la masa, pero es fundamental, sí no ésta se nota; del mismo modo los creyentes, no estamos llamados a la fuga del mundo, sino al compromiso con él, no para liderarlo sino para acompañar y apoyar los procesos y liderazgos que se unen a nuestra búsqueda del Reino. Podemos llegar a ser minoría, pero nuestro testimonio debe convencer al mundo, que nuestra presencia es un faro de solidaridad.

Preguntas

¿Cómo me enfrento al mundo y sus desafíos evangélicos en el día de hoy? ¿He evangelizado mi sentir y mi comprender “el mundo”? ¿Cuánto estoy dispuesto a dar de mi tiempo, de mis bienes, de mi compromiso para construir un mundo más cercano al reinado de Dios? ¿Construyo una Iglesia que acompañe los procesos de Justicia y de Compromiso con los pobres y la Tierra?

Fecha: Domingo 24 de Julio de 2011. 17° durante el año.

Textos bíblicos: 1 Rey 3, 5-12; salm 118; Rom 8,28-30; Mt 13, 44-52

Comentario al Evangelio.

Finalizamos este domingo con Mateo 13. Nos encontramos con cuatro parábolas de Jesús. En las dos primeras, la del tesoro y la de perla fina se centran en el encuentro. Es un tema recurrente en el Nuevo Testamento, Dios sale al encuentro del hombre y ese encuentro se transforma en asombro, el ser humano es alcanzado por el amor, por la aceptación, en fin, por la gracia que se derrama sobre sí. Se mira a sí mismo y descubre la incondicionalidad de ese amor, el sin mérito propio. “Vender todas las posesiones” expresa la única respuesta posible, abandona su yo y su carga de egoísmo, se descentra para centrarse en aquel que le ofrece lo que con conciencia o sin ella ha buscado su corazón. El hombre o la mujer busca ser amado sin condiciones o dobleces, entonces cuando le sale al camino Jesús y su proyecto de vida ¿Qué valor tiene el dinero o la posición o la fama cuando has alcanzado lo deseado? Su valor es nada, solo queda liberarse de las cargas para poder disfrutar al máximo las caricias y el descanso en el Amado. El fruto de ese encuentro en el creyente es la alegría, una constante en el mensaje de Jesús, su vivencia es la mayor prueba de tu conversión, la mejor evangelización comienza, se sostiene y da frutos en una cara sonriente y acogedora.

Seguir a Jesús exige seriedad en la vida y las opciones. Esas imágenes del fin del mundo en que aparecen ángeles separando a buenos y malos requieren de una lectura correcta, deben ser leídas desde, primero, la voluntad de Dios manifestada en Jesús es la salvación universal y cósmica, todos y todo será salvado, y alejarse de la tentación de pensar que ya hay destinados a la salvación y otros a la condenación. Sí habrá juicio, pero lo correcto es decir que ya hay juicio en tu vida, la pregunta de Dios a Caín por su hermano Abel: ¿Dónde está tu hermano? Nos es hecha día a día por la Palabra y la Eucaristía. No creas, hermano o hermana, que la red será echada al mar mañana o pasado, está siendo echada en este momento de tu vida y exige que tomes con seriedad el compromiso al que este Padre, que te ama y te lo ha probado con el sacrificio y resurrección de su Hijo muy amado, y este compromiso que no se agota en la celebración de ritos o prácticas de piedad, sino que se alimenta de estos, pero busca dar frutos de solidaridad en medio del mundo, que es campo de Dios. La misión no es pequeña, “ser bueno” es actuar, sentir y amar como aquel que te ha salido al encuentro, y ser tú mediación para que otros deseen abrazar al muy Amado.

¿Lo han entendido todo? Nos pregunta Jesús y expresa su cuarta parábola. Cada tiempo tiene el desafío de hacer viable caminar los senderos del Evangelio, purificarse de las estructuras caducas, como nos dice Aparecida, transformar otras para que den los frutos deseados, renovar otras para que expresen su fuerza y su testimonio al hombre o a la mujer de su tiempo. La sabiduría es saber mirar el pasado como origen del presente para proyectar el mañana; ella se articula aquí a la sana tradición de la meditación de la palabra, la misma palabra que transformó la vida de Francisco de Asís o del Padre Hurtado, unida a una fuerte solidaridad, buscar bajar de la cruz a los crucificados de tu hoy. No hay que dejarse seducir ni por la mera novedad o por la dictadura del “siempre se ha hecho así”. El tesoro que se ha hecho encontradizo, Aquel que te ama sin condiciones y misericordiosamente hasta sacrificar al más Amado por ti, ya está en el camino recorrido por la Iglesia, testimonio son sus vencedores, los santos y santas, pero unido a las inquietudes, malestares y búsquedas del hombre o la mujer de hoy, neoliberal, hambreado de espiritualidad, que busca en el oriente o en una religiosidad que toma elementos de aquí y de allá, que defiende la naturaleza. De ambos salen las “cosas nuevas y viejas” que renovarán el “campo de Dios”.

Preguntas

¿Me siento encontrado por un Dios que me ama? ¿Cómo se expresa ese encuentro en mi vida? ¿Cuánto estoy dispuesto a dejar para construir el Reino? ¿Descubro la urgencia para hoy, cuando se está tirando la red, para amar más efectivamente a mi prójimo? ¿Cómo esta mi fidelidad a la sabiduría y a la tradición en mi caminar creyente?

