23 de noviembre de 2012

Homilía Pascua hermano Fidel Clavijo, ofm.



28 de octubre de 2012

Hoy día, hermanos, en el marco de la celebración del triunfo de Jesucristo sobre el pecado y la muerte, ha querido la vida encontrarnos para recordar y alabar a Dios por el don de Fidel Clavijo, hermano franciscano. Fidel nació en el seno de la una familia de fe, sus papas Hernán y María, 7 hermanos, su padre diácono permanente de la Iglesia, desde allí se sintió llamado y conducido, “por amor de su nombre”, a las “verdes praderas” y las “aguas tranquilas”, el lugar del descanso y de la paz, como dice el Salmo 22, que no sólo es la vida eterna, sino la realización de la propia vocación, en su caso vocación sus laical a ser hermano menor, seguidor de Cristo al modo del hermano Francisco.

Pedí al coro cantar “Todo hombre simple”, que acabamos de escuchar, porque el Evangelio nos recuerda a un “hombre simple” a Timeo, el ciego. Un hombre simple es un hombre libre, con poco que perder y mucho que ganar. ¿Qué tiene que perder por invocar a Jesús? Timeo no se sienta a elaborar una teoría sobre el Mesías o “el Hijo de David”, está lejos de las escuelas farisaicas o saduceas, contemporáneas a Jesús, que necesitan pruebas, Timeo necesita solo misericordia con una vida de sufrimiento y marginalidad. Su fe nace de su humildad no teorizada sino vivida. Una humildad, que seguramente fue también humillación vivida. “Muchos lo reprendían para que se callara”, nos dice el Evangelio proclamado. Y Timeo recibe como premio esa misericordia esperada, me ha llamado la atención en los Evangelios, que las palabras de Jesús dadas a Timeo, y a otros pobres y marginados: “Vete, tu fe te ha salvado”, no son dirigidas nunca a los Apóstoles o a los discípulos más cercanos. De Timeo no sabremos más en el Nuevo Testamento, que se hizo discípulo no hay duda, luego de recuperar la vista seguía a Jesús, pero no fue de los círculos más íntimos, Timeo representa la santidad anónima y cotidiana de tantos hombres y mujeres de fe, que nunca llegarán a un altar, pero que innegablemente, han marcado vida ¿a cuántos convirtió Timeo contando como paso de ciego a vidente gracias a Jesús? Nunca lo sabremos, pero no tengo dudas que el corazón de muchos abrazó a Jesús por su testimonio. Junto a Timeo, los franciscanos tenemos al hermano Junípero, uno de los primeros compañeros de Francisco, cuanto era el cariño que se profesaban y quizás, porque no, San Francisco y san Buenaventura no habrán envidiado la libertad de acción y de palabras del más simple de los primeros compañeros en la vida fraterna franciscana. En esa tradición quiero unir el testimonio de Fidel entre nosotros.

Fidel fue un “hombre simple”, de esos hermanos menores que no elaboran ni teología, ni pueden ostentar títulos académicos o ser contados entre los llamados a ocupar los oficios o servicios de autoridad entre los hermanos, siento que por ello, era un hombre simple y libre, como un niño grande, que dice lo que piensa, a su modo, pues es “poco” lo que tiene que cuidar o perder, su vida, sencillez y humildad, nos recuerda al ciego Timeo del Evangelio, y a Junípero de la primera fraternidad de hermanos menores. Un hombre simple necesita pocas cosas para ser feliz. Cosas como tecnología o ropa, no son malas en sí, pero pueden robarnos la libertad de amar o peor aún pueden desviar la atención sobre lo esencial, ser hermanos menores en misión, en el caso de cualquier seguidor de la vida franciscana ¿Podríamos negar que Fidel fuese un hombre simple y pobre? Pocas las cosas que podamos decir fuesen de él y pocas las cosas que anhelase como propias, trabajaba con sus propias manos, podía ser sacristán o estar inserto en la población, o en una casa de misiones, Fidel era siempre el mismo, feliz y bonachón. Encarnó que “… los gozos simples son los más hermosos, son aquellos que al fin son los más grandiosos…”, era un gozador de la vida, como dice el canto, verlo disfrutar de alimentar al pavo real o a las aves del parque del Convento, cantar a toda voz en las misas, o verlo correr a la puerta del templo en medio de las protestas callejeras del último tiempo, era descubrirlo niño ¿Quién puede olvidar su risa estruendosa, capaz de llenar una sala? Su fuerza era el Señor, no tengo dudas, fiel a la oración cada mañana y tarde, compañero fiel en el oratorio de nuestro hermano Lele. Esa fuerza lo llevaba a creer con firmeza en que para Dios nada es imposible, sanar el cuerpo y el alma, allí no necesitaba de las discusiones de escuela sobre que es un milagro o sí es canónico, es decir, dentro de las normas de la Iglesia, que un laico pueda imponer manos. Podía intelectualmente no dar razones de esa fe, pero no podemos negar a cuantos ayudo a superar un problema o a vivir un dolor, una enfermedad, una pérdida ¿Cuántos abrazaron o profundizaron su fe gracias al testimonio de esa fe simple? Quizás nunca lo sabremos. Sólo esa fe de hombre simple, explica que siendo no pocos quienes lo buscaban, nunca hiciese de ello un negocio o se llenase de un orgullo apropiador del don, todo lo contrario, la misma humildad en el actuar y sentir en el día a día. Como “hombre simple” se consagró como hermano laico franciscano, estudió, cosa que le costó, como ya dije vivió en la inserción, formación, casas misioneras, sus últimos años acá en san Francisco de Alameda, sirvió en la OFS, acompañó comunidades, especialmente, en estos últimos años se asocio a la Renovación Carismática. Se destacó con un profundo sentido social, una profunda opción por los pobres, en el Comedor san Antonio y la Ayuda Fraterna, que los extrañaran mucho, igual que los beneficiados por su ayuda anónima. Los extrañaran, también, quienes se vieron acompañados por sus tés o cafés bien conversados, nunca acompañados por quesos calientes, que le hacían mal. Lo extrañaremos, también, sus hermanos franciscanos ¿Quién va a ser el primero en bajar a la cripta para ayudar a bajar a los hermanos difuntos? ¿Quién nos va a sorprender con las preguntas-discurso en los Capítulos o jornadas provinciales? ¿Quién va a ser el primero disponible para los trabajos de fuerza bruta?  Sí. Lo vamos a extrañar, su familia, sus hermanos, el pueblo de Dios, porque hemos perdido a un hombre simple, que nos ha hablado de Dios, de su gracia, de su misericordia, de su fidelidad, en la limitación y debilidad de un hermano, capaz del bien y la solidaridad. Descansa en paz, Fidel, y ahora goza junto al Amado siendo plenamente tú, porque lo que nosotros esperamos, en ti ya se ha manifestado. Paz y Bien