Fecha: Domingo, 31 de Julio de 2011. 18° durante el año.

Textos bíblicos: Is 55,1-3; salm 144; Rom 8, 35.37-39; Mt 14,13-21

Comentario a las lecturas.

La multiplicación de los panes es el milagro de Jesús que somos invitados a contemplar este domingo ¿Por qué Jesús realiza este acto? El mismo Mateo nos da la clave: “al ver la multitud, se compadeció”. La compasión es el motor de su milagro, consiste en sentir con el otro, tu dolor es mi dolor, tu miseria es mi miseria, ella es lo contrario a la indiferencia. La compasión está unida al amor, amar es querer parecer e, incluso, padecer lo que el amado vive. No hemos escuchado o dicho, por ejemplo, a una madre decir frente al dolor de su hijo, ojala lo sufriera yo. O que experiencia más frustrante es la de no poder evitar el dolor o el daño que padece por sí o por otros, alguien a quien amamos. Esa es la experiencia de la compasión que vive Jesús, lo primero que hace es sanar un número indeterminado de enfermos, Él no puede ser indiferente frente al sufrimiento de quienes ama. Sanar y salvar son sinónimos, de allí que ser sanado en el cuerpo es anticipo de la salvación integral que esperamos en la resurrección y en la creación nueva que profesamos en el Credo dominical. Nunca debemos olvidar que Jesús pasa por tu lado y no puede ser indiferente, sino al contrario se hace solidario y compasivo ante el dolor de tu pérdida, de tu enfermedad, de angustia, de la injusticia que padeces, y, también, de tu miedo a morir.

El milagro de la multiplicación de los panes no es, por lo tanto, una mera muestra de poder, es prueba de que tus necesidades son importantes para tu Señor. Nada más básico que saciar el hambre, no podríamos hablar de un Dios bueno, clemente y compasivo, mientras vemos masas que esperan la muerte con el dolor del hambre. Sí, Jesús está dispuesto a dar pan y pescado a una multitud hambrienta, te imaginas ¿Cuántos dones no querrá multiplicar en tu vida? ¿Cuántos consuelos no querrá darte? ¿Cuántas gracias no estará dispuesto a compartir contigo? Y ¿Cuánto ya no ha compartido contigo?

16 de junio de 2011

Comentario a los Evangelios del mes de Junio 2011

Publicado en Revista "Nuestro Camino" del mes de Junio de 2011

Fecha Pentecostés 12 de junio 2011

Título: En ti hay algo de Dios, vive como un creyente habitado por ese Don.

Textos bíblicos: Hech 2, 1-11; Salm 103; 1 Cor 12, 3-7; Jn 20,19-23

Comentario al Evangelio.

La fiesta de la Ascensión del Señor que acabamos de celebrar el Domingo pasado, expresa una verdad de fe, en Dios hay humanidad, decir que Jesús, en cuerpo y espíritu, esta sentado a la derecha del Padre, o sea, que comparte su Gloria y su Poder, es decir que en el seno de la Trinidad la corporalidad y la experiencia, afectiva, social, cultural, etc., de existir como ser humano es conocida e integrada a la divinidad. En Dios hay algo de ti, como de toda la creación, pues el hombre es la síntesis del cosmos, tanto en lo físico como en lo espiritual. Pentecostés, que celebramos hoy, cierra una circularidad, así como en Dios hay algo de ti, en ti hay algo de Dios, ese Espíritu dado por el resucitado a todos los creyentes y trasmitido por la Iglesia por la imposición de manos al que es bautizado. Este Espíritu nos hace a todos iguales en dignidad, más allá de las válidas diferencias funcionales en la Iglesia, por eso cada bautizado puede dirigirse propiamente a su Padre del cielo, puede interceder por otros, puede bendecir a sus hijos o acceder al perdón paterno de Dios o fraterno con los miembros de su familia o su comunidad, en el ejercicio de una piedad verdadera, a la que es movido por el amor de Dios y el empeño por enmendar el daño realizado. Por este Espíritu somos verdadero pueblo sacerdotal y nación santa.

Este Espíritu disipa los temores del corazón, expresados en el Evangelio en esas puertas cerradas de los discípulos, “por temor a los judíos”, la verdad es que no temen a los judíos sino a perder la vida en sus manos, a ser maltratados o vejados; este Espíritu es el que nos convence de la resurrección del Maestro, la muerte no tiene la última palabra, hará de estos hombres cobardes, encerrados, testigos hasta dar la vida. El Espíritu hace de hombres y mujeres cobardes y temerosos, mártires. El martirio, que es dar la vida o desgastarla sin esperar recompensa de tu prójimo, nace desde tu interior, aquel que es el don de Dios en ti, te impulsa a la generosidad, a compartir, a la solidaridad, te convence que vale la pena sacrificarte, hacerte sagrado o hacer sagrado al otro, tu vida se hace sacramento de salvación, porque disipados los miedos al que dirán o que pensarán de mí, o a la muerte, o a los desafíos del futuro, porque sabes que el mañana esta asegurado en el triunfo de Jesús puedes entregarte a los demás, porque te sabes en manos de Aquel que nunca te abandonara a la muerte o a la soledad. El Espíritu desde tu corazón se hace luz que ilumina las tinieblas de tu corazón y te da fe recta y esperanza perfecta en el amor de tu Padre.

Este Espíritu te da la Paz, un corazón reconciliado invitado al perdón y a la alegría, que son sus consecuencias. La reconciliación no es acto mágico sino un proceso en cada creyente, reconciliación con el prójimo, que parte con no desear el mal a quien te ha maltratado o negado el válido amor que esperas, sea un padre, sea de una madre, sea un hijo o hija, de un vecino, de un hermano, de tu sociedad o de tu Iglesia, de ese piso comienza a elevarse hacia caminos más profundos, que te van a permitir aceptando al otro con su carácter, con su historia, con sus oscuridades, aceptación que te abrirán al don de Dios presente en aquel que te ha ofendido. El hombre o la mujer lleno de rencor no tendrá nunca paz, porque no puede pensar bien o esperar el bien del otro, se pierde la dulzura de la sorpresa de las caricias de Dios, que vienen del prójimo, por eso, un creyente lleno del Espíritu de Dios es portador y constructor de la Paz, felices los constructores de la paz porque ellos. Felices porque descubren que esa paz es inspirada desde tu corazón iluminado por el don de Quien te habita e impulsa. No te resistas, no tengas miedo, a su presencia o a sus exigencias.

Preguntas

¿A pesar de mi pequeñez y fragilidad, tengo conciencia de ser habitado por el Espíritu de Dios? ¿Cuáles son los temores que aún este Espíritu debe disipar en mi corazón para ser más santo en vida? ¿Soy un cristiano de perdón y alegría en mi vida diaria?

Fecha: Santísima Trinidad 19 de junio 2011

Título: El Padre te amó, el Hijo se entregó por ti, el Espíritu ha sido enviado para tu corazón. Todo un Dios a tu servicio.

Textos bíblicos: Éx 34, 4-6.8-9; {salm} Dan 3, 52-56; 2 Cor 13, 11-13; Jn 3,16-18.

Comentario al Evangelio.

Las palabras claves del Evangelio de este domingo son: Amó, entregó y envió a su Hijo al mundo. La Trinidad es una comunidad con una finalidad, amar lo que se ha creado, toda la creación tiene como fin ser el lugar donde Dios ponga su amor y toda su bondad, y ese amor se expresa en la salvación, cada cosa y cada persona es sostenida en el mundo y no arrojada a la existencia. Es uno el que te ama y un uno no cerrado en sí mismo sino abierto en sí y para todo lo creado, ese es el misterio del amor, cuando se ama se divide sin perder consistencia, el que ama puede amar a muchos o a uno con la misma intensidad si perder nada de sí mismo, dividir el amor es distinto de dividir una torta, en donde al repartirse va quedando nada, cuando se divide el amor se produce el milagro, mientras mas se da o reparte más va quedando. Por lo tanto, cuando el Padre ama al mundo, le entrega lo que más quiere a su Hijo, una entrega que se da primero en la Creación, entrega a cada criatura y en particular al ser humano la impronta el sello del rostro del amado, esa es la imagen presente en la pequeña molécula de polvo cósmico o en la complejidad del hombre o de la mujer, a quien le es agregado el don de la semejanza, la última creatura es capaz de amar como el Padre. Entonces, cuando el Padre mira a cualquiera de sus creaturas ve a su Hijo. Una entrega que se da en la salvación, todo lo creado no esta destinado a la nada sino destinado a la comunión plena con su creador, así como el Padre no puede dejara a su Hijo en la muerte y lo resucita, no puede dejar que ninguno de los suyos se quede en el silencio y la desolación del valle de las tinieblas, del sin sentido o de la muerte, el Padre por el Hijo da sentido a la vida, expresado en el modo de vida enseñado y testimoniado por Jesús, tu vida tiene norte cuando abrazas al otro como un hermano y estas dispuesto a desgastar y incluso a darla por los derechos, la dignidad o la felicidad suya. Del mismo modo que la muerte, ni los poderes o egoísmos que la provocaron, tuvieron la última palabra en Jesús, la fe en el amor del Padre por el Hijo, y por quienes llevan su signo, enseña que tampoco la tendrá en tu vida ni en la existencia de todo lo creado. La entrega del Hijo por parte del Padre mira a esa salvación universal y cósmica, que paso por la cruz y la resurrección, la primera como opción del hombre y su egoísmo, y la segunda como opción del Padre y su amor, que es más fuerte que cualquier egoísmo, pecado o poder. La entrega va unida al envío, para ser coherentes, debemos decir que sí el amor es apertura no basta con sentirlo o experimentarlo, como yo y mi Dios, o yo y mi altar, o yo mis oraciones o mi misa, sino que debe ser compartido como solidaridad y testimonio de palabra y de actos en la Iglesia y la sociedad, quienes han sido marcados por el sello del Hijo deben comportarse a la altura del don.

Y ¿Quién permite que ese amor sea descubierto e impulsado? Cuando alguien ama o es amado, el vínculo puede ser invisible, pero no por ello inexistente, existe un medio o un mediador entre el amado y el amante y ese es el Espíritu Santo. Él es el vinculante, cuando el Padre mira al Hijo y en Él mira al ser humano y a toda creatura, y ama y salva, esa mirada bondadosa es posible gracias a este Espíritu. Cuando el Hijo devuelve el amor recibido, entregándose como ofrenda agradable al Padre en su solidaridad con toda naturaleza caída y esclava de su egoísmo, va allí nuestros esfuerzos por amar con raíces y profundidad al prójimo. El Hijo lleva al Padre tu solidaridad, tu compartir, tu sufrimiento unido al amor, incomprensiones, abandonos, traiciones que conlleva el darse a los demás, es el mismo Espíritu el que lo permite. La Trinidad es comunidad de salvación para ti y todo lo creado.

Preguntas

¿Cuál es mi imagen de Dios, un Dios castigador o un Dios amante? ¿Cómo responder al amor de un Dios puesto a mi servicio? ¿Puedo hacer del milagro trinitario, dividir para multiplicar el amor, un proyecto en mi vida? ¿Tengo conciencia de que todo el bien que me es regalado y el cual comparto va y viene de la dinámica trinitaria del Padre que ama a su Hijo en el Espíritu Santo y de este Hijo que responde a este amor en el Espíritu Santo al Padre? ¿Qué significa escuchar que Dios me mira como su Hijo?

Fecha Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo. 26 de Junio 2011

Título: Caminando hacia una coherencia eucarística transformaremos nuestro corazón, nuestra Iglesia, nuestra sociedad.

Textos bíblicos: Deut 8,2-3; Salm 147; 1 Cor 10, 16-17; Jn 6, 51-58

Comentario al Evangelio.

Una de las primeras imágenes caricaturescas de los cristianos, de las cuales hoy abundan mucho, es la de tener un culto antropófago, se leía de modo literal esto de comer la carne o beber la sangre de Cristo, era uno de los argumentos para desprestigiarlos o justificar las persecuciones. La Eucaristía, compartir el cuerpo y la sangre de Cristo, nos inserta en lo materno de Dios ¿Cuál es la experiencia humana en donde somos alimentados por la carne y la sangre de otro? ¿no es acaso nuestra experiencia en el vientre de la madre? Una madre por nueve meses alimenta con su cuerpo y con su sangre el don de la vida que porta en su interior, entonces, cada vez que estamos y participamos de la comunión volvemos al seno materno de Dios, de donde hemos venidos. La Eucaristía es la respuesta a Nicodemo, sí hermano es posible para un ser humano joven o viejo, volver al vientre de su madre.

El Evangelio de este Domingo nos invita a la comunión con Cristo, quien no come su cuerpo y no bebe su sangre no tendrá acceso al dulcísimo don de la salvación. Esta comunión no puede ser restringida sólo a la de la misa, pasa por ella, pero no se agota en ella. Nuestro Dios sería incoherente al manifestar una salvación cósmica y universal, que tuviese o se agotase en una sola puerta abierta, la comunión eucarística. Debemos reflexionar, invitados por Benedicto XVI, en nuestra coherencia eucarística, un tema que desde los orígenes ha provocado discusiones. La Iglesia primitiva debió frenar el ritualismo de la fracción del pan, no eran pocas las comunidades en donde se sentía suficiente participar de la liturgia pero no unir el pan partido y compartido con la vida, esta tentación de divorcio entre lo celebrado y lo vivido debe ser superada por cada generación que comparte la fe. Pablo frente a esta tentación en la comunidad de los Corintos, les recuerda que partir el pan en el altar debe ser signo de buscar ser una verdadera comunidad de hermanos que supera las diferencias sociales, permanecer en el Señor es buscar destruir las estructuras de muerte y división, cuyo origen es el odio, según el Apóstol, que impiden ver y actuar frente al otro, con una mirada y un encuentro fraterno. San Juan, en su Evangelio, nos recuerda que el Pan bajado del Cielo, no vino a ser señor del mundo sino servidor en éste, la Eucaristía es ponerse a lavar los pies a sus discípulos e invitados a hacer lo mismo con los que vendrán. Hacen Eucaristía, en esta línea, san Francisco de Asís y su cuidado por los leprosos; San Alberto Hurtado y su cuidado por los niños bajo los puentes de Santiago; la beata Teresa de Calcuta y su cuidado por los moribundos y los abandonados en la India. La coherencia eucarística parte de allí, partir el pan no basta sino existe la voluntad de compartirlo, esto abre a una espiritualidad renovada, que se siente hermano de todos y de todo, pero con voluntad de servir como madre a esos hermanos encontrados y descubiertos. La Solidaridad es el primer camino para vivir una Comunión del Cuerpo y la Sangre con raíces y sentido. Por lo tanto, si tenemos hermanos, por razones que no juzgamos, que no pueden participar de la comunión litúrgica, los podemos invitar a una comunión solidaria con los más necesitados de tu barrio o de tu comunidad.

Frente a la comunión debemos reconocer, que no son pocos los que sienten que basta comer el pan o beber el vino eucaristizados, sin que esto exija un cambio en su vida, un cambio en sus relaciones sociales, laborales, ecológicos; otros, sienten que porque se les ha pedido no comulgar litúrgicamente, ya no son parte de la Iglesia, olvidando los demás caminos de salvación, la comunión espiritual y la solidaria. La invitación es ir caminando como Iglesia hacia una coherencia eucarística, que sea capaz de desafiar y transformar la propia Iglesia y el mundo, que apunte a la fraternidad como norte y a la solidaridad como motor de sus relaciones. Así ese amor paterno y materno de Dios podrá ser más visible en nuestra actualidad.

Preguntas

¿Cómo está mi coherencia eucarística? ¿Descubro a la Eucaristía como la fuerza que me impulsa a mi compromiso con los demás? ¿Cómo ayudo a quienes no pueden acercarse al altar a la comunión a vivir la comunión espiritual y solidaria? ¿O simplemente los margino o los excluyo de mis preocupaciones?

Fecha 3 de Julio de 2011. 14º Domingo durante el año

Título:

Textos bíblicos:

Comentario a las lecturas.

Hemos vuelto al tiempo de la esperanza, al tiempo de gracia en donde en lo ordinario de la vida y del paso del calendario nuestro Dios nos acaricia con su ternura y nos regala el don de las eternas oportunidades, marcado por el verde litúrgico, que nos acompañara hasta el adviento.

¿Cuáles son esas cosas sencillas ocultas a sabios y reveladas a los pequeños? ¿Es que Dios discrimina entre las personas? Las cosas sencillas se descubren en la vida pública de Jesús, el Padre es un Dios cercano que se mueve por la misericordia y que ha puesto todo su empeño, y el de su Hijo y su Espíritu, en función del proyecto de crear, sostener y salvar lo que nacido de su amor. La cercanía se manifiesta: en sentarse a la mesa de pecadores y publicanos, no tener ser contados entre ellos; en quedarse en lo cotidiano del pan y en asumir la alegría de la fiesta que se expresa en el vino; en quedarse colgado de un madero, como una de las tantas víctimas inocentes sacrificados en los altares o cruces del poder, del prestigio, de la seguridad de unos pocos; en ser resucitado, Dios tiene un lado, el de las víctimas. Esta cercanía, según algunos que creen saber les parece abiertamente insultante, ofensivo o peligroso, la verdadera sabiduría consiste, desde aquí, no en conocer mucha información y ser capaz de entenderla, poseerla o manipularla, sino saber vivir en espíritu fraterno con los demás, lo cual sólo se puede lograr en la adhesión al Hijo, que conoce y da a conocer el verdadero rostro del Padre. Esto toma una actualidad profunda hoy día, la interconectividad que vivimos, gran número de celulares y de conexiones a internet, nos han hecho más cercanos más no más hermanos, curiosamente estar más cercanos nos ha hecho más solitarios, egoístas e indiferentes, casi nada nos asombra. El Evangelio de hoy invita a volver a lo central de la fe y de la vida, a descubrirnos hermanos en la cercanía del Dios trinitario, que se manifiesta en la paciencia y humildad de corazón, a descubrirlo como un don para ser compartido, no debemos evangelizar desde los datos de la fe sino, primeramente, desde el testimonio de la vida en donde descubrir al otro hermano, exige ocuparse y preocuparse de él. Invita, también, a demoler los ídolos de nuestras falsas sabidurías que invitan a afirmar la vida en los sucedáneos que nacen del egoísmo, la autosuficiencia, el arribismo, la acumulación… esas sabidurías nos llevaran a radicalizar la soledad y la indiferencia, que nada tienen que ver con Jesús y su proyecto, por eso, la fe es camino para los cansados y afligidos, que han descubierto no como una desgracia sino como una oportunidad su momento, sólo cuando la necesidad se hace manifiesta, en la crisis, en la enfermedad, en la soledad, el hombre o la mujer pueden revisar sus estructuras valóricas y preguntarse porque vale la pena vivir, e incluso morir. Enseñar a saber vivir, es hoy la gran tarea de la pastoral, en todas sus dimensiones, de la Iglesia.

Preguntas

¿Me siento un hombre o mujer sabia a la luz del Evangelio? ¿Voy tras Jesús con mis agobios y dolores? ¿Vivo mis malestares como una desgracia o como la oportunidad de dejarme encontrar por Quien me ama hasta dar la vida por mí? ¿Cuán hermano me siento en mi familia, en mi comunidad y en mi barrio?

1 de junio de 2011

Comentario a los Evangelios del mes de Mayo 2011

Publicado en Revista Nuestro Camino mes de Mayo de 2011.

Fecha Domingo III de Pascua, 08 de mayo de 2011.

Título: Venzamos a la decepción con el testimonio del amor.

Textos bíblicos: Hch 2, 14. 22-33; Salm 15; 1 P 1, 17-21; Lc 24, 13-35

Comentario a las lecturas.

La vida cristiana se define en ser testigos. A este Jesús Dios lo resucitó, y de ello todos nosotros somos testigos, nos dice Pedro. La resurrección de Jesús es parte de un plan de amor que se inicia cuando Dios creó, allí ya eligió a su Hijo muy amado para manifestar su bondad sobre sus criaturas, resurrección es, entonces, rescate, liberación, vuelta a la casa paterna, ya no como siervos sino como herederos. Resurrección es esperanza, que el destino de Jesús sea nuestro destino, y de ello debemos dar razón y testimonio en obras. Dios se hace responsable de su Creación y más que responsable se hace solidario con ella, la asume con su desobediencia y la rescata por la sangre preciosa de su Hijo. El seguidor de Jesús, que no sólo espera para una vida más allá de la muerte vivir como un resucitado, sino que debe existir en el hoy de su historia desde este don de la resurrección, asume la responsabilidad en el amor de todo prójimo. Así la resurrección se convierte en don y tarea.

En el primer domingo de Pascua se nos recordaba el exigente ideal de ser comunidad cristiana, que con tristeza debemos reconocer la distancia entre ese ideal y lo que logramos construir, este domingo se nos llama a volver del desencanto, no todos los cristianos viven el don y la tarea de manifestar la resurrección como un proyecto de vida, no son pocos los cristianos que manifiestan la muerte del ideal: la indiferencia o la indolencia hacia el prójimo o hacia la creación. Nuevamente, sólo el encuentro con el Crucificado que ha Resucitado, ese hombre con una historia trágica que huele a fracaso ante los ojos de sus discípulos, pero reivindicado por el amor de Dios, que no puede permitir que el don de su salvación, la sangre preciosísima de Jesús, se pierda. Esta vez se manifestara en la riqueza del encuentro con la Palabra y del partir el pan, signo claro de la Eucaristía. La decepción, de mi propio pecado o del pecado de los demás, se vence alimentándose de la Palabra y de la Comunión, que no consiste sólo en un acto ritual, oír o comulgar en misa, sino en una acción existencial, hago de mi vida una acción de gracias y comunión viviendo el don de la resurrección de Jesús y mía, en el día a día.

Preguntas

¿Cuáles son mis decepciones conmigo mismo, en cuanto discípulo de Jesús? ¿Cuáles son mis decepciones como miembro de una comunidad, en cuanto al compromiso o al testimonio? ¿Cuánto me falta para volver de esa decepción? ¿Cómo esta mi vivencia de hombre o mujer reconciliado y resucitado en Cristo en mi vida familiar, social y de iglesia?


Fecha: IV Domingo de Pascua, 15 de mayo de 2011.

Título: El Buen Pastor

Textos bíblicos: Hch 2, 14. 36-41; Salm 22; 1 P 2, 20-25; Jn 10, 1-10

Comentario a las lecturas.

¿Quién quiere en este tiempo ser oveja? A través, de los medios de comunicación se nos presenta la exaltación del modelo del líder o del pastor, en cierto modo todos deseamos ser quienes lideremos la iglesia, la sociedad o la comunidad. Claro, el pastor exaltado en nuestros tiempos dista mucho de Jesús y su modelo de pastor, hoy deseamos ser pastores fuertes y exitosos, sin importar mucho cuales son los medios para llegar a serlo, se instaura la aceptación de la mentira, del pasar sobre los derechos del otro. Quizás nunca hemos tenidos más “pastores con piel de ovejas”, como en nuestros días. De allí viene el primer discernimiento querido en la Iglesia, ¿Cuáles son nuestros modelos de liderazgo y a cuáles aspiramos en la comunidad de fieles y en la sociedad? ¿Y cuanto tienen del modelo vivido y enseñado por el Buen Pastor? El encuentro de los obispos en Aparecida invita a la Iglesia Latinoamericana a discernir sus estructuras pastorales y este criterio sobre nuestro liderazgo eclesial y social debe ser fundamental a la hora de preguntarnos que mantener, que purificar, que reformar, que renovar y que crear.

La comunidad de los seguidores de Jesús debe poner su confianza total en quien es el Pastor y la Puerta para las ovejas, este es un Dios al servicio de su Creación, su amor lo impulsa a crear, a sostener, a salvar y a esperar el retorno de lo amado a su fuente, el Padre de Jesucristo. Como es el verdadero y único Pastor, su voz es escuchada y seguida, podrá querer ser usurpada o manipulada por este mundo corrompido, como dice la Primera Lectura, pero el Espíritu dado a las “ovejas”, les hace mirar a quien traspasaron y a reconocer en Él la regla de vida: Así como el Pastor nunca busco o deseo la destrucción del prójimo, aún de aquellos que lo hirieron o abandonaron o negaron, sino su salvación, quien sigue al Pastor verdadero sabe que puede llegar a ser víctima más nunca victimario.

Como es la verdadera y única puerta, sólo en Él puede haber vida y no cualquier vida sino sobreabundante. La vida que el Buen Pastor promete es de buena calidad, por lo tanto, nuestra opción por la vida no puede detenerse en estar contra el aborto, la eutanasia o la pena de muerte, sino que debe ser integral, lo anterior unida a la calidad de vida, en lo económico, en la salud, en lo laboral, en lo eclesial y en lo cultural, la solidaridad se convierte, de este modo, en el verdadero compromiso pro-vida. No asumir esta integralidad de la opción por la vida, es jugar, por ingenuidad o por falta de critica o discernimiento, del lado de quienes buscan manipular y servirse de nuestros valores para intereses egoístas o partidistas.

Finalmente, el salmo nos dice que el Pastor, que es el Señor, lleva una vara y un cayado, imagen fuerte de Jesús, con el cayado guía a su pueblo y con la vara ahuyenta y protege a su rebaño de los lobos, incluso de aquellos que quieren ocupar su lugar de pastor con artimañas y artilugios, pero que por la fe en la resurrección sabemos que no vencerán.

Preguntas

¿Me dejo conducir por Jesús, su Palabra y su Testimonio? ¿Cuáles son los modelos de liderazgo que descubro en mi comunidad? ¿Cuáles encuentro más cercanos al Evangelio y cuáles más necesitados de conversión? ¿Cómo està mi compromiso con la vida?

Fecha V Domingo de Pascua, 22 de mayo de 2011.

Título: Jesús es verdader Camino, Verdad y Vida.

Textos bíblicos: Hch 6, 1-7; Salm 32; 1 P 3, 4-9; Jn 14, 1-12

Comentario a las lecturas.

San Juan, durante esta Pascua, nos irá enriqueciendo con una serie de títulos que sirven para ir profundizando en la pregunta más importante para cualquier creyente ¿Quién es este Jesús crucificado que ha resucitado? La semana pasada nos invitaba a descubrirlo como Pastor y como Puerta, hoy nos dice que es el Camino, la Verdad y la Vida. Jesús es el Camino que lleva de retorno a la casa del Padre, en la primera lectura se da la gran pista de los tres elementos por los cuales hacemos camino en Jesús: la oración, el servicio a la Palabra y el atender las mesas de los huérfanos y de las viudas. Estos tres elementos los descubrimos en Jesús, hombre orante, hombre que hace la obra de Dios, que se sienta, acompaña y contiene a los pobres y pecadores de su entorno. Este camino esta en la Iglesia, ella es escuela de oración, educa y vive la relación sacerdotal de cada bautizado; es escuela de liturgia, acto público de adoración a Dios, educa la comunión entre lo celebrado y lo vivido; es escuela de solidaridad, acto público del amor al prójimo, allí están los comedores, los hogares de niños o de ancianos, y la búsqueda permanente de atender a los pobres y necesitados que nos toca encontrar en el día a día.

Jesús es la Verdad, una verdad que no es simplemente información, sino transformación desde el corazón, verdad pascual que invita a pasar de las tinieblas a la luz admirable. Y ¿Qué verdad es esa? Que alguien te ama y te espera, que alguien esta dispuesto a dar la vida de aquel que más ama, su Hijo amadísimo, por ti. Que ese amor se expresa en el testimonio del mismo Hijo, que hace las obras del Padre, en Él se revela ese rostro paterno-materno de Dios, este Jesús que se sienta a la mesa de pecadores y publicanos, que exhorta al cambio de vida, es rostro de su Padre. Y quien ama espera, espera tu cambio, que descubras tu verdadera realidad y potencialidades, que salgas de la mala conciencia del miedo a Dios, a su voluntad o a su acción en la historia, eres piedra viva y no sola, sino unida a otras, construyendo el amor y la espera de Dios. Este amor sentido, experimentado y profundizado en la vida del creyente son las obras maravillosas que debemos anunciar, la mejor evangelización es dar cuenta de todo el bien que Cristo ha hecho en nosotros y de cómo devolvemos ese bien por bien en el amor al prójimo.

Jesús es Vida. ¿Qué es la vida? ¿Sólo el paso rutinario de las páginas de un calendario?¿Sólo una experiencia de agonía? La Vida sin el fundamento de Cristo puede desembocar en el sin sentido de pensarla como destinada a la nada o a un accidente natural. La vida es ante todo un don y una tarea, don porque nadie elije ser llamado a ella y una tarea porque el día a día puede ser vivido desde el egoísmo y sus pequeñeces o desde la grandeza de la entrega al otro, yo me hago don. De esto último Jesús dio testimonio desde el primer momento de su encarnación en el vientre de María, la impulsa a ser solidaria con Isabel, como impulsará a sus discípulos a abandonar toda pretensión de poder, de autosuficiencia, para poder abandonarse en Él. Vida es entonces entrega y abandono en aquel que nos ama y espera, espera que donde Él estuvo, con los pecadores y los pobres, y está, ocupando su lugar en su casa del Padre, allí lleguemos nosotros, no por nuestros meritos, que son pocos, sino por la gracia de Quién nos esta preparando un lugar.

Preguntas

¿Jesús es una propuesta de Camino para mi vida? ¿Cómo esta mi caminar en la vida de oración, de escucha de la Palabra y solidaridad? ¿Cómo he ido avanzando en mi vida en el descubrimiento del rostro paterno-materno de Dios? ¿Cómo estoy viviendo mi vida? ¿Cuál es el proyecto de vida cristiana que voy desarrollando en mi día a día?

Fecha VI Domingo de Pascua, 29 de mayo de 2011.

Título: Hch 8, 5-8; 14-17; Salm 65; 1 P 3, 15-18; Jn 14, 15-21

Textos bíblicos: La alegría es el nombre de la gracia.

Comentario a las lecturas.

¿Cuál es el mayor miedo que padece el ser humano? Sin lugar a dudas, el mayor de nuestros temores es quedar solos, es un temor que nos acompaña desde niños, la idea del abandono de los que nos aman, de su desaparición y de estar en este mundo desolados y sin rumbo. Ese es también el miedo que pueden padecer los discípulos de Jesús y de allí la importancia del Espíritu Santo, como don para ella. Pueden padecer del miedo cuando parece que la falta de testimonio domina el escenario de la Iglesia, cuando se hace invisible la solidaridad, la atención a nuestros “huérfanos y viudas”, y parece imponerse el ritualismo o el farisaísmo, que agota la fe en el cumplimiento de normas y celebraciones. El Espíritu recuerda el dinamismo de la fe: la fe es amar como Cristo amó, esto denuncia las ideologías que quieren una Iglesia de sacristía sin compromiso con el hombre o con la tierra, nada hay más social ni más transformador de las estructuras que la acción solidaria. La fe es testimonio de nuestra esperanza, no esperamos la venganza de los “buenos” ni la aniquilación de los “malos”, sino que con sencillez y respeto esperamos el triunfo definitivo del bien sobre todo padecimiento.

El hombre que descubre que nunca quedará solo, el creyente que se deja atravesar por el Espíritu, se le nota, es hombre de alegría. La alegría es el sello de los cristianos, no hay peor testimonio que un catequista o un religioso o un fiel saliendo de celebrar la Eucaristía con cara larga o sombría o entristecido. Es la alegría el fruto de la gracia, de eso da cuenta Felipe en la primera lectura, es discípulo lleno de Espíritu que convoca por su testimonio, muchos poseídos salían los espíritus inmundos, lanzando gritos, y muchos paralíticos y lisiados quedaban curados, es decir, quienes estaban entristecido encontraban razones para alegrarse. Ya no estamos solos y esa es la mejor noticia que podemos compartir.

Preguntas

¿Me siento de parte de la gran familia de los seguidores de Cristo? ¿Me siento unido al Espíritu de Jesús? ¿Soy un cristiano que expresa la alegría de ser amado por un Dios capaz de dar la vida de su Hijo muy amado por mí?

Fecha 05 de junio de 2011. La Ascensión de Señor.

Textos bíblicos: Hech 1, 1-11; Salm 46; Ef 1, 17-23; Mt 28, 16-20

Comentario a las lecturas.

¿Qué hacen ahí viendo el cielo? ¿Acaso no han comprendido que el que subido atraviesa todo lo que ven? ¿No comprenden que se ha quedado en la pequeñez, en la sencillez y en la cotidianidad del pan y del vino? Este es un Dios cercano, cabeza de esta su Iglesia. Deja de mirar el cielo, Jesús habita entre los hombres en la historia y en los corazones disponibles para el amor. El riesgo de vivir “pegado” con la mirada en el cielo, es que se te pase las visitas del Señor en tu vida y en la historia, que no puedas ver los obstáculos del camino y no descubras que haces camino al andar con otros hombres y mujeres creyentes y de buena voluntad. Jesús sube al cielo, pero no para quedarse, sino para hacerse más presente por la comunidad, por la Eucaristía y su Palabra, por los pobres y la creación. Esperamos su presencia definitiva, la que llamamos segunda venida, mientras somos testigos de sus nuevos retornos mediados por la Iglesia, cuando dos o más estén reunidos en mi nombre allí está, cuando atendemos a un desnudo, a un desolado, con Él lo hacemos; cuando testimoniamos la Palabra o la Eucaristía haciéndonos responsables del otro, de su dolor, de su agonía, verificamos en la historia su presencia. Él es cabeza de la Iglesia, por lo tanto, donde esta su Iglesia, que es más que estructuras y más que testimonios humanos, allí su presencia medida se manifestará. Sí el hombre o la mujer de nuestro tiempo se empeñan en buscar en el cielo o en el neopaganismo o en el vacío las respuestas a su vida y la salvación ¿de quién será la culpa?

Cuando se deja de vivir fijos con la mirada en el cielo, y se comienza a mirar al horizonte, donde habita el prójimo, se descubre el sentido de la misión, no somos comunidad para quedarnos encerrados en nuestros ritos o en nuestra ética o en nuestras piedades, todas buenas, pero con un norte: Evangelizar, portar la Buena Noticia a todos los pueblos, nadie queda excluido de este anuncio. ¿Qué anunciar? ¿Las estructuras? ¿las jerarquías? Lo que debemos anunciar es primero lo vivido, somos descubiertos en el amor de Dios, y con Él vamos al encuentro del otro, desarmados y pequeños, pero engrandecidos por ese amor que se nos ha derramado. La Evangelización sólo tiene sentido, si entregamos lo que tenemos, lo que somos, pequeños pero amados, frágiles pero fortalecidos por la gracia de Jesús, su Palabra y testimonio, que hacemos regla de nuestra vida; y su Espíritu Santo que nos une y nos da certeza de su cercanía.

Preguntas

¿Dónde esta puesta mi mirada de fe, en el cielo o en el horizonte? ¿Cómo esta mi vivencia de las presencias de Cristo en mi vida y en la historia? ¿Le descubro en la Palabra, en la Eucaristía, en la comunidad reunida, en la solidaridad con el hermano, en la Creación? ¿Estas presencias son capaz de enviarme a ser buena noticia en mi familia, mi barrio, mi parroquia